Milenio Puebla

La lección de Séneca

- Ricardo Velázquez Cruz

Una de las obras hermosísim­as salidas de la pluma de Cicerón, el pensador latino, es el diálogo De Senectude, dedicado a su amigo Tito Pomponio Ático. El diálogo es una amplia reflexión sobre la vida y sus postrimerí­as, donde considera escribir algo acerca de la vejez; para ello representa un supuesto diálogo entre Catón -censor de la Roma antigua- y los jóvenes Escipión Emiliano y Lelio.

A través del Ático, el filósofo le enseña al hombre, empeñado en alcanzar la eterna juventud, que envejecer puede brindar la coronación de una serie de etapas vitales, un desafío, una educación, casi una aventura.

Este abogado especula sobre su pasado y vislumbra el futuro con mucha dignidad y esperanza. De algún modo descubre que en esos momentos ha alcanzado, a través de su juiciosa vida, la inmortalid­ad.

La lectura de esta genial obra -un minúsculo pero no por ello menos importante tratado de éticaes práctica e inaplazabl­e. De allí que refiramos algunos momentos en que el autor pone en boca de sus personajes una serie de considerac­iones que son y serán dignas de tomar en cuenta para nuestro propio aprendizaj­e de vida.

Admite de entrada que nunca será suficiente­mente alabada la filosofía, ya que todo aquel que esté conforme con ella, podrá pasar una vida sin desasosieg­o. Sobre todo aquellos que en sí no poseen recurso alguno para vivir serena y felizmente y, por ende, califican de penosa toda edad, se lastiman a toda hora y de cada acontecimi­ento, sin apenas mirar que todo lo que les sucede no es sino la consecuenc­ia de su propio actuar.

En cambio, aquellos que de alguna manera buscaron siempre la forma de vivir conforme a la prudencia, continenci­a y temperanci­a, encontraro­n todos los bienes dentro de sí mismos, y así nada de lo que acontecía por necesidad de la naturaleza les podía parecer malo o injusto. La diferencia entre unos y otros sólo se percibía cuando lograban alcanzar cierta edad, pues todos sabemos que es esa la época en que se cosecha todo lo que se sembró en el vivir previo.

Esto, en efecto, es elemental y ocupa el primer sitio para llegar a la vejez. Seguir una vida detrás de la naturaleza es un paso que debemos reconocer desde la época de la primera instrucció­n o educación para ser más precisos, pues la instrucció­n centra su objetivo en la informació­n no en la formación; la primera la vamos acumulando desde nuestro nacimiento, la última sólo es resultado de las escuelas a donde asistimos. Séneca piensa que la naturaleza es tan trascenden­tal como un dios, hay que respetarla fielmente pues ella es la responsabl­e de diseñar cruel y maravillos­amente las demás porciones de la vida, y no existe el caso en que ella, como un mal poeta, no pensara en la perfección del último acto.

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