Con más de 37 años como talachero, Manuel explica la evolución que registra la reparación de llantas
Lo único que no ha cambiado son los clientes que llegan a buscar los “gallitos” para reponer las que vuelan, las que ya están muy viejas o en algunos casos las que fueron robadas por la delincuencia, comenta Manuel, talachero de oficio
Con 37 años en el oficio de talachero, Manuel Ferrero Romero observa la evolución que se ha registrado en la reparación de las llantas.
Cita la transición del sistema caliente al frío y la innovación tecnología en los instrumentos que emplean, como los gatos hidráulicos, que de botella pasaron al de patín y, actualmente, los neumáticos que permiten levantar camiones de cinco o más toneladas; así como el empleo de la llave de cruz a la pistola hidráulica, o las nuevas ruedas que ya no requieren aire y por lo consiguiente no se “ponchan”.
“Lo único que no ha cambiado son los clientes que llegan a la talachería a buscar los ‘gallitos’ (llantas de uso) para reponer las que vuelan, las que ya están muy viejas o en algunos casos las que les robaron”, comenta.
En ese punto, refiere que, anteriormente, eran los trabajadores del volante –taxistas, microbuseros u operadores de camión– los que
Antes había clientes que aseguraban que con la plancha la llanta perdía su figura, explica Añade que otra tarea que se dejó de realizar es ponerle las “corbatas” a los neumáticos
buscaban los neumáticos de medio uso, pero ahora por cuestiones de la economía se registra también entre los chóferes particulares.
Por lo que respecta a la evolución del servicio, explica el sistema de parchado caliente al actual en frío: “Antes, porque las llantas llevaban cámaras, se reparaban de sus ponchaduras con un sistema que se llama caliente. Usabas la plancha. Después de localizar dónde se ponchó le raspabas y colocabas el parche. Bueno, llevaba pegamento. Esperabas unos minutos y ponías la cámara en la plancha para que se quedara mejor adherido el parche. Ahora es diferente, el sistema se hace en frío. Es igual, pero el pegamento tiene mayor fuerza y ya no es necesario poner la llanta en la plancha. Todo va cambiando”, comenta.
Recuerda que había clientes que aseguraban que con la plancha perdía su figura la llanta y más fácil se le hacían los “chipotes o bolitas” en los costados o caras. “Cuando le pasa eso ya no sirve la llanta”.
Añade que otra tarea que se dejó de realizar es ponerle las “corbatas” a los neumáticos.
Precisa que una “corbata” era una cámara circular parcial, “algunos las fabricaban de las mismas cámaras que se desechaban, pero los proveedores te las traían. Era un refuerzo para proteger a la llanta y al rin por alguna de sus caras si había sufrido algún golpe y no sellaba bien o se hubiera ponchado de forma lateral”.
Resalta que poner una corbata o cámara circular era complicado y laborioso, motivo por el cual únicamente el maestro realizaba dicha función.
“Había maestros que de plano no dejaban que vieras cómo trabajaban. Eran envidiosos. Pero sí tuve algunos que cuando fui chalán me mostraron cómo se usaba el cuchillo curvo, que era muy filoso y sin él ‘nomás’ no lograbas sacar las corbatas. Tenía su chiste”, enfatiza.
Menciona que otro cambio que tiene presente es que cuando empezó en este oficio empleaban solo el gato de botella, con el cual tenían que estar muy atentos para no sufrir un percance si éste llegaba a irse de lado.
“Parece algo fácil el ser talachero, pero también existen muchos peligros. En ocasiones los neumáticos pueden explotar y ocasionar algún golpe, o los gatos se pueden descomponer en el momento menos oportuno y hacer que un carro se caiga sobre uno al momento de estar trabajando. Por eso tenemos que estar muy atentos de las condiciones de la herramienta”, destaca.
Agrega que otro peligro al que se enfrentan es el laborar so-
bre las vialidades, lo que puede terminar en una tragedia, si los conductores de los otros vehículos no les observan y ceden espacio.
Asimismo, dice que las herramientas también se convierten en objetos que pueden ser mortales si no se utilizan con la debida precaución. “Un mal golpe al momento de intentar sacar un birlo te puede cortar un dedo o al usar un tubo para hacer palanca te puede golpear en el rostro o la cabeza. Ahora por fortuna ya se emplea la pistola hidráulica en lugar de la llave de cruz, aunque ésta no se ha dejado de usar”.
“Pero es más peligroso cuando se trabaja con llantas grandes, como el de los tráiler o camiones grandes, porque el disco que tienen las ruedas a veces salen disparados”, insiste.
Continuando con las nuevas tecnologías, cita que algunos fabricantes de llantas han sacado al mercado recientemente productos que además de absorber mejor los impactos de baches y objetos, les permiten recorrer unos 80 kilómetros a una velocidad de hasta 80 kilómetros por hora tras una ponchadura, “justo lo que podrían necesitar para llegar de una manera segura a su destino o a un centro de servicio”.
Cuenta que con ese implemento tampoco requieren tener una llanta de repuesto en su unidad.
OFICIO POR HERENCIA
Manuel Ferrero narra que desde los seis años de edad se convirtió en talachero. Aprendió porque sus cuñados y toda su familia se dedica a este oficio. Actualmente cuenta con 43 años y en dicho lapso jamás ha efectuado otra labor, más que asistir a la escuela.
De las once la mañana a las once de la noche atiende la talachería “Charly”, que se localiza en el interior de una de las gasolinerías que se ubican sobre el Libramiento a Tehuacán.
Señala que, prácticamente atienden, puro tráiler, actividad que para él es más fácil y rápido.
“Lo más difícil son los coches. Por la nueva herramienta que salió para trabajar las llantas sin cámara. Son más prácticas y la mayoría de las llantas chicas son más complicadas porque los rines son de magnesio o aluminio. Se tiene que tener más cuidado para que no se rayen”, plantea.
Insiste: “Es más práctico y mucho más rápido el camión grande. Una llanta te la acabas en unos quince o veinte minutos o hasta diez minutos. Mientras que en un coche te tardas hasta veinticinco minutos”.
Ahora con las nuevas técnicas, remarca, he logrado demorar cinco minutos la reparación de una llanta de camión.
Detalla que lo que más realiza son reparaciones de ponchaduras, atención de secciones de los vehículos pesados o montadas, nada más. “Aunque uno que otro cliente viene porque quiere que se le calibre el aire de sus llantas, pero son muy pocos, casi todos lo hacen en la gasolinería”.
Presume que al día atiende de 30 a 40 llantas y que en temporada de lluvias hay más trabajo por los baches y los clavos.
Rechaza que algún modelo o marca sea más complicado o laborioso que otro. “Es lo mismo en las reparaciones. Si tienen un golpe en los ‘cachetes’ ya no hay reparaciones. En el piso sí. Dependiendo del golpe que tenga la llanta”.
Expresa que por su ubicación atiende por igual a transportistas locales y foráneos.
Por lo que respecta a sus clientes asegura que son más esplendidos para cubrir el servicio y otorgar propina los conductores de las unidades pesadas. “Como les urge el trabajo, pues mientras más rápido mejor para ellos y es donde dan la propina”.
Más que una experiencia negativa o positiva con un cliente, establece que en términos generales todos le tratan igual, resalta la fortuna de que nunca ha sufrido ningún accidente laboral.
Finalmente, da a conocer que “la talacha se cobra a ochenta pesos más el parche, son ciento veinte pesos”.