En un rincón del alma
M i amigo el Biólogo Hernández me acercó al largometraje Enunrincón
del alma, de Jorge Dalton del año 2015, pero que, entiendo, nunca se estrenó en México. La calidad narrativa de esta pieza poderosa de la cinematografía documental me ha impresionado. Se trata de una entrevista, semblanza, historia personal de Eliseo Alberto,
Lichi (1951-2011), gran columnista de MILENIO, por cierto, pero al mismo tiempo de una historia de la Cuba revolucionaria, un relato del fracaso de ese modelo, el retrato y la creación de una dictadura, un sueño roto, una mentira que se impuso en el mundo y aún despierta entusiasmo en algunos militantes ingenuos y fanáticos, defensas dogmáticas y otras reliquias de la iglesia comunista.
Enunrincóndelalma no podría ser sino un cuento melancólico del paso de los años revolucionarios y la entrega de la isla al poder vertical de los Castro. La fuerza del guión, acompañada de los documentos fílmicos, posee el fuego de la verdad. Así lo digo: escenas que nunca había yo visto de la represión salvaje de los homosexuales, la voz de Fidel condenándolos, las imágenes de La Habana de noche durante el régimen de Batista, la colas del racionamiento, los mendrugos que la Unión Soviética les tiraba a los cubanos y, al final, la gran catástrofe.
Lichi narra, cuenta, desde su departamento en la colonia Del Valle de Ciudad de México, la historia de su familia, de su padre, el gran poeta Eliseo Diego, miembro del grupo Orígenes, que encabezaba José Lezama Lima. Recuerdos de su madre Bella García Marruz. Como en las buenas narraciones no hay una condena, ni un solo grito de odio, solamente la descripción fiel, las imágenes.
Jorge Dalton es hijo de Roque Dalton el poeta salvadoreño al que ejecutaron sus compañeros guerrilleros. Con orgullo y elegancia, apenas lo menciona Lichi en algún momento de la entrevista. Lichi no pudo ver el trabajo terminado de Dalton, pues murió en 2011. Al final del largometraje aparecen algunos de sus amigos en su departamento durante una comida: Rubén Cortés, Rafael Rojas, Carlos Olivares. A ese departamento me llevó Rubén varias veces. Lichi era un conversador desaforado, hablaba de letras y política con la intensidad del mar cubano; murió en plenitud de facultades literarias.
Recuerdo que empezábamos a hacernos amigos. Yo estaba enfermo en esos días y Lichi me decía con esa voz de erres arrastradas y asmáticas: a ti esto no te tira, lo sé, soy un poco brujo. Tuvo razón y se lo agradezco. Nadie puede ver su destino. No volví a verlo. Serias complicaciones después de un trasplante de riñón lo tiraron antes de tiempo. M