“Karoshi, burnout o la sobrecarga laboral de nuestro tiempo”
Hace medio siglo, el optimismo tecnológico auguraba que los robots y la informática reducirían drásticamente nuestras jornadas laboral es. Sea firmó que, en el nuevo milenio, trabajaríamos la mitad del año con el mismo nivel de vida. Así, se dedica ría más tiempo al ocio que al negocio. Frente a aquellas teorías, nuestra realidad es mucho más cruda. Japón ha reconocido legalmente el fenómeno“ka roshi” para describirlo s problemas de salud—e incluso muerte—derivados del exceso de trabajo; el mundo anglosajón denomina “burnout” al chamuscado por esta sobrecarga laboral. La desigualdad se agudiza: mientras muchos sed es esperan por encontrar empleo, otros viven desbordados hasta la angustia.
Los antiguos ya conocieron estos suplicios: en latín, ‘trabajo’ procede de “tripalium”, un instrumento de tortura —formado por tres palos— donde ataban al reo para sufrir tormento. En la mitología griega, el trabajador por antonomasia fue Hércules. Como castigo le impusieron doce tareas imposibles sin salario, sin horarios, fines de semana ni vacaciones: un contrato monstruoso. Según la leyenda, acabó quemado —literalmente— en una pira.
Nuestro mundo aplaude a los profesionales de la salud, vitoreados como héroes, olvidando que su oficio está atenazado por una titánica precariedad, lastrado por el agotamiento, las guardias, la tensión y una sobrecarga casi inhumana. La mayor gratitud sería reclamar la estabilidad de sus vidas cotidianas, sin exigirles ser épicos ni hercúleos: que su labor no sea cada mañana una hazaña.