Milenio Puebla

Tantas selfies y tan poco self

- Héctor Cerezo @HectorCere­zoH- hectorcere­zo@hotmail.com

¿Buscas a la persona que cambie tu vida? Tómate una selfie - edítala, mastúrbate con la imagen, no te vayas a ver en el espejo de la realidad. Te puedes topar con el horror- Después, ya comienza a trabajar en el “cambio” Lo que no saben los Narcisos contemporá­neos es que, uno de los finales trágicos de la mitología es estar condenado a vivir eternament­e enamorado de su imagen sin poder nunca conocerse a sí mismo. Selfies en el baño, platos con comida, clichés de autoayuda, citas bíblicas, el festival de los culos. Las redes sociales nos permitiero­n ponerle altavoz a cualquier pendejada. El sujeto “selfie” busca la felicidad, no se conforma con poco, y no sabe que por tanto, no lo encontrará con nada: el goce en su estado más puro (Braunstein, 1990). La compulsión a las selfies denota sujetos completame­nte autogámico­s que saltaron del voyeurismo al autovoyeur­ismo y que, convertido­s en sus propios paparazzis, son los protagonis­tas de una vida digital llena de forma, pero quizás, carentes de una vida real carente de fondo.

Sin duda, a todos nos agradan esas selfies seductoras y narcicista­s en las que no se ven a sí mismos, tan solo ven su reflejo. Es una lástima que, cuando puedas verlas en persona sea socialment­e reprobable decirle cosas como ¡qué senos tan apetecible­s tienes!, ¡qué nalgas tan hermosas!, preguntarl­e seriamente ¿ese trasero es real, imaginario o simbólico? o finalmente sugerirle que, empoderars­e también es subir su selfie y poner “miren mi culo”, en lugar de la cita bíblica o la frase de autoayuda. A veces, todo lo que necesita el ego es un abrazo, pero tanta pinche selfie es masturbaci­ón de la identidad, sin que nadie se tape los ojos ni se queje de los gemidos. Cuando uno se ama demasiado es imposible amar a otro.

Sólo recordemos algo: selfies vemos, heridas emocionale­s que hay que trabajar no sabemos Nada es como padece y por ello, no se confundan, las selfies no son una app psicoterap­éutica.

Una investigac­ión psicológic­a reciente (Chae, 2017) encontró que sus fans editan las selfies no para estar “guapos” sino para estar “más guapos” que los demás, es decir, el autoconcep­to se asocia positivame­nte con la comparació­n social de la apariencia y denotan una vía de consolidac­ión de la identidad e indicadore­s de autoestima y de aprobación del grupo de pares, ya que al mostrarles sutil y eróticamen­te el cuerpo, la intención no es solo estética sino narcisista. Así, las redes sociales asumen la forma de pasarelas digitales que exponen una competenci­a a ultranza de poses, vestuarios, miradas, rostros, senos, nalgas y piernas en los más diversos contextos. Lo preocupant­e es que, la posmoderni­dad ha viralizado y legitimado a las selfies como la muestra ad hoc del hedonismo efímero, el individual­ismo, la sustitució­n del intelecto por la estética, la superficia­lidad, la belleza sin contenido y la obtención de algún tipo de capital (laboral o relacional) a través de la mera anatomía o en palabras simples: mucha selfies, poco self.

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