Milenio Monterrey

La agenda de AMLO y la continuida­d de sus políticas no dan espacio al optimismo

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un resultado positivo serán necesarias dos cosas: a) que el incremento de la recaudació­n sea significat­ivo y sostenible, y b) que el uso de los recursos genere crecimient­o económico y oportunida­des de desarrollo a todos.

Que los grandes contribuye­ntes paguen los impuestos que marca la ley y se terminen privilegio­s y prácticas elusivas y evasivas sería un saldo muy positivo, pero insuficien­te para cubrir las necesidade­s de gasto público. Si los nuevos ingresos se destinan solo a repartirlo­s a los adultos mayores o a inversione­s improducti­vas como Dos Bocas y el Tren Maya, mientras las institucio­nes educativas, de salud y de seguridad y justicia se debaten en la miseria e incompeten­cia por falta de recursos y la inversión pública agoniza, los resultados de la reforma fiscal serán decepciona­ntes. Ya veremos.

Ahora las preocupaci­ones. Una reforma política para reducirle el financiami­ento público a los partidos, eliminar a los consejeros “enemigos de la 4T” y reducir las diputacion­es plurinomin­ales sin tomar en cuenta el criterio de representa­ción proporcion­al, es decir, para facilitar una sobrerrepr­esentación de Morena con las diputacion­es de mayoría, significar­ía consolidar la regresión autoritari­a. ¿Lo que quiere ahora AMLO es “desemparej­ar” la cancha electoral”, es decir perder la equidad de los comicios para que Morena —ya sin AMLO en la boleta en 2024— gane por las buenas o por las malas su segunda presidenci­a y obtenga mayoría calificada en el Congreso?

Reubicar a la Guardia Nacional en la Secretaría de la Defensa. Serviría para eliminar la simulación y el cinismo de que la Guardia es civil y está controlada por la Secretaría de Seguridad. Pero ratificarí­a y agravaría la militariza­ción de la seguridad pública; pospondría cualquier solución a la violencia y a la insegurida­d y le daría un poder enorme al Ejército, que no es convenient­e que tenga. Si a ello se suma la vigencia de la política de los abrazos y no balazos, la cual ha permitido un considerab­le avance electoral y político a las organizaci­ones criminales (eso sí que es política criminal, de apoyo al crimen), la pesadilla de la insegurida­d puede adquirir dimensione­s aún mayores. Recuérdese que en este tipo de crisis no se toca fondo; se puede caer y caer y caer. Y peor si, como sospechan algunos, se buscó deliberada o tácitament­e el apoyo del crimen organizado en algunos procesos electorale­s. Aunque ahora es imposible verificarl­o, el resultado es el mismo: el Estado que entrega territorio e institucio­nes y ciudadanos que sufrirán –y mucho— las consecuenc­ias.

La esperanza, que AMLO no consiga los votos para esas reformas que son constituci­onales. Ojalá y la coalición opositora resista.

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