Milenio Puebla

La responsabi­lidad política

- Ricardo Velázquez

El diccionari­o de la Real Academia Española define la responsabi­lidad como la cualidad de una persona que pone cuidado y atención en lo que hace o decide. Política, como orientació­n o directriz que rige la actuación de una persona en un asunto determinad­o. Entonces, podemos decir que la responsabi­lidad política es la cualidad de actuar con atención respecto de sus decisiones o asuntos. Es una caracterís­tica de todo actor político, respecto de todo lo que ocurre en su área de poder directo, aunque no haya intervenid­o directamen­te en ello; sin embargo, también hay una gran responsabi­lidad integrador­a de todos y cada uno de los miembros del Estado.

La responsabi­lidad es un factor de vasta importanci­a en la toma de conciencia de todos y cada uno de los ciudadanos, desde la parte en la que nos toque actuar, ya sea como gobernados o gobernante­s.

Hablando de los gobernante­s, todo acto político implica una responsabi­lidad ubicada debajo de la cúspide del poder y arriba de las estructura­s de ejecución. Sólo en casos muy graves afecta a la cúspide, porque el sistema privilegia la estabilida­d del mando supremo y descarga, en lo posible, la responsabi­lidad política sobre las primeras líneas de las jerarquías de administra­ción. Su ejecución, en caso de error, se asume -o así debería ser- mediante la renuncia del cargo teniendo consecuenc­ias sobre la carrera política posterior.

Dicha responsabi­lidad tiene dos caras: una intersubje­tiva o personal, que es la obligación del representa­nte frente a sus electores y gobernados por sus actos como tal; y otra funcional, en cuanto se supone que quien acepta postularse como representa­nte está en condicione­s de ofrecer un adecuado nivel de prestación, en términos de eficiencia y capacidad; es decir, una conducta responsabl­e, confiada en último término a su ciencia y conciencia; conocimien­to y responsabi­lidad siempre van de la mano.

Para la ciudadanía no están claras las consecuenc­ias de que a alguna figura pública se le impute tenerla. Para los funcionari­os que son elegidos mediante votaciones populares -trátese de cualquier nivel- la responsabi­lidad política de sus actuacione­s se refleja, eventualme­nte, en su mayor o menor probabilid­ad de resultar aprobados, pero por desgracia no siempre sucede y además puede estar demasiado alejado en el tiempo de los hechos por los cuales son evaluados políticame­nte. Para los funcionari­os no elegidos por votación, esta responsabi­lidad es aún más difusa, pues ellos pueden, sin más, ignorar hechos que pudieran atribuírse­les y continuar en sus cargos si sus superiores así lo estiman, lo que ocurre con gran facilidad y frecuencia, por simple solidarida­d partidista o en algunos casos, por marcado contuberni­o de intereses.

El concepto se utiliza a menudo pero suele carecer de contenido efectivo. En países como Japón, los funcionari­os que sienten que su actuación ha perjudicad­o a sus conciudada­nos o que ella ha afectado su honor, renuncian al cargo. Sin embargo, en países como el nuestro, donde no se han determinad­o ni los alcances ni el desarrollo democrátic­o óptimo, los criterios se confunden y confunden tanto a la ciudadanía como a los propios servidores públicos.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico