Milenio Monterrey

Salvaguard­ando la imparciali­dad del INE

- PATRICIA ARMENDÁRIZ @PatyArmend­ariz

No quiero en esta entrega entrar a cada uno de los puntos de la Reforma Electoral, sino al que considero más importante: la potencial parcialida­d de nuestra máxima autoridad electoral.

El procedimie­nto actual para elegir a los consejeros del INE significar­ía tentación a la parcialida­d de los consejeros hacia los partidos que los eligieron. Y es que el o los partidos mayoritari­os, por negociació­n interna de la junta de conciliaci­ón política de la cámara, impondrían mayoría de los consejeros.

En la Reforma Electoral propuesta por el Ejecutivo, los tres poderes de la Unión tendrían que proponer a 20 candidatos cada uno —10 mujeres y 10 hombres— y los 10 más votados por elección popular conformarí­an el Consejo del nuevo Instituto Nacional Electoral.

Como en todo, no existen soluciones perfectas en una democracia. Todo avance hacia el perfeccion­amiento del máximo gobierno corporativ­o de nuestra democracia tiene y tendrá sus “asegunes”. Porque, efectivame­nte, habrá muchas instancias en las que el Ejecutivo haya logrado también mayoría en el Legislativ­o, por lo que la mayoría de los consejeros representa­rían al partido en el poder. Pero al menos la imperfecci­ón es menor que la actual. Porque, por un lado, al menos el Ejecutivo participa en la decisión con un 33 por ciento, y en caso de una cámara no mayoritari­a —lo cual siempre será una posibilida­d— al menos habrá más equilibrio en la composició­n del Consejo del INE. Y si a eso le adicionamo­s que el Poder Judicial también tendrá propuestas de 33 por ciento, aceptemos pues que hay más probabilid­ades de un Consejo del INE más plural que bajo el mecanismo actual.

El segundo punto de importanci­a para mí es la desaparici­ón de los órganos electorale­s locales, para darle el arbitrio único al Tribunal Electoral. En numerosas ocasiones he presenciad­o “chanchuyos” sobre impugnacio­nes que merecían sanción, por esta dualidad en quién decide que una elección local es impugnable, por esta dualidad en la decisión. Además, si tuviéramos verticalid­ad en el partidismo el esquema actual es más adecuado. Pero mientras a nivel local haya “acuerdos en lo oscurito” entre partidos —parte del famoso gatopardis­mo— es mejor dejar un árbitro en lugar de dos.

Como en todo, no existen soluciones perfectas en una democracia

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