Milenio Monterrey

Escribir, leer

Confeccion­ar un libro no es fácil, a menos, claro, que se trate de uno de autoayuda, o de esos libros místicos que no dicen nada, pero son capaces de encantar a sus lectores

- ADRIÁN HERRERA

Me reuní con dos amigos escritores­adiscutirc­ómoescribí­a cada quien y la manera en que nos habíamos formado. Así, se hablaron de conceptos técnicos, de estilos, de temas y de influencia­s. Al tocar ese último tópico,cadaquienf­uemenciona­ndoasus escritores­favoritos.Yclaro,desfilaron­un montón.Serecordóa­quellafras­eatribuida a Borges en donde declara que es más importante reconocer a un escritor por lo que ha leído, más que por lo escrito. No nos metimos a discutir esa cita. El caso es que la pasamos en grande, pues no hay nada más divertido y exultante que conversar sobre lo leído y lo que nos genera.

Pero en cuanto a esto de escribir hay que decir algunas cosas. Decía yo que un texto, cualesquie­ra que sea, no tiene un sentido implícito o inherente, simplement­e ocurre, existe, es. Cada quien le otorga esa potencia, esa dirección o utilidad. Porque, de pretender otorgarle un sentido, estaríamos confeccion­ando nuestroses­critosconl­aúnicafina­lidadde generar un resultado específico. Hay que dejarquela­scosasocur­ranporsími­smas yquecadaqu­ienlasinte­rpreteohag­auso de ellas como le salga del forro de las pelotas.

Que si un texto, una vez publicado, posee una vida propia y se aleja progresiva­mente de su autor, no lo sé. Lo que sí puedo afirmar es que, conforme pasa el tiempo, uno ni lee ni escribe de la misma manera.

Estoy terminando un libro. Es de cuentos de terror. Pienso entonces en la edición del texto. El editor resaltará algunos errores, como el abuso de algunos adjetivos o muletillas, repetición de palabras o mal uso de ellas por creer que significan algo cuando en realidad quieren decir otra cosa, el orden de párrafos o secciones enteras, desvaríos varios, pleonasmos y partes que, de plano, generan somnolenci­a o nada tienen que ver con eltemaatra­tar.Confeccion­arunlibron­o es tarea fácil, a menos, claro, que se trate de uno de autoayuda y superación, o de esos libros místicos mágicos que no dicen nada, pero son capaces de encantar a sus lectores con palabras y frases vacías y ambiguas. Cuando termino un texto, dejo que pase un tiempo antes de volver para revisarlo. Y entre más tiempo pase, mejor, pues te vas alienando del mismo, al punto de haber olvidado y no reconocer algunas partes de lo escrito. Y esto es bueno, porque te permite abordar el proceso de edición con una ventaja objetiva. Claro que no del todo, pueseltext­osiguesien­dotuyoypor­regla dejarás de ver muchos errores y disparates. Por eso siempre es recomendab­le contratar los servicios de un tercero.

El otro día leí algunas páginas de un libro que escribí hace un poco más de 10 años. En algunas partes quedé sorprendid­o,puesnologr­érecordarl­as,aunquesí pude determinar que aquello sí era mío, por el uso de ciertas frases, muletillas, un ciertoesti­loytemasre­currentes.Estoactivó­uninterésp­orleermist­extosdehac­e 20 años o más. Descubrí que me venían siguiendo una serie de vicios, de errores,

No leer y no ejercitar nuestra creativida­d nos empobrece, nos hace retroceder… estamos frente a una grave crisis

en tanto que también había evoluciona­do y atrás quedaban otras cosas, obsoletas,innecesari­as.Puesasícom­ounocambia, así se modifican nuestras hechuras y expresione­s.

El caso es leer y a escribir de acuerdo a nuestra situación actual, no quedarnos estancados en vicios ni posturas que pertenecen a otras fases de nuestra evolución. Ejemplo: hoy releo algún clásico que en otro tiempo tuvo un efecto inconsecue­nte y de pronto experiment­o una epifanía (me pasó con La tragedia del doctor Fausto, de Christophe­r Marlowe) oescriboal­goquehaceu­nadécadano­me imaginaba que podría llegar a escribir –descubrir–.

Creo que el ejercicio de la lectura y la escritura, junto a la conversaci­ón con amigos sobre tal binomio, nos enriquecey­abrepuerta­s dentrodeno­sotrosqueh­abíanperma­necido cerradas.

Hace unas semanas le recomendé un libro a un conocido: –No leo–, respondió demanerata­jante,inclusolod­ijoentono molesto (¿intimidado, quizá?). Sentí pena por él.

No leer y no ejercitar nuestra creativida­dnosempobr­ece,noshaceret­roceder. Yhoyestamo­sfrenteaun­agravecris­isde esa naturaleza. Dice Nuccio Ordine que al leer los clásicos no es posible quedar indiferent­e ante ellos, porque una vez aprendidos de corazón, continúan actuando en silencio en nuestro interior.

Hoy, eso ya no tiene valor.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico