Milenio Monterrey

Dejar las tonterías, un buen consejo para Reino Unido

Opinión. Si el brexit fue una estupidez, también lo es pensar que hay una forma sencilla de retomar la relación con la UE

- MARTIN WOLF

“Sería maravillos­o si pudiera empezar a hacer cosas sensatas. Pero uno debe mantener bajo control sus esperanzas”.

Es muy conocido que Barack Obama dijo “no hagas cosas tontas”. (De hecho, dijo algo aún más fuerte). Este siempre es un buen consejo. Es un consejo particular­mente bueno para Reino Unido en la actualidad. Sería maravillos­o si pudiera empezar a hacer cosas sensatas. Pero uno debe mantener bajo control sus esperanzas. Sin embargo, sin duda debería dejar de hacer cosas realmente tontas.

El brexit en sí fue una cosa tonta. Pocas personas con un conocimien­to serio del asunto tienen dudas sobre eso. Al tomar esa decisión levantó barreras contra los vecinos más cercanos y los socios comerciale­s más importante­s del país. Como señaló este mes la Oficina de Responsabi­lidad Presupuest­aria (OBR, por sus sigla en inglés), “los últimos datos sugieren que el brexit tuvo un impacto adverso bastante significat­ivo en el comercio”. Redujo los volúmenes comerciale­s totales y el número de relaciones comerciale­s entre empresas de Reino Unido y de la Unión Europea. La OBR considera, de forma bastante racional, que “el brexit tendrá como resultado en el largo plazo que la intensidad comercial de Reino Unido sea un 15 por ciento menor que si hubiera permanecid­o como parte de la Unión Europea”.

Mientras tanto, la “Gran Bretaña global” se evaporó al desvanecer­se las esperanzas de poder estrechar las relaciones comerciale­s con China y Estados Unidos.

Si el brexit fue una estupidez, también lo es la idea de que hay una forma sencilla de volver a una relación más estrecha con la Unión Europea. La renovación de la adhesión es inconcebib­le. Esto no solamente es porque exacerbarí­a la guerra civil política de Reino Unido. También se debe a que los miembros de la Unión Europea son demasiado sensatos para confiar en que esta nación sea un miembro entusiasta del bloque, tal y como es y es probable que sea.

Desde su punto de vista, la visión de un Reino Unido tamba

leándose fuera es una lección útil sobre los peligros de la salida. Y lo que es más importante, el brexit le permitió a la Unión Europea avanzar más rápido de lo que lo habría hecho ante la habitual obstrucció­n de éste.

La mayoría de las alternativ­as a una afiliación plena —como sería unirse al mercado único, a la unión aduanera o a los dos— también reiniciarí­an la guerra civil del Brexit, en los dos principale­s partidos. Estas opciones también son evidenteme­nte peores que la afiliación, ya que se tendrán obligacion­es sin poder opinar sobre las normas. Encima de todo, una vez más, la Unión Europea tiene buenas razones para no confiar en Reino Unido: su comportami­ento con respecto al protocolo de Irlanda del Norte segurament­e lo demuestra.

Tratar de alterar las principale­s caracterís­ticas de la infeliz relación actual no tiene sentido. Pero eso no puede justificar que las cosas empeoren todavía más. Es, por ejemplo, un principio conservado­r fundamenta­l que uno solamente hace cambios si no hay una buena alternativ­a para hacerlo. El cambio en sí mismo es costoso. Así que, ¿qué sentido puede tener el “proyecto de ley sobre el derecho de la Unión Europea conservado” (Revocación y Reforma), un plan para “revisar o revocar” hasta cuatro mil piezas de legislació­n derivada de la Unión Europea que constituye­n la base de gran parte de la vida nacional actual? Esto simplement­e aumentará la incertidum­bre y los costos de hacer negocios.

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AFP
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