Dejar las tonterías, un buen consejo para Reino Unido
Opinión. Si el brexit fue una estupidez, también lo es pensar que hay una forma sencilla de retomar la relación con la UE
“Sería maravilloso si pudiera empezar a hacer cosas sensatas. Pero uno debe mantener bajo control sus esperanzas”.
Es muy conocido que Barack Obama dijo “no hagas cosas tontas”. (De hecho, dijo algo aún más fuerte). Este siempre es un buen consejo. Es un consejo particularmente bueno para Reino Unido en la actualidad. Sería maravilloso si pudiera empezar a hacer cosas sensatas. Pero uno debe mantener bajo control sus esperanzas. Sin embargo, sin duda debería dejar de hacer cosas realmente tontas.
El brexit en sí fue una cosa tonta. Pocas personas con un conocimiento serio del asunto tienen dudas sobre eso. Al tomar esa decisión levantó barreras contra los vecinos más cercanos y los socios comerciales más importantes del país. Como señaló este mes la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria (OBR, por sus sigla en inglés), “los últimos datos sugieren que el brexit tuvo un impacto adverso bastante significativo en el comercio”. Redujo los volúmenes comerciales totales y el número de relaciones comerciales entre empresas de Reino Unido y de la Unión Europea. La OBR considera, de forma bastante racional, que “el brexit tendrá como resultado en el largo plazo que la intensidad comercial de Reino Unido sea un 15 por ciento menor que si hubiera permanecido como parte de la Unión Europea”.
Mientras tanto, la “Gran Bretaña global” se evaporó al desvanecerse las esperanzas de poder estrechar las relaciones comerciales con China y Estados Unidos.
Si el brexit fue una estupidez, también lo es la idea de que hay una forma sencilla de volver a una relación más estrecha con la Unión Europea. La renovación de la adhesión es inconcebible. Esto no solamente es porque exacerbaría la guerra civil política de Reino Unido. También se debe a que los miembros de la Unión Europea son demasiado sensatos para confiar en que esta nación sea un miembro entusiasta del bloque, tal y como es y es probable que sea.
Desde su punto de vista, la visión de un Reino Unido tamba
leándose fuera es una lección útil sobre los peligros de la salida. Y lo que es más importante, el brexit le permitió a la Unión Europea avanzar más rápido de lo que lo habría hecho ante la habitual obstrucción de éste.
La mayoría de las alternativas a una afiliación plena —como sería unirse al mercado único, a la unión aduanera o a los dos— también reiniciarían la guerra civil del Brexit, en los dos principales partidos. Estas opciones también son evidentemente peores que la afiliación, ya que se tendrán obligaciones sin poder opinar sobre las normas. Encima de todo, una vez más, la Unión Europea tiene buenas razones para no confiar en Reino Unido: su comportamiento con respecto al protocolo de Irlanda del Norte seguramente lo demuestra.
Tratar de alterar las principales características de la infeliz relación actual no tiene sentido. Pero eso no puede justificar que las cosas empeoren todavía más. Es, por ejemplo, un principio conservador fundamental que uno solamente hace cambios si no hay una buena alternativa para hacerlo. El cambio en sí mismo es costoso. Así que, ¿qué sentido puede tener el “proyecto de ley sobre el derecho de la Unión Europea conservado” (Revocación y Reforma), un plan para “revisar o revocar” hasta cuatro mil piezas de legislación derivada de la Unión Europea que constituyen la base de gran parte de la vida nacional actual? Esto simplemente aumentará la incertidumbre y los costos de hacer negocios.