Esto tiene que parar. El espectáculo de Javidú
Ayer fuimos espectadores del espectáculo que a veces confundimos con justicia. Rodeado de cámaras, seguimiento minuto a minuto, Javier Duarte salió de su prisión en Guatemala y llegó a una prisión mexicana. Arrancará ahora el largo camino procesal donde se probará si los investigadores mexicanos, federales y del estado de Veracruz, tuvieron la habilidad para desentrañar la red —que debe ser complicada— de dineros desviados y convertirlo en delitos perseguibles y punibles. Eso va para largo. Viendo el show, sin embargo, pensaba que de muchas maneras el daño está hecho —basta preguntar a los habitantes del estado— y que durante los seis años del gobierno de Duarte hubo suficientes señales y advertencias, y al final, hechos concretos, que revelaban el desastre. Desde el avión con efectivo, hace seis años y medio. Esto lo sabían en los gobiernos (el de Calderón y el de Peña) y no se hizo absolutamente nada.
Pienso que, como tantas cosas en el país y en especial con los gobernadores, es un problema, por supuesto que político y de voluntad, pero sobre todo estructural. Después de todo Duarte vivió, como todos los gobernadores, con Congreso a modo, contralores a modo, fiscal a modo. Si eso no cambia, volverá a suceder. Por eso es tan valioso el posicionamiento de ayer de las organizaciones de la sociedad civil frente a la clase política obstaculizando el Sistema Nacional Anticorrupción.
Como dijeron: “Hay grupos de políticos y funcionarios que se oponen al cambio, y otros que son incapaces de construir de la mano de la ciudadanía a la que dicen servir o representar. Queremos vivir en un país justo y libre de corrupción.
“Durante este año, hemos identificado renuencia de algunos de los congresos locales a trabajar con las organizaciones civiles y académicas de los estados mediante la figura de Parlamento Abierto; hemos visto indiferencia hacia mejores prácticas al momento de hacer nombramientos tanto del Sistema Anticorrupción, como de sus espejos en los estados; y, hemos atestiguado flagrantes atentados contra el derecho a la privacidad y libertad de expresión de periodistas, activistas y defensores de derechos humanos. Esto tiene que parar”. Es cierto. Esto tiene que parar. Si no, solo nos quedará esperar el próximo
Javidú. Y otro, y otro y así. Puro espectáculo.