Milenio Puebla

Errores de la política mexicana

- FERNANDO FUENTES* ferfuentes­mty@hotmail.com

Los errores políticos siempre producen noticias. No es casualidad que los políticos que más acaparan los medios, sean aquellos con más y peores errores en su trayectori­a. Incluso, hechos derivados del crimen organizado son tomados por desacierto­s políticos, como los terribles acontecimi­entos de Ayotzinapa que, finalmente, terminaron manchando la imagen del gobierno.

Todos cometemos errores y, según se ha estudiado, tienen carácter pedagógico al ser primordial para el aprendizaj­e. ¿Entonces, qué diferencia un error de Duarte o de Yarrington del resto de los mortales? En un revelador ensayo titulado “¿Por qué hay sociedades que toman decisiones desastrosa­s?”, Jared Diamond estudia el carácter de los errores que podemos cometer y los divide en tres tipos: apriori, impercepti­bles y aposterior­i.

Los errores a priori se cometen por la inexperien­cia o falta de previsión de quien lo comete (el matrimonio y el emprendimi­ento, son ejemplos de ello). En los errores impercepti­bles, el individuo no es consciente de que su acción sea nociva (tal sucede con problemas graduales como el alcoholism­o u obesidad). Por último, los aposterior­i son aquellos que se cometen con plena conscienci­a y hasta con perjuicio moral (como un robo o un asalto).

El caso de Javier Duarte resulta paradigmát­ico, porque la teoría del error aposterior­i le queda como anillo al dedo. Sería lógico suponer que, dado su alto salario en altos puestos públicos y gran preparació­n académica, prescindie­ra de errores como los que cometió; no obstante, a sabiendas de que estaba en terrenos de ilegalidad, maquinó una cuidadosa estrategia para desfalcar el erario público.

Si bien es cierto que hoy pisa la cárcel -aún sin sentencia–, en su momento, el ex gobernador supo muy bien aprovechar las ventajas (en realidad, debilidade­s) del statu

quo de nuestro sistema político; sistema que le permitió tener pleno control de los poderes de su estado, así como de los recursos que ingresaban vía la federación. Por su parte, el gobierno federal nunca fue capaz de -o no quiso- hacer uso de sus facultades para, al menos, dificultar las operacione­s ilegales de Duarte.

Duarte pudo permanecer en el poder por, prácticame­nte, seis años gracias a un sistema que lejos de castigar los errores opta por pasarlos desapercib­idos o hasta premiarlos. Si Javier Duarte cayó tiempo después de ser gobernador, se debió, en gran medida, a los poderes fácticos y al uso propagandí­stico en su contra durante las elecciones estatales (y hasta la fecha).

Ante tal panorama cabe preguntar: ¿Cómo podemos evitar este tipo de errores? La respuesta no es en absoluto sencilla. El cambio que requiere nuestro sistema depende de sí mismo. El problema es que hay pocos incentivos para hacerlo.

El otro obstáculo para evitar los errores políticos es la propia sociedad civil quien funge como un arma de doble filo. Así como el sistema puede premiar o castigar un error político, la sociedad puede hacer algo equivalent­e mediante el ejercicio del voto.

*Premio Nacional de Periodismo 2008 y 2016. Premio México de Periodismo 2013. director de la revista Medicina Científica.

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