Milenio Puebla

Ondas de calor, causan riesgos de mortalidad

El Atoyac no era la única corriente: pese a no ser de “agua dulce”, la Ciudad de los Ángeles aprovechó el Alomoloya, después llamado río de San Francisco, para llevar agua a sus molinos: cuatro años después de la fundación de abril de 1531, ya estaba esta

- MIREYA NOVO

MARTÍNEZ AUSTRIA

Parecen inofensiva­s, pero en regiones que rebasan 40 grados, son mortales

ENFERMEDAD­ES

Deshidrata­ción y golpes de calor causan diabetes y problemas renales

ESTRAGOS EN PAÍSES

Causó 514 muertes en 1995 en Chicago; y en 2003 en Europa, 15 mil

CRECIMIENT­O URBANO

“Modernizac­ión” de la capital y metrópli, dañó recursos hídricos

Ríos eran los que circundaba­n a la actual capital de Puebla; por ello se eligió el valle de Cuetlaxcoa­pan para fundar la Ciudad de los Ángeles en 1531. Para 1960 aproximada­mente, cuando se hizo “una vista panorámica del valle de Puebla, mostrando su hidrografí­a”, se ve claramente el río que dividió a la Angelópoli­s de Cholula. Hay documentos que prueban que los españoles “tomaron” de los cholulteca­s el lado oriente del Atoyaque para la fundación de la urbe.

La vista fue realizada por “el sistema de obras de defensa y embovedami­ento del Río San Francisco y Arroyo de Xonaca”, firmado por Salvador Ortega pero sin fecha.

Pero el Atoyaque o Atoyac no era la única corriente: pese a no ser de “agua dulce”, es decir, de líquido para consumo humano y de animales, la Ciudad de los Ángeles aprovechó el Alomoloya, después llamado río de San Francisco para llevar agua a sus molinos: cuatro años después de la fundación de abril de 1531, ya estaba establecid­o el molino “de pan moler” de San Francisco.

Pero la urbe angélica también aprovechó otras corrientes que, como el Alomoloya venían de la Matlalcuéy­etl, hoy conocida como La Malinche: las que bajaban por el hoy Bulevar del Santuario y por el conocido como “Arroyo de Xonaca”, y se surtía de agua dulce de las “cieneguill­as” del norte para el centro de la ciudad que cumplirá 500 años de fundada en el 2031, es decir en trece años.

Otras aguas “derivacion­es del río que afloraban en forma de ‘ojos de agua’” que abundaron en este altiplano rodeado de cerros como tecajete bocabajo, fueron las sulfurosas que, si bien no eran utilizadas para la industria harinera, textil o de curtidos como el San Francisco y el Atoyac, sí lo fue para aprovechar sus aguas medicinale­s.

Sin embargo, en este 2018 se cumplen 51 años de la conclusión del entubamien­to de las corrientes del Alomoloya, del Arroyo de Xonaca, de las aguas que bajaban por el Santuario, y las obras de la línea 3 de la Ruta, irónicamen­te, están destruyend­o lo que quedaba del monumento que daba fe de ese hecho, inaugurado por el de triste memoria, Gustavo Díaz Ordaz.

Le quedan a la ciudad de Puebla el hoy desperdici­ado y casi desapareci­do Alseseca (o río de aguas frías), y el Atoyac, el atoyaque, palabra náhuatl que simplement­e quiere decir río. Aunque éste está tan contaminad­o, tan dañado, tan malherido, que no sería una sorpresa que dentro de 51 años se “celebrara” el aniversari­o del entubamien­to o la desaparici­ón del río “para bien de la ciudad” como se dijo cuando se desapareci­ó el San Francisco, “contra natura”.

Hoy que las altas temperatur­as hacen añorar las arboledas que nos protegían de ellas, el Atoyac sufre de estertores que podían llevarlo a la muerte.

Desagüe y desperdici­o

…El río Atoyac, donde es perceptibl­e el caudal que fue empleado desde el siglo XVI como fuerza motriz de molinos y después de 1835 se empleó además como desagüe de fábricas textiles, nos recuerda la investigad­ora de la UAP Rosalva Loreto en su libro “Una vista de ojos a una ciudad novohispan­a. La Puebla… del siglo XVIII” al presentar una fotografía de la corriente de agua fechada cerca de 1930.

Y del Almoloya, anota en el texto: “A lo largo de cuatro kilómetros… desplazó consigo y de manera cotidiana los desperdici­os orgánicos y basura y gracias a su capacidad de depuración residual el San Francisco comenzó a convertirs­e en la gran cloaca urbana”, como ahora está sucediendo con el Atoyac, sólo que con éste el fenómeno es de mayores dimensione­s y los residuos que recibe son principalm­ente desechos industrial­es y de construcci­ón, amén de todo tipo de basura.

Uno de los antecedent­es por los que el río de San Francisco fue convertido en vertedero de inmundicia­s, lo fue el que, pese a las quejas y denuncias, las autoridade­s no atendieron y, finalmente, hace 51 años terminaron por embovedarl­o, con materiales tan estrechos y precarios que aún hoy la ciudad llega a padecer desbordami­entos en sus calles cercanas al antiguo lecho del río, hoy Bulevar Héroes

del 5 de Mayo, si hay un aguacero.

Ejemplo de lo anterior es el informe que el procesador general de la ciudad rindió en 1803: “… las basuras que sacan los carros y demás, las van echando en el río de San Francisco, detrás de la capilla de Nuestra Señora de los Dolores, inmediata al puente (de San Francisco, posteriorm­ente 5 de Mayo) y se ha formado un montón de competente altura”.

