Indignante negociar con vidas
JAIME ZAMBRANO jaime. zambrano@milenio.com
Colocar una vida como moneda de cambio es indignante. Condicionar apoyo a un alivio migratorio para 800 mil jóvenes “dreamers” a la aprobación por parte del Congreso de la totalidad de los fondos para construir un muro en Estados Unidos, no tiene nombre.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, asegura que mantiene “buenas relaciones” con México, pero se requiere construir un muro en la frontera entre los dos países para detener el flujo de drogas y el crimen.
Trump plantea mantener el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA) solo si el Congreso de su país, le asegura recursos para cumplir una de sus promesas de campaña, un muro fronterizo.
Ante la postura de cambiar vidas por recursos, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) llamó hace unos días a Estados Unidos a restablecer el programa DACA, a través de un programa de regularización.
La CIDH propone una solución integral que podría ser adoptada por países como México: crear un proceso hacia la adquisición de la nacionalidad, sin poner en peligro los derechos humanos de grupos de migrantes y refugiados.
Actualmente, el Congreso de Estados Unidos busca llegar a un acuerdo con el presidente Trump para salvaguardar la presencia de “dreamers” en el país y crear un camino para regularizar su situación migratoria.
Por parte de México, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) fijó una postura: es inaceptable que un programa con “la nobleza de DACA sea una moneda de intercambio por un muro construido a base de odio, discriminación y xenofobia como lo pretende el gobierno de Estados Unidos”.
El ombudsman en México, Luis Raúl González, cuestionó que el gobierno estadunidense pretenda que se prohíba a los padres de los “dreamers” tener una residencia en Estados Unidos, puesto que violentaría un principio universal de respeto a la unión familiar.
Sin duda, como lo expresa la CNDH en México, una negociación como la que pretende Donald Trump es injusta y atentatoria porque la dignidad y la vida de las personas no puede ser, bajo ningún concepto, objeto de transacciones o negociaciones de intereses políticos o particulares.
Los migrantes mexicanos, entre ellos, más de 60 mil poblanos, viven momentos de incertidumbre y son revictimizados como consecuencia de su condición migratoria y por las amenazas del presidente norteamericano. El futuro es incierto pero nadie puede colocar las vidas de las personas a la altura de montos económicos, es indignante.