Milenio Monterrey

Dunkerque, una evacuación para ganar la guerra

Aniversari­o. La playa de la ‘Operación Dynamo’ vuelve a cerrar 80 años después, ahora por culpa del coronaviru­s

- ALBERTO ROJAS

La playa francesa abandonada por los pocos prisionero­s aliados que las tropas alemanas pudieron capturar tras el gran desalojo masivo.

Esta crónica debería comenzar en la terraza de la brasserie Bistrot de la Plage de Dunkerque, pero está clausurada por culpa del coronaviru­s, exactament­e igual que hace 80 años, cuando sus dueños huyeron tan rápido que no dejaron ni un cartel para comunicar las razones de aquel cierre, aunque tampoco había que explicar nada. Miles de soldados británicos desarmados, exhaustos y desmoraliz­ados formaban largas hileras ataviados con sus ridículos cascos con forma de plato, de pie sobre la arena, ya el 26 de mayo de 1940, mientras que la aviación alemana los bombardeab­a de vez en cuando.

Londres había comenzado la Operación Dynamo para salvar lo quefuerasa­lvabledeaq­ueldesastr­e.

Esas masas se fueron ampliando los días siguientes hasta que kilómetros de playa, la más larga de Europa, se llenaron con toda la fuerza expedicion­aria que Reino Unido había desplegado en Francia para detener a los nazis. ¿Pero cómo se llegó hasta aquí? Dos semanas antes, el 10 de mayo de 1940, el Tercer Reich había comenzado una de las maniobras militares más audaces que se recuerdan en la Historia militar. Partiendo sus fuerzas en tres, el 30% de ellas inició su guerra relámpago a través de Holanda y Bélgica, que cayeron en pocos días.

Los aliados picaron el cebo y enviaron a sus ejércitos hasta la frontera belga para detener a la

pujante Wehrmacht, cuyo músculo era aún inferior al francés y al británico, pero no su concepto bélico, mucho más moderno que la vieja guerra de posiciones que proponían Londres y París. Los alemanes mandaron a otro 5% de sus soldados a atacar al sur, a la inexpugnab­le Línea Maginot, en la frontera francoalem­ana. No era una ofensiva que pretendier­a superar la tupida red de búnkeres, sino una maniobra de distracció­n para que los galos no movieran ni uno de sus hombres hacia otras zonas. Porque el verdadero ataque de ruptura, con el 65% de los ejércitos de Hitler, tenía lugar por caminos de tierra en los bosques belgas de las Ardenas, sin que el enemigo, ciego en su análisis, percibiera el movimiento.

Una jugada brillante que causó el pánico en una Francia atenazada por la parálisis, la división y la pereza de sus generales y sus políticos, tal y como la define el periodista Manuel Chaves Nogales, exiliado en París aquellos días aciagos, en su libro La agonía de Francia: «Los regímenes totalitari­os no marcan una superiorid­ad sobre las democracia­s mas que cuando éstas se hallan interiorme­nte podridas», escribe. Antes de que los aliados pudieran parpadear, los alemanes ya estaban en Sedán. A Maurine Gamelin, el general encargado

El ejército alemán rodeó en 1940 a todos los soldados británicos en torno a una playa

Esos rescatados volvieron cuatro años después para liberar Europa en Normandía

de las tropas francesas, se le puso la misma cara que se les queda a los ajedrecist­as que entienden que en seis movimiento­s caen por jaque mate. Los alemanes sólo tenían que virar hacia el norte por la brecha de las Ardenas y cercar a las fuerzas británicas y galas que habían acudido a cortar el avance por Bélgica y Holanda. Game over.

En el desparrame de pánico de aquellas tropas desmoraliz­adas sólo reaccionó un brigadier alto y delgado llamado Charles de Gaulle, que atacó el flanco alemán con sus tanques y dio tiempo a los aliados a replegarse en aquella playa de Dunkerque. En poco tiempo, la Historia le tendría re

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