Biden llama asesino a Putin
Mantuve durante algunos años amistad verdadera con Igor Ivanov. Embajador de la Unión Soviética en Madrid, era, en las distancias cortas, hombre culto, afable y sagaz. Tras el estrépito con que se derrumbó el muro de Berlín, demostró su calidad de hombre de Estado y alcanzó grandes éxitos como ministro de Asuntos Exteriores de la nueva Rusia. Recuerdo que en la época oscura me dijo, bajando la voz, mientras almorzábamos en el restaurante El Bodegón: “La KGB es un Estado dentro del Estado y su aliento se sentirá durante largos años cuando en mi país se produzca la inevitable evolución”. Le vi por última vez en Oviedo. Era ya ministro de la nueva democracia rusa y recuerdo que comenté con José Ramón Álvarez Rendueles, gobernador del Banco de España, su espíritu moderador y su sagacidad política.
Y bien. Joe Biden, a diferencia de Donald Trump, es un hombre prudente, discreto, largos años vicepresidente de Estados Unidos, con dilatada experiencia en las relaciones internacionales. Está convencido de que el espíritu de la KGB, del espionaje sin límites, permanece en Rusia. Ha calificado de asesino a Putin. ¡El presidente de Estados Unidos ha llamado públicamente asesino al presidente de Rusia! La conmoción sacudió las altas esferas de la política internacional. Biden, que es el hombre mejor informado del mundo junto al Papa Francisco, ha denunciado, además, injerencias rusas, al estilo KGB, en varias naciones, y también en Estados Unidos, que se disputa el imperio del mundo con China en la segunda guerra fría, la del 5G y el tsunami digital.
Rusia no quiere que la marginen de la nueva lucha. Desea estar presente, a pesar de las fragilidades económicas que la zarandean. Desdeña las denuncias de Biden y está dispuesta a intervenir en las naciones que orbitan en torno a China o Estados Unidos. No le importa que sus huellas resbalen en la sangre. Y aquí viene la pregunta de inmediata actualidad: ¿Intervendrá Rusia también en las elecciones madrileñas, como ha hecho en tantos otros países? Hay quien afirma que está moviendo ya los sutiles hilos digitales de su espionaje internacional. Y eso alerta, incluso, a Estados Unidos de América, que, como decía Rubén Darío, “cuando se estremecen hay un hondo temblor que pasa por las vértebras enormes de los Andes”.
Está convencido de que el espíritu de la KGB, del espionaje sin límites, permanece en Rusia