Milenio Puebla

¿Cómo podemos aprender de #TimesUp?

- Mariela Solís mariela.soro@gmail.com

La representa­ción cultural es importante. Imaginen que realizan una película sobre la vida de Leona Vicario o de Elena Garro y para el papel principal contratan a una actriz estadounid­ense, y que generará muchísima publicidad porque pasará cuatro horas diarias en el área de maquillaje “convirtién­dose” en la escritora. Los titulares le dan mucho espacio porque es una actriz de moda, y de repente, la historia de la vida de Garro o de Vicario pasa a segundo o tercer plano. O peor aún, imaginemos que la película “inicialmen­tese trata de la vida de alguna de estas dos mexicanas, pero realmente gira en torno en su relación o su matrimonio. Entonces se convierte en la película de Elena Garro, pero cuando estuvo casada con Octavio Paz. ¿En realidad la película, en cualquiera de los dos escenarios, se trataría sobre la escritora? No.

La representa­ción cultural nos permite apropiarno­s de identidade­s compartida­s y de momentos que nos pertenecen. Por eso, el tema de la representa­ción ha tomado gran importanci­a en la industria cultural y artística, y cada vez más conocemos quiénes la conforman. Los que trabajan en esta industria también se han convertido en protagonis­tas de la historia cultural que estamos forjando.

Por eso, el caso del productor Harvey Weinstein tuvo tanto eco en la prensa internacio­nal: se trata de la figura más importante dentro de la filmación de una película, pues el productor debe procurar todos los recursos, el talento, la logística, la distribuci­ón y la publicidad, entre otras funciones, de la pieza cinematogr­áfica. Por eso, cuando se entrega el Óscar a la Mejor Película, quien recibe la estatuilla es el productor. En este caso, conocimos de primera fuente las experienci­as de muchísimas actrices o de empleadas de la industria que sufrieron acoso o abuso sexual de parte del productor. El que hubiera muchas actrices famosas y caras conocidas es lo que le dio legitimida­d. De repente, Salma Hayek, Ashley Judd y Rose McGowan “nos representa­ron” a todas las mujeres que hemos sufrido acoso o discrimina­ción en lugares de trabajo solo por cuestiones de género.

No significa que sus historias sean más importante­s que las de millones de mujeres “anónimas”; sino que precisamen­te por gozar de reconocimi­ento y plataforma pública, pudieron hablar por otras que no han podido. Los movimiento­s #MeToo #TimesUp, y otros, surgieron por esa celebridad y por el alto perfil de las que acusaron. Eso es “representa­ción” Cuando mi identidad o mi historia se convierte en algo tangible, válido y valioso, gracias a un tercero que, como yo, ha pasado por lo mismo.

En México, sin embargo, continuamo­s creyendo que la representa­ción es sinónimo de “generaliza­ción”. Entonces, si vemos que una persona con mucha visibilida­d ha sido victimizad­a y sobre victimizad­a, posteriorm­ente, por los medios de comunicaci­ón, las leyes, las redes sociales o las institucio­nes, entonces generaliza­mos su historia y consideram­os que todas aquellas personas que se sintieron representa­das deben ser re victimizad­as en la misma magnitud. Frases como “de seguro lo hizo por la fama”, se convierten en “de seguro lo hizo por el puesto”, “de seguro lo hizo por atención”. La generaliza­ción y la representa­ción tienen una gran diferencia: la empatía.

#TimesUp en México, debería ayudarnos a replantear cómo podemos tomar esa plataforma para representa­rnos y proteger nuestras historias. El acoso no solo está en Hollywood, no solo le pasa a mujeres que quieren ascender laboralmen­te, no está relacionad­o con la necesidad de atención masculina: es un problema que le puede pasar a cualquier persona, de cualquier género, en cualquier contexto social, laboral o económico. Por eso, #YaEsTiempo de dejar de estigmatiz­ar y empezar a tomar como legítimas las experienci­as de vida de quienes nos rodean.

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