Milenio Monterrey

La debilidad de los fuertes

- AVELINA LÉSPER

Arbitraria y voluble, la fortuna elige pero no sostiene, abandona y se marcha a trastornar otra existencia y, acaso, premiarla o destruirla. El poder lo sabe, ostentar el privilegio demandar y decidir, es padecer el miedo ala impredecib­le fortuna. La procura n con superstici­ones y magia, el poderoso quiere conocer el futuro y controlarl­o, acabar con sus enemigos, alejar los eventos desgraciad­os, manipular eso que no está a nuestro alcance: el destino.

El rey Charles I de Inglaterra tenía en su corte a dos astrólogos, eruditos en ciencia y alquimia, Sir GeorgeWh ar ton yEli as Ashmo le. Los consultaba todos los días, cónclave de astros, deliberaba­n, guiaban y aconsejaba­n en guerras y amores. Aterra dos, vieron en los astros la caída de su rey, la furia de Cromwell, con hermenéuti­ca buscaron cambiar la fatalidad infausta. No fue posible, el rey absolutist­a fue decapitado, en un espectácul­o público y su cabeza rodó como una estrella roja, con los ojos abiertos.

Voltaire en su Diccionari­o Filosófico afirma que la astrología se inventó antes de que tuviéramos una idea clara de cómo era el Universo y el Sistema Solar, que el calendario ha cambiado en varias ocasiones y que eso invalida cualquier predicción. Papas, príncipes y gobernante­s, ignorantes y orgullosos, seducidos y engañados por la astrología, nos dice Voltaire, muchos de ellos murieron asesinados, traicionad­os, o de enfermedad­es dolorosas, sin que los astrólogos pudieran prevenir o conjurar.

Ascienden por los medios más detestable­s, los poderosos creen más que en sus su puestos“ideales” o fines, en que hay algo inasible, irracional, incontrola­ble que los sostendrá con una fuerza más efectiva que la de un ejército y los protegerá de su propia existencia.

Cicerón en su libro De la Adivinació­n dice que las señales o visiones enviadas por los dioses requieren la interpreta­ción de un oráculo, la adivinació­n “es el presentimi­ento de las cosas fortuitas”, sin embargo, no hay que atender a los sueños, y reprocha a Sócrates que se haya tomado tiempo en estudiarlo­s. ¿Qué soñarán los poderosos?

Santeros, brujos, chamanes, el ritual persigue lo mismo: aniquilar a los enemigos y conservar a la fortuna. Adictos a la adivinació­n, brujería, astrología, el día de hoy somos gobernados por personas que sacrifican gallos, hacen ofendas, cargan talismanes y saben que sus rivales también convocarán los mismos recursos.

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