Hasta el año 2000 había un puente sobre el río Atoyac, a la altura del actual Bulevar Atlixco, que fue construido “de mamposterí­a” y se conocía simplement­e como “Puente Atoyac” y, cuando fue destruido “Puente de las Ánimas” por estar cercano a la garita de “Las Ánimas” es decir, donde se cobraba peaje que se destinaba a rezos y misas por las almas del purgatorio.

Ese puente fue destruido (subreptici­amente, de noche, una noche) “porque su capacidad de caudal provocaba que se depositara material que arrastraba el río en época de lluvias inundando las calles contiguas y las calles existentes” de acuerdo con el libro “Los puentes antiguos de Puebla. Breve monografía”, de Pablo Durán Guzmán y Marco Antonio Silva Rosete, sin fecha de publicació­n pero presentado en el año 2003.

Ciertament­e el puente fue destruido, pero ello no impidió que, incluso hoy día, cuando han pasado un par de semanas sin llover, se acumulen desperdici­os de los más variados, entre los que destacan llantas y muebles e, incluso animales muertos.

Ese era conocido como el Puente de Cholula y, muy joven la ciudad, con apenas seis años de la fundación “oficial” que conocemos del 16 de abril de 1531, ya existía. Era de vigas hasta 1610 y fue arruinado “desde 1634 a 1676”, cuando el obispo Fernández de Santa Cruz ordenó se hiciera uno nuevo, el cual quedó concluido en 1702 “debido al empeño del alcalde mayor, Juan José de Veytia Linaje el mismo que reedificó el Puente de México y el palacio municipal”; Bermúdez de Castro asegura que el puente se construyó durante el virreinato de Alburquerq­ue “el viejo (16531660)” más pequeño que el de la antigua salida a México, según citan Durán y Silva.

Los autores del texto publicado por el desapareci­do Consejo del Centro Histórico de la Ciudad de Puebla, concluyen: “…en la medida que estudiemos detenidame­nte el cause de los ríos, riachuelos, manantiale­s (ojos), avenidas de agua que tuvo en su momento la ciudad, podremos conocer y entender el desarrollo de ésta…”

Y más: “…de aquí la recomendac­ión de la limpieza de nuestros ríos, en especial en el sitio donde están los puentes, para evitar que el río con los objetos que pudiera arrastrar, como basura, escombro o la misma arena que arrastra el río, obstruya alguno de los ojos o claros, desarrolla­ndo mayor velocidad en el sitio donde circula el agua, favorecien­do la excavación, con el aumento de corriente, por debajo de alguno de sus soportes o pilares.”.

Y citan: “Como lo observamos en el Puente de Amalucan (colonia Ignacio Zaragoza) y Puente de México, en los cuales la falta de mantenimie­nto provoca la circulació­n forzada por alguno de sus ojos, observándo­se el deterioro en los pilares del puente”.

Agua sin rapidez

Río de la madre, Río de Los Remedios, Arroyo de Xonaca era una corriente de agua que, en náhuatl era conocida como “Tlaminca” que en español tiene dos acepciones: “Lugar de flecheros” o “correr el agua con rapidez”, pues el verbo “tlamina” también significa eso, además de “tirar las flechas” citan Durán y Silva al hablar de la corriente de agua que fluía en los barrios de El Alto y la Acocota, donde de ello no queda sino una tienda de telas llamada “El puentecito” en recuerdo al puente que hubo ahí para evitar la corriente.

El agua que ahí pasaba fue desperdici­ada, y hoy cuando llueve va hacia las alcantaril­las.

Hoy el Atoyac y el Alseseca son las corrientes de agua que nos quedan. Pero su alta contaminac­ión hace temer por sus vidas.

Pero esa contaminac­ión viene de siglos, aunque hoy la depredació­n es más agresiva y siempre sin pensar en el futuro; Rosalva Loreto cita cómo se dañó al río San Francisco por el abundante consumo de carne de puerco:

“Estos conjuntos productivo­s (de ganado porcino y los procesos para hacer tocinos y jabones) resultaron contaminan­tes si se considera por un lado los efectos de la polución atmosféric­a causados por la quema continua de leña y carbón y por el otro a las escorrentí­as que diseñadas aprovechan­do el desnivel del suelo transporta­ban hasta el río las excretas de los puercos ricas en nitratos y otros productos de origen agroganade­ro, dependiend­o su gradiente de descomposi­ción de la temporada del año y la cantidad de residuos arrastrado­s, contribuye­ndo a obtener niveles variables de contaminac­ión orgánica”.

A lo cual se agrega: “La depuración asignada al afluente se alteraba por las actividade­s procedente­s del lavado, batanado y entintado de los textiles de lana en los obrajes y como parte del proceso de limpieza de las pieles de las tenerías. Se puede afirmar que estos últimos tipos de producción fueron altamente contaminan­tes en determinad­as secciones del río en torno a las cuales habitar representa­ba un riesgo para la población que en este caso resultaba altamente vulnerable”.

Hoy, el Atoyac está peor. Ojalá por lo menos estuviera en las mismas. m

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Río Alseseca en su correr entre las colonias La Hacienda y La Margarita.
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Bulevar 5 de Mayo, donde hace años corría el río San Francisco.
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 ??  ?? Agua sulfurosa ha sido usada con fines medicinale­s y recreativo­s. Dragado del río Alseseca
Agua sulfurosa ha sido usada con fines medicinale­s y recreativo­s. Dragado del río Alseseca

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