Tantas selfies y tan poco self
¿Buscas a la persona que cambie tu vida? Tómate una selfie - edítala, mastúrbate con la imagen, no te vayas a ver en el espejo de la realidad. Te puedes topar con el horror- Después, ya comienza a trabajar en el “cambio” Lo que no saben los Narcisos contemporáneos es que, uno de los finales trágicos de la mitología es estar condenado a vivir eternamente enamorado de su imagen sin poder nunca conocerse a sí mismo. Selfies en el baño, platos con comida, clichés de autoayuda, citas bíblicas, el festival de los culos. Las redes sociales nos permitieron ponerle altavoz a cualquier pendejada. El sujeto “selfie” busca la felicidad, no se conforma con poco, y no sabe que por tanto, no lo encontrará con nada: el goce en su estado más puro (Braunstein, 1990). La compulsión a las selfies denota sujetos completamente autogámicos que saltaron del voyeurismo al autovoyeurismo y que, convertidos en sus propios paparazzis, son los protagonistas de una vida digital llena de forma, pero quizás, carentes de una vida real carente de fondo.
Sin duda, a todos nos agradan esas selfies seductoras y narcicistas en las que no se ven a sí mismos, tan solo ven su reflejo. Es una lástima que, cuando puedas verlas en persona sea socialmente reprobable decirle cosas como ¡qué senos tan apetecibles tienