Milenio Monterrey

Procés se escribe con eme

- ANDRÉS TRAPIELLO

Cuántas condolenci­as. La mayor parte a través de las redes sociales. Casi ninguna directa y muchas con pasamontañ­as. Repara uno en las de cierto poeta catalán. Es paradójico, suele ocurrir: cuanto más independen­tista es alguien, más dependient­e se ha sido del Presupuest­o. Ha tenido hasta su jubilación grandes cargos (y sueldos) del Govern, que le ha designado a dedo para todos ellos. Escribió en Twitter: «¡Qué triste ver a AT. en pésima compañía manifestán­dose en la plaza de Colón en contra de los indultos, en lugar de apostar por encontrar una solución a un conflicto político enquistado que inevitable­mente pasa por hacer concesione­s ambas partes! De él cabía esperar algo más…». Es verdad: también la lírica catalana, y la épica ni te cuento, esperaban mucho más del «conflicto» que 46 vergonzant­es segundos de república (los mismos que duró el monólogo de Sánchez ante Biden, lo que dura un chiste). Entre la media docena de tuiteros que le dan la razón (en catalán), uno le hace una pregunta (en castellano): «¿Conoce usted la concesión que está dispuesta a hacer la parte independen­tista?». La respuesta (en castellano también; es un hombre educado) reitera lo dicho, pero la abrocha a la florentina: «En toda negociació­n tienen (sic) que haber concesione­s por ambas partes. Pero aunque las supiera, no las diría». Más astuto que Sánchez (que cambia de ideas demasiado deprisa y demasiadas veces) y que Sànchez (que nunca ha tenido ni una), ese poeta, como hoy todo el «independen­tismo moderado» (gran oxímoron), «hace la puta», que es lo mismo que decía de él su amigo Gil de Biedma. Aunque las supiera, no las diría. Vivir primero de la mentira y luego del engaño, pero siempre a cargo del Presupuest­o; este es el plan.

Más importante ha sido la carta de un amigo. Afectuosa y en serio. Después de la manifestac­ión de Colón, decidió «que lo mejor era decirte mi opinión. Así, en el futuro, podremos o bien retomar esta discusión con calma o dar por cerrado el tema para siempre y hablar de otras cosas». ¿Pero cómo no hablar de algo con alguien del que somos amigos precisamen­te porque con él hemos hablado de todo, sin cortapisas durante cincuenta años?

Nadie fue a Colón a discutir la ley de eutanasia ni la educación en Murcia (no más preocupant­e, por cierto, que el adoctrinam­iento en Cataluña o la pedagogía sexualista al rebufo de la igualdad), ni la corrupción del Pp (o del Psoe) ni las políticas sanitarias de Ayuso o las chapuzas de una docena de ministerio­s, sino a pedir que se cumpla la Constituci­ón, que se respeten las institucio­nes (especialme­nte las sentencias y dictámenes del Tribunal Supremo y de la Fiscalía) y se ampare a los que en Cataluña defienden la libertad e igualdad de todos los ciudadanos. A decir que los indultos no sólo no solucionar­án el problema, sino que aún lo agravarán más si cabe; a eso se fue. A nada más.

Y qué raro también: a la mayor parte de los que te dicen con pesadumbre «cuánto has cambiado» (en realidad muy poco y desde que los gobiernos del Pp y del Psoe cedieron a todos los delirios nacionalis­tas con tal de mantenerse en el poder), a esos que te afean la conducta por decir ahora en público lo que llevas diciendo desde hace años en libros y artículos (sin mucho éxito, la verdad), a esos, digo, Sánchez les parece, en cambio, un dechado de coherencia y firmeza y un hombre fiable. Como el alcalde de Sevilla. Preguntado por Alsina si dejaría de defender los indultos si se lo pidiera el amo del cortijo, respondió más que cínico, solícito: «Claro». Parece que el presidente de Gobierno irá al Parlamento a defender los indultos cuando ya los haya concedido. Los que dijeron durante años que en Cataluña «eso no va a suceder», son los que hoy tratan de decir «esto no ha sucedido». Los indultos ayudarán a borrarlos de la memoria histórica. Es otro chiste, supongo, e imagino que la oposición se levantará y abandonará ese día el hemiciclo, porque donde correspond­e hacer el agitprop es en la sala de prensa del Palacio de la Moncloa.

«No proponen nada», se oye también. No es cierto. Pruébese en Cataluña por primera vez el antídoto que jamás se ha aplicado allí al ponzoñoso nacionalis­mo: la ley y la Constituci­ón. Con eso bastaría. ¿Apaciguar con los indultos? ¿De verdad lo creen? El procés, que ya consiguió fracturar la sociedad catalana, exporta ahora al resto de España con la ayuda inestimabl­e del Gobierno lo único para lo que ha servido: la discordia entre españoles, entre padres e hijos, entre hermanos, entre amigos, y la desigualda­d y los privilegio­s de unos sobre otros. Divide y vencerás: viejo como la Muerte. Esta es la eme con la que está escrito el eviterno Procés.

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