Los poderes digitales
Amazon, Apple, Facebook, Google y Twitter han tomado el control de aspectos de la sociedad, la economía y la seguridad nacional en EU que durante mucho tiempo fueron dominio exclusivo del Estado, destaca un ensayo en Foreign Affairs...
Gil cerraba la semana con síntomas de terrible agotamiento, apenas acopiaba fuerza para acercarse a la revista
Foreign Affairs y un ensayo notable sobre los nuevos gigantes tecnológicos, un estudio de Ian Bremmer, autor de varios libros y fundador y director de la consultora Eurasia. Gil presenta los subrayados de la primera parte de esta incidencia en el mundo digital.
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Después de que los manifestantes irrumpieran en el Capitolio de los Estados Unidos el 6 de enero, algunas de las instituciones más poderosas de los Estados Unidos entraron en acción para castigar a los líderes de la fallida insurrección. Pero no eran los que cabría esperar. Facebook y Twitter suspendieron las cuentas del presidente Donald Trump. Amazon, Apple y Google desterraron efectivamente a Parler, una alternativa a Twitter que los partidarios de Trump habían utilizado para alentar y coordinar el ataque, bloqueando su acceso a los servicios de alojamiento web. Las principales aplicaciones de servicios financieros, como PayPal y Stripe, dejaron de procesar pagos para la campaña de Trump y para cuentas que habían financiado los gastos de viaje a Washington, DC, para los partidarios de Trump.
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La velocidad de las reacciones de estas empresas de tecnología contrasta fuertemente con la débil respuesta de las instituciones gubernamentales de los Estados Unidos. El Congreso aún no ha censurado a Trump por su papel en la toma del Capitolio. Sus esfuerzos por establecer una comisión bipartidista al estilo del 11 de septiembre fracasaron en medio de la oposición republicana. Los organismos encargados de hacer cumplir la ley han podido arrestar a algunos violentos, pero en muchos casos solo pudieron localizarlos siguiendo las pistas que dejaron en las redes sociales.
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Los Estados han sido los principales actores en los asuntos mundiales durante casi 400 años. Eso está empezando a cambiar, ya que un puñado de grandes empresas de tecnología rivalizan con ellas por su influencia geopolítica. Las secuelas de los disturbios del 6 de enero sirven como la prueba más reciente de que Amazon, Apple, Facebook, Google y Twitter ya no son simplemente grandes empresas; han tomado el control de aspectos de la sociedad, la economía y la seguridad nacional que durante mucho tiempo fueron dominio exclusivo del Estado. Lo mismo ocurre con las empresas tecnológicas chinas, como Alibaba, ByteDance y Tencent. Los actores no estatales están dando forma cada vez más a la geopolítica, con las empresas de tecnología a la cabeza. Y aunque Europa quiere jugar, sus empresas no tienen el tamaño ni la influencia geopolítica para competir con sus homólogos estadounidenses y chinos.
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La mayor parte del análisis de la competencia tecnológica entre Estados Unidos y China está atascado en un paradigma estatista. Representa a las empresas de tecnología como soldados de a pie en un conflicto entre países hostiles. Pero las empresas de tecnología no son meras herramientas en manos de los gobiernos. Ninguna de sus acciones inmediatamente después de la insurrección del Capitolio, por ejemplo, se produjo a instancias del gobierno o de las fuerzas del orden. Estas fueron decisiones privadas tomadas por empresas con fines de lucro que ejercen poder sobre el código, los servidores y las regulaciones bajo su control. Estas empresas están moldeando cada vez más el entorno global en el que operan los gobiernos. Tienen una gran influencia sobre las tecnologías y los servicios que impulsarán la próxima revolución industrial, determinan cómo los países proyectan poder económico y militar, dan forma al futuro del trabajo.
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Es hora de empezar a pensar en las empresas tecnológicas más grandes como Estados. Estas empresas ejercen una forma de soberanía sobre un ámbito en rápida expansión que se extiende más allá del alcance de los reguladores: el espacio digital. Aportan recursos a la competencia geopolítica, pero enfrentan restricciones en su poder para actuar.
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Los politólogos se basan en una amplia gama de términos para clasificar a los gobiernos: hay “democracias”, “autocracias” y “regímenes híbridos”, que combinan elementos de ambos. Pero no tienen esas herramientas para entender Big Tech. Es hora de que empiecen a desarrollarlos, ya que no todas las empresas de tecnología funcionan de la misma manera. Aunque las empresas de tecnología, al igual que los países, se resisten a las clasificaciones ordenadas, hay tres fuerzas generales que impulsan sus posturas geopolíticas y visiones del mundo: el globalismo, el nacionalismo y la utopía tecnológica.
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Como todos los viernes, Gil toma la copa con amigos verdaderos. Mientras el mesero se acerca con la bandeja que soporta el Glenfiddich 15, Gamés pondrá a circular sobre el mantel tan blanco las frases de Aldous Huxley: “El progreso sólo nos ha provisto de medios eficientes para ir hacia atrás”.