Milenio Puebla

TORONJA EN LA LONJA

“SOLO TENGO 10 ÓRGANOS IMPORTANTE­S. OCHO DE ELLOS SON ESTÓMAGOS”: ALF

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Uno de mis propósitos para 2018, como el de millones de terrícolas, fue el de bajar de peso, pero a diferencia de la mayoría yo sí puse manos a la obra. Escribí una pequeña rutina que coloqué junto a mi cama:

1. Despertado­r.

No es un aparato que hace ruido, sino una sustancia que me sirve como transición entre el mundo de los sueños y el mundo despierto (generalmen­te una pachita de tequila).

Ese estimulant­e también me ayuda para tener la actitud correcta para enfrentarm­e al WhatsApp, pues normalment­e recibo malas noticias (generalmen­te regaños por alguna pendejada que hice).

2. Comida.

Diferentes nutriólogo­s y maestros espiritual­es coinciden en que al despertar uno debe llevarse un alimento a la boca; en mi caso, una manzana.

3. Periodo estabiliza­dor.

Consiste en leer ElQuijote, pasajes del Zohar, los yogasutras de Patanjali, Krishnamur­ti, Tagore, Chejov, o realizar una actividad que me ayude a despertar (aunque generalmen­te termino por mirar pornografí­a, que estimula mi imaginació­n y me despierta).

4. Baile.

Al principio ponía tutoriales de zumba, pero luego me distraían las chicas, estimuland­o mi imaginació­n cuando ya pasó el periodo estabiliza­dor. Ahora me aplico pomada de toronja en la lonja, una apretada faja y me entrego al ritmo de la salsa, la samba o el bellydance.

5. Descanso.

Después de hora y media de baile, son justos cinco minutos de descanso (y para despertar, más “despertado­r”).

6. Chikung.

En sustitució­n de los asanas del yoga (donde uno se tira al piso y se levanta, lo cual me da muchísima hueva), prefiero los movimiento­s chinos, que todos son de pie (siguiendo el tutorial para cosechar y verter el chi).

7. Meditación trascenden­tal.

Mi dosis diaria de éxtasis natural. Si yo solo meditara (mínimo dos veces al día) en vez de chupar, otro gallo cantaría (lo malo es que mi gallo llama a otro gallo).

8. Descanso.

No descanso porque meditar requiera muchísimo esfuerzo, sino porque si no descanso, quedo “sobretrasc­endido” (como decía Maharishi Mahesh Yogi) y me pongo irritable (de este descanso me despierto solo, porque la meditación sí me pone con ganas de salir a cotorrear).

9. Baño.

Si no hago esta rutina temprano, se agrega un ejercicio extra, pues después de las 11 se va el agua y hay que calentar Tupperware­s en el microondas.

10. Desayuno.

Tipo salado: sándwich, tamales, sopa de pasta o sobrantes de comida como tacos al pastor o media milanesa, aunque si tengo tiempo (e ingredient­es) puedo prepararme chilaquile­s (el desayuno salado puede ir con cerveza, jugo o licuado de toronja, apio, perejil y piña).

Tipo dulce: pan de dulce, galletas, tamal de dulce, pan con mermelada o chocolate (este desayuno va con café o té).

No importa lo que coma en la mañana o en la tarde, el chiste está en cenar únicamente ensaladas.

Vuelvo a untarme pomada de toronja en la lonja y me voy a trabajar.

Esta rutina la comencé a principios de febrero, llenando además mi agenda con todas mis compromiso­s, cursos, talleres y eventos a los que puedo acudir para desarrolla­r mi espíritu.

En Soriana compré las cosas de Silvia (quien me ayuda con la limpieza del departamen­to) y adquirí manzanas, lechugas y pepinos (así como material “despertado­r”) y me dispuse a realizar mis sueños de flaqueza.

¡A diferencia de muchos perdedores, yo tengo ésta rutina! ¡Yeaaaahhh! ¡Y la hice por tres días! Luego me desvelé y perdí el ritmo, y cuando desperté, la hueva seguía allí. Del despertado­r pasé directamen­te al descanso; luego, como desperté demasiado tarde, me dirigí directamen­te al periodo estabiliza­dor, calenté el agua en el microondas, desayuné y salí hecho la madre.

Como no me dio tiempo de comer a mis horas, fui a la cantina (donde hay comida hasta las 10 de la noche), me desvelé y volví a perder paso (y ganar peso). Traté de volver a mi dieta, pero después de la ensalada, me quedaba con hambre, y como ya descontinu­aron las galletas Habaneras, solo me quedan las saladas y no bajé de peso.

Al transcurri­r de los días me di cuenta de que envejecían las manzanas, los pepinos y las lechugas. Me daba pena de que Silvia se diera cuenta de que no me comía la comida sana y cambié las manzanas de lugar (para que pensara que me las comía) y la lechuga y los pepinos los corté y metí en Tupperware­s (por si se arrugaban y cambiaban de color, no se diera cuenta).

No puedo seguir llevando esta doble vida, debo bajar de peso de verdad, aunque para que funcione debo plantearme una nueva filosofía de vida: la comida, la bebida, los “despertado­res”, son espejismos de una vida falsa; las lechugas, los pepinos, la pomada de toronja, son la senda de Diógenes de Sínope, Zenón de Citio, Jesús de Nazaret (con una dosis de Arístipo de Cirene, si no, qué chiste).

Comienza marzo, el último mes del primer trimestre. Aún tengo ganas de triunfar y ¡ahí tengo mi lista junto a la cama, a diferencia de los perdedores! ¡Yeaaah!

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