La prensa conservadora ataca maraca
Ayer Gamés dio breve noticia de un reportaje publicado en The Economist, en el cual se da cuenta de la violencia desaforada en México; ahora, Financial Times ha presentado un texto sobre la militarización de México en el gobierno de AMLO
“Los soldados no están capacitados ni están interesados en realizar actividades policiales”
Repantigado en el mullido sillón del amplísimo estudio, Gil siguió a la prensa conservadora y, para más agravios presidenciales, a las publicaciones de lengua inglesa. Se sabe: la realidad es conservadora. Ayer Gamés dio breve noticia de un reportaje inquietante publicado en The Economist en el cual los periodistas británicos dan cuenta de la violencia desaforada en México. Ahora, Financial Times ha presentado un texto de David Agren sobre la militarización de México bajo el gobierno de López Obrador. Oigan, amigos de la autodenominada 4T, si no tienen Tafil, puesto que el Insabi es un fracaso y Birmex es otro fracaso, tomen un poco de bicarbonato de sodio, ese sí se encuentra en las farmacias y almacenes de reconocido prestigio.
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El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, presentó una reforma al Congreso que pone a los 118 mil efectivos de la Guardia Nacional del país bajo el mando de la Secretaría de la Defensa, a pesar de que la Constitución establece que la fuerza debe operar bajo un liderazgo civil. La medida ha alarmado a organizaciones de la sociedad civil y de derechos humanos, que advierten que militariza aún más la seguridad pública y otorga aún más poder a los generales.
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“El propósito de esta iniciativa no es militarizar al país ni instaurar el autoritarismo, sino cuidar, con la orientación [de la Secretaría de la Defensa], el sano crecimiento de la que debe ser la principal institución de seguridad pública de México”, dijo López Obrador.
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La propuesta del presidente de izquierda surge cuando la violencia convulsiona a México. Los cárteles de la droga luchan entre sí por el territorio y recurren a tácticas terroristas como la movilización de matones que, durante una semana especialmente sangrienta de agosto, mataron civiles al azar y quemaron camiones, autobuses y negocios. L(i)ópez Obrador ha minimizado la violencia e insistido en que la seguridad pública en México está mejorando. Acusó a la prensa de sensacionalismo al cubrir los recientes espasmos de narcoviolencia. “Sin duda, nuestros oponentes están exagerando”, dijo en agosto. “No hay gran problema”.
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El Congreso tiene 30 días para votar la iniciativa, que cambiaría las leyes que rigen a la Guardia Nacional y transferiría fondos del Ministerio de Seguridad Pública a las Fuerzas Armadas, pero no cambiaría la Constitución. El partido Morena del presidente y sus aliados tienen mayorías en ambas cámaras del Congreso, pero carecen de los votos para cambiar la Constitución.
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Los críticos están preocupados por las implicaciones de dar a los militares el control de la Guardia Nacional. “En su mayoría es una fuerza auxiliar de hombres armados, que pueden desplegarse junto con la policía municipal, la policía estatal, pero que en realidad no es capaz de desempeñar el papel de policía municipal”, dijo Samuel Storr, investigador de la Universidad Iberoamericana en la Ciudad de México. López Obrador ganó el poder en 2018 haciendo campaña con el lema “Abrazos, no balazos” y prometiendo un nuevo enfoque de la seguridad pública. Pero rápidamente aumentó la dependencia de las fuerzas armadas, que han sido desplegadas por sucesivos presidentes en los últimos 15 años para tratar de pacificar el país. La Guardia Nacional fue concebida como una amalgama de la Policía Federal y la policía militar bajo dirección civil. Pero Storr dijo que la nueva fuerza ha comenzado a expulsar a los ex agentes de la Policía Federal y no ha actuado como una fuerza policial tradicional. “La cantidad de personas que han sido detenidas como resultado del trabajo de inteligencia es muy pequeña”, dijo Storr. Lilian Chapa Koloffon, investigadora de políticas de World Justice Project, dijo: “El problema es que los soldados no están capacitados ni están interesados en realizar actividades policiales a nivel local, como la prevención de delitos... tales como robo, asalto, robo de autos y extorsión”. L(i)ópez Obrador comenzó a desmantelar la Policía Federal poco después de asumir el cargo, alegando que era irremediablemente corrupta. Esa fuerza recién había sido creada durante la administración de Felipe Calderón 2006-2012, con el objetivo de convertirse en una fuerza profesional moderna.
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Todo es muy raro, caracho, como diría William Faulkner: “Lo que se considera ceguera del destino es en realidad miopía propia”.
Gil s’en va