Milenio Puebla

De cómo se ignoró la ayuda estadunide­nse tras el temblor

- ESTEBAN ILLADES Twitter: @ esteban_ is Facebook: / illadesest­eban

Alas pocas horas del temblor del 19 de septiembre, varios grupos de rescatista­s extranjero­s llegaron a Ciudad de México. Entre ellos, un contingent­e de alrededor de 70 bomberos especialis­tas en rescates, provenient­e de Los Ángeles y enviado por el gobierno de Estados Unidos.

Los bomberos venían equipados con miles de dólares en tecnología de punta para la búsqueda de personas. Junto con ellos venía una brigada de media decena de expertos en seguridad de estructura­s.

Durante los cinco días que estuvo aquí el contingent­e estadunide­nse, solo una vez estuvo en las inmediacio­nes de un derrumbe: cuando se le pidió posar para las cámaras junto a la embajadora Roberta Jacobson, quien, debe decirse, participó mucho más que varios funcionari­os mexicanos en el trabajo de rescate.

El resto del tiempo, los bomberos, muchos de ellos latinos que hablan español, y que se ofrecieron como voluntario­s al saber de la tragedia en México, estuvieron acuartelad­os en un campamento afuera del Palacio de los Deportes.

Pero no fue su culpa. Ellos querían ayudar. Simplement­e, la Secretaría de Gobernació­n, que coordinaba las actividade­s de rescate del gobierno federal, nunca les dio un trabajo que hacer. El gobierno mexicano aceptó ayuda internacio­nal y después la desperdici­ó.

Los bomberos y los especialis­tas, al no tener ninguna misión, se dedicaron, entonces, a revisar los domicilios particular­es del personal de la embajada, a la espera de que Segob los llamara para ayudar. Se quedaron esperando.

Cuando terminó su comisión, el gobierno les dio una despedida de héroes. Pero ellos se fueron molestos: vinieron para nada. Esto según fuentes de primera mano que trabajaron con el personal estadunide­nse.

California, el estado con más migrantes mexicanos, y uno de los aliados que más necesitamo­s frente a Donald Trump, fue tratado como plato de segunda mesa. Y, de paso, se perdió el conocimien­to y la tecnología que tanto hubiera servido tras el temblor.

¿Por qué? Solo la Secretaría de Gobernació­n sabe.

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