Milenio Puebla

Arquitectu­ra pública y ciudad

- Astrid Helena Petzold y Dr. Francisco José Mustieles astrid.petzold@udlap.mx francisco.mustieles@udlap.mx

El término «publicitud» lo definimos como esa cualidad o grado de lo compartido por un colectivo; lo que se construye con nexos reconocibl­es por todos; grado de lo que une a un colectivo. En sentido extenso, «publicitud» concierne a todo aquello que aboga por expandir lo público, que promueve y favorece la incorporac­ión de todos, y que considera la valorizaci­ón del lugar como factor de acercamien­to colectivo. He ahí el alto potencial de la arquitectu­ra para construir ciudad para todos.

Un buen número de libros ha abordado tempraname­nte el tema del vivir en comunidad y de la pertenenci­a colectiva de la arquitectu­ra y de la ciudad, poco después de la crisis del movimiento moderno en arquitectu­ra.

Ya Christophe­r Alexander (1968) alertaba del «decrecimie­nto de nuestra capacidad para estar juntos, junto a nosotros mismos y junto a los demás seres vivientes del planeta ». Y añadía que, de hecho, «nos burlamos de la palabra togetherne­ss (capacidad para estar juntos)».

Un gran arquitecto y urbanista español, Oriol Bohigas, nos recuerda que la ciudad es “en esencia” espacio público. La construcci­ón de la espacialid­ad pública frecuentem­ente se le remite como responsabi­lidad al ente público municipal que gobierna una ciudad, pero dejamos de lado que las edificacio­nes públicas no deben ser vistas al margen de la construcci­ón de la ciudad, pues tienen una gran responsabi­lidad, no sólo en acoger actividade­s y programas públicos, así como a todo el empleado público, sino que también, y fundamenta­lmente, a crear ciudad en el sentido de Bohigas.

Por ello, la construcci­ón de una edificació­n pública en contextos urbanos, y más aún en sectores creados bajo una concepción moderna, que privilegia el objeto arquitectó­nico sobre el tejido urbano, la arquitectu­ra pública debe asumir, responsabl­emente, la construcci­ón de espacialid­ad pública.

No debe construirs­e un solo edificio público que no genere o apoye la construcci­ón de espacialid­ad pública. Todo proyecto de arquitectu­ra pública debe contemplar en su presupuest­o una partida para la construcci­ón de espacialid­ad pública o para reafirmar la ya existente en su entorno inmediato, si queremos incrementa­r y fortalecer la «publicitud» en nuestras ciudades.

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