Método de encuesta y ley Kumamoto
No es fácil decidir si las valoraciones son múltiples y diversas, y a veces favorecen a alguno y en ocasiones a otros.
El método de encuesta para la selección de candidatos de Morena tuvo su primer tropiezo. Uno de los participantes, Ricardo Monreal, quedó insatisfecho con el resultado. Siempre hay ese riesgo (que uno de los perdedores rechace el resultado), y un buen método lo minimiza, pero es difícil que lo evite del todo. Un mal método, por el contrario, maximiza la probabilidad de descontentos, conflictos y divisiones internas. ¿Cómo evaluar al método de encuestas a partir de esta experiencia?
El problema, más con la encuesta en sí misma, fue la forma como se aplicó. No se hizo público el método: qué preguntas, cuántas, cuál sería el criterio para decidir el ganador, qué se haría en caso de “empate técnico”. Dicen que los participantes sí fueron informados, y que aceptaron el formato.
De cualquier manera, el método mostró sus limitaciones. Si se limitara a una pregunta (algo así como “por cuál de estos candidatos votaría usted”) no habría problema de interpretación. Pero quienes diseñaron la encuesta decidieron, con buenas razones, ampliar el cuestionario para tener una visión más amplia de la valoración de los precandidatos. Amplían su información, pero complican la decisión. No es fácil decidir si las valoraciones son múltiples y diversas, y a veces favorecen a alguno y en ocasiones a otros.
Y esta complejidad puede dar lugar a la discrecionalidad y al sospechosismo: pensar que se interpretaron los resultados de la encuesta a modo, para favorecer a alguien en particular. Por no mencionar las dudas que surgen sobre la calidad en la aplicación de la encuesta y la veracidad de sus resultados.
Claro que en el rechazo al resultado de una elección o selección no solo entra en juego la calidad del método: también la calidad del perdedor. Puede haber malos perdedores, deshonestos, que solo reconocen el resultado cuando les favorece. Un mal método fomenta estas actitudes, un buen método las hace más improbables o más costosas.
En cuanto la posibilidad de una escisión o de una salida de los descontentos, ésta depende básicamente de una cosa: si tienen una opción viable fuera del partido. El sistema hegemónico funcionó por una regla de oro: fuera del partido hegemónico no hay vida política. No había más que disciplinarse y seguir dentro. Ahora no es el caso, Monreal puede buscar fortuna política con otros partidos. Pero no la tiene fácil: la marca Morena vende mejor que ninguna otra en la Ciudad de México y él, en lo personal, no tiene el capital político para desafiarla.
Por lo pronto quedó claro que el método de las encuestas tiene costos. Sobre todo si se maneja con opacidad.
En otro asunto, me parece positiva la decisión de la Suprema Corte de avalar la ley conocida como Kumamoto ( por su autor, Pedro Kumamoto, diputado local independiente), vigente en Jalisco. Esta ley consiste en que el presupuesto público para los partidos se asigna no en función del número de ciudadanos en la lista nominal, como sucede a nivel federal y la mayoría de los estados, sino en función de los votos válidos emitidos. Entre más ciudadanos voten, mayor dinero para esas organizaciones políticas.
La ley puede acercar a los partidos a la sociedad. A mayor abstención, menos dinero. El voto nulo tiene entonces una eficacia económica: no cuenta para la base presupuestal, y disminuye el dinero para los partidos políticos. Una medida pequeña, si se quiere, pero que puede ser eficaz pues afecta donde más duele.