El liderazgo ético
Saparecerái usted teclea “libros + tipos de liderazgo”, inmediatamente un sinfín de apelativos: eficaz, resiliente, inspirador, situacional, consciente, proactivo, inteligente, consciente, visionario, democrático, trascendente, transformacional y muchos otros que se me escapan de la memoria.
No dudo que cada uno de ellos tenga cierta miga para dejarnos algo positivo en la cabeza e, incluso, en el corazón. Pero lo que sí dudo es que todos los tipos de liderazgo contengan lo que requiere el ejercicio de un liderazgo ético. Sobran ejemplos de líderes carismáticos, entregados y eficaces, pero éticamente impresentables. No necesitamos leer ningún libro especializado para identificarlos porque su patanería brota, aunque quieran ocultarlo.
Llevado al plano de las organizaciones, el liderazgo ético es fácil de distinguir, porque a la persona se le reconoce por dos rasgos: su integridad moral y su capacidad para gestionar éticamente los recursos de la organización.
Con respecto al primer rasgo, la persona es percibida –y tiene fama– de ser justa, honesta, íntegra en su actuar, comprometida en lo que hace, cumplidora en sus compromisos, incapaz de manipular a nadie parapetándose en su figura, respetuosa y considerada con respecto a la capacidad de las demás personas para cristalizar la misión organizacional.
Con relación al segundo, la actuación no se limita al uso honesto, transparente y sostenible de los recursos, sino que se extiende a la gestión inteligente y responsablemente de las finanzas, procesos y capacidades humanas
Hay líderes eficaces, pero éticamente impresentables
armonizando todo ello con los reglamentos, principios y valores organizacionales y los de la sociedad en la cual se inserta la organización.
Traigo a cuento este asunto del liderazgo ético, porque puede servirle como un filtro para ver y analizar el segundo debate presidencial, simplemente porque las y el candidato anunciaron que ofrecerán un espectáculo mucho peor que el primero que dieron. Claudia Sheinbaum se dedicará a relatar las glorias oníricas de su santo patrono, mientras que Xóchitl Gálvez dará rienda suelta al desparpajo que la caracteriza. Jorge Álvarez, a lo sumo, convertirá el oxígeno en dióxido de carbono.
Parte de lo dicho en el debate, pero sobre todo lo que ya forma parte de la historia del desempeño que han tenido
_ en respectivas gestiones, le permitirán a usted tener un criterio más poderoso que el simple carisma para decidir su voto. Evidentemente, me refiero a la integridad ética, de la cual le hablaré en otro momento.