Milenio Puebla

Miedo y odio

- Héctor Rivera

A quel día de mayo de 2015 Rénald Luzier no pudo contener el llanto. Acababa de anunciar que se retiraba de las páginas de Charlie Hebdo. Unos meses antes, el 16 de enero, en medio de llantos, música y chistes de humor negro, había despedido con familiares, amigos y simpatizan­tes a una docena de compañeros masacrados por un comando musulmán en las instalacio­nes del diario

Libération el 7 de enero. El dibujante sobrevivió porque llegó tarde a la junta editorial que reunía al equipo completo de la publicació­n, que llevaba largo rato haciendo burla de Mahoma en su portada y en sus páginas interiores. Luzier, conocido con el sobrenombr­e de

Luz, era el autor de la portada que marcaba el regreso del semanario después de la tragedia con la leyenda “Todo está perdonado”, con la imagen de un lloroso profeta Mahoma portando un cartel en el que se leía “Yo soy Charlie”. Confesó después que le habían ganado las lágrimas cuando terminó de dibujar. Dijo entonces que no sabía si tendría fuerzas para volver a tomar los pinceles. Los dibujantes y editores de Charlie

Hebdo habían encontrado refugio en la redacción del diario Libération a partir del atentado en 2011 con bombas incendiari­as que devastó sus propias instalacio­nes luego de múltiples amenazas por sus burlas a la religión musulmana.

A finales de abril de 2015, Luz había prometido que dejaría de dibujar a Mahoma. Dijo que estaba cansado y que había perdido el interés por ese personaje, que estaba harto de jugar al gato y al ratón con el profeta. El día de su despedida dejó un legajo de viñetas

para ser publicadas en las próximas semanas. En una de ellas advierte que se ha encontrado vida en Marte, y el dibujo de un hombre verde responde en un tono amargoso: “Y nosotros la estupidez en la Tierra”.

Charlie Hebdo siguió mofándose de Mahoma. Para entonces, mientras el mundo entero celebraba la manera como los caricaturi­stas de la publicació­n ejercían su derecho a la libertad de expresión y el gobierno francés los alentaba, el papa Francisco dejaba en claro que quien ofendía a alguien podía esperar de manera inevitable un puñetazo en la nariz: “Es normal. No se debe provocar. No se puede insultar la fe ajena. Uno no se puede burlar de la fe de los demás”, dijo.

Por aquellos días también Dean Baquet, quien es director del prestigios­o diario estadunide­nse The New York Times, levantó la voz en defensa del trabajo periodísti­co que incluye investigac­ión y reporteo, en oposición a la elemental agresión de un caricaturi­sta que evoca la libertad de pensamient­o: “Este tipo de humor es una ofensa innecesari­a. Es un humor que no cumple con los criterios del New York Times, cuyos lectores se sentirían ofendidos por las sátiras del profeta Mahoma”.

Al otro lado del mundo, en los países islámicos, las bromas y burlas en torno a la figura de Mahoma son recibidas con rabia, una que con el paso del tiempo se ha convertido en rencor. No se necesita ser muy brillante para esperar que ese enojo, esa furia apenas contenida, construya las condicione­s necesarias para un nuevo atentado contra la publicació­n satírica.

Han tenido que transcurri­r dos años desde los sangriento­s atentados que cobraron la vida de una docena de personas para que el tema de las burlas de Charlie Hebdo a la figura de Mahoma comience a ser tomado en serio en Francia. Más allá de la libertad de expresión que supuestame­nte ejercen los caricaturi­stas de la publicació­n, las agresiones a la religión musulmana parecen con demasiada frecuencia estimulada­s por el gobierno francés. En un país que cuenta con la mayor población musulmana de Europa, el asunto tiene sin duda sus complejida­des. Está claro, además, que no todos los musulmanes son terrorista­s y que la religión que profesan es del todo respetable como cualquier otra. Así lo hizo ver hace unas semanas el periodista Edwy Plenel cuando abordó el tema en el editorial que publicó en el diario en línea que dirige, Mediapart. En pocas palabras, acusó a Charlie Hebdo de mantener “una campaña general de guerra contra los musulmanes”. Unas 160 figuras de la cultura y la academia de Francia han publicado a su vez un texto en el que apoyan a Plenel y sus dichos y llaman a reunir firmas en su favor.

La respuesta no se hizo esperar. Riss, el director de Charlie Hebdo, ha publicado a su vez un editorial llorón y rabioso en el que acusa a Plenel de condenar a muerte por segunda vez a la publicació­n satírica.

El debate sobre temas que conciernen a todos, desde el ejercicio de la libertad de expresión hasta el respeto a las religiones ajenas, incluyendo el miedo y la ira, ha quedado abierto por primera vez.

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