Especialistas en sobornos
Con la pena, pero el mexicano recurre a esta práctica a la menor provocación: aquí va la propina, el estipendio, la ayuda desinteresada, la retribución a su gentileza, en fon. ¿Cómo sanará México de esta enfermedad? Gil ignora en cuántas generaciones nos
P or si usted no lo sabía, Gil le ofrece la noticia: México es el país de América Latina donde más sobornos se pagaron por servicios públicos en el último año. Según la nota de Rafael Montes publicada en su periódico MILENIO, 51 por ciento de los entrevistados aceptó que incurrió en un soborno: “El documento de Transparencia Internacional destaca que donde más se pagan sobornos es para entrar a escuelas públicas, hospitales públicos, para obtener documentos de identidad y contar con otros servicios del Estado. Respecto a la policía, solo de 21 a 30 por ciento de los ciudadanos aceptó haber pagado sobornos y ante los tribunales, apenas de 11 a 20 por ciento”.
Después de México, abunda la nota de Montes, que encabeza la lista de 20 países se encuentra República Dominicana, país en el cual 46 por ciento de los ciudadanos aceptó haber pagado sobornos. Le siguen Perú (39%), Venezuela y Panamá (39%), Honduras (33%), El Salvador (31%) y Nicaragua y Colombia (30%). A Gamés le llamó la atención que no figurara Brasil, un país corrupto según dicen los que saben de estas cosas.
En los últimos tiempos, Gil no ha sobornado a nadie, ni siquiera a un trabajador de limpia para que barra la calle y no se tapen las alcantarillas con la basura que se acumula en la rejilla.
Un capote
El extinto padre de Gilga era maestro en pequeños sobornos, casi se diría que sentía placer al corromper a un trabajador. Para eso tenía magníficas frases hechas. “Écheme un capote” era una de ellas y la usaba para obtener un tanque de gas antes de que lo recibieran quienes lo pagaron a tiempo, con 50 pesos, asunto arreglado; o bien: “no me doy por mal servido”, un ruego que implicaba soltar unos 100 pesos a quien expedía las licencias de conducir para apresurar el trámite; o bien, “cómo nos arreglamos, oficial”, gran fórmula cuando la patrulla detenía al extinto padre de Gamés con aliento alcohólico. Así aprendió Gil el arte negro del soborno.
En resumidas cuentas: México es el campeón, el número uno en corrupción. Para que un buen soborno llegue a buen puerto solo hace falta poseer algo que otro necesita y ofrecerlo para obtener ilegalmente algún bien o satisfacción. Con la pena, pero el mexicano soborna a la menor provocación: aquí va la propina, el estipendio, la ayuda desinteresada, la retribución a su gentileza, en fon. ¿Cómo sanará México de esta enfermedad? Gil ignora en cuántas generaciones nos convertiremos en finlandeses. Quizás en 80 generaciones los alemanes, los franceses, los noruegos tendrán un dicho: más honesto que un mexicano. Los suecos dirán: los mexicanos son insobornables, personas de probada honestidad; tal vez esa honestidad se deba a su alimentación, pues comen unas hojas de masa frita con desperdicios sobre la meseta, además le ponen líquidos de fuego. Les llaman huaraches y sopes y son la causa efectiva de su honradez. Así se globalizó, escribirá un día un historiador sueco, el Mexicanisher Huarache Aufklärung Picosito. Un grito desgarrador hizo añicos el silencio del amplísimo estudio: Ay, mis hijos, corruptos hasta el tuétano.
Alí Babá y los 40 gobernadores
En cinco años 14 ex gobernadores han sido acusados de corrupción. Cinco fueron detenidos y están en prisión por delitos como desvío de recursos y relaciones con el crimen organizado. Duarte uno, Duarte dos, Borge, Granier, Reyna, interino de Michoacán. Investigados por la PGR o por la AFS: Rodrigo Medina, de Nuevo León; Roberto Sandoval, de Nayarit; Miguel Alonso Reyes, de Zacatecas; Rolando Zapata, de Yucatán; Fausto Vallejo, de Michoacán; Mario Anguiano, de Colima, y Jorge Herrera, de Durango. ¿Cómo la ven? Dicho sea esto sin un albur corrupto.
Si la lectora y el lector agregan estos nombres al diagnóstico de Transparencia Internacional, el resultado es un poderoso, letal coctel corrupto. Usted se lleva a estos gobernadores a Finlandia y revienta la honestidad finlandesa. Nosotros los finlandeses éramos honestos hasta que llegaron unos enviados de México a enseñarnos la transa, el desvío de recursos, el robo de terrenos federales, la compra de departamentos en el mundo con recursos públicos. Consecuencia, ahora todo mundo dice: más corrupto que un finlandés.
Todo es muy raro, caracho, como diría Mark Twain: Honestidad, la mejor de todas las artes perdidas.