Yo si le creo al Chicharito
n medio de un país dominado por el encono electoral, vemos al dotor
Mit ya Chicken Little acusándose de cosas terribles como “cara de mosquita muerta” y “vulgar ladrón”, que han cimbrado a la patria por su alto nivel de testosterona y oprobio, de enjundia y virilidad. De veras que yo estaba temblando para el momento en que se dijeran el uno al otro: “¡Ay, sí, tú las traes!”. En medio de todo esto aparece una figura moral como la de Javier Hernández que, a unos días del juego contra Alemania (que, por cierto, lo van a transmitir, me cuentan, por YouPorn), dijo toda la veldá.
Cuando salió el gran Chicharito a explicar que la orgía no fue orgía, que fue casi casi como un babyshower con familias, niños y ninguna escort, quesque pura chava buena onda, que solo tomaron agua de horchata aunque no hubo tal horchata, yo le creí. Y no es que uno muy ingenuamente crea que a los jugadores de la selección no les gusta el jelengue pero, la verdad, se necesita estar muy Toño Esquinca (ya saben, ese locutor muy santurrón y muy Paulo Coelho que se puso hasta las tranquis y prácticamente pedía la muerte de López Obrador, muy al estilo de un columnista que acabó como acabó) para armarte una
orgifiesta con tus amigos de la Selección, a unos días del Mundial, y creer que no te van a seguir los paparazzi para agarrarte con las manos en la masa gemela. Por eso le creo al muchacho chicho de los partidos gachos, porque suena tan lógica su explicación que uno no se imagina a nuestros representantes pamboleros entregados a los placeres de la carne. Ellos, como se ha demostrado históricamente, nunca han caído en el garlito de los masajes con calambre o con final feliz.
Con ese mismo espíritu puro, sencillo y optimista, le creo a la Secretaría de Gobernación, luego de una pequeña carnicería de políticos y candidatos, que todo va a estar tranquilo durante el proceso electoral. Le creo a la encuesta para nada sacada de la manga que coloca al candidato priista como ganador del Mundial y la cumbre del G7. También creo que cuando el Bronco anuncia que va a buscar que sus contendientes se den un beso durante el debate, no es que se trate de trata ni que pretenda distraer la atención de los señalamientos sobre que, en contra de lo que ha cacareado, sí está usando recursos públicos para su campaña. Y definitivamente creo con todo fervor que los recursos que eran para los damnificados y que la administración de Christian Von Rohrich, uña y mugre con Ricky Ricón Anaya, se gastó en litros y litros de tóner en el último bastión panista en la CdMx que es la delegación Benito Juárez, no eran para imprimir la propaganda que inunda la colonia Del Valle, sino para imprimir la imagen de quien debe ser su héroe: Luisito Rey.
Si algo pasa y todo sale mal con la explicación no pedida del Chicharito, parece que todo se arregla con danesas de aquéllas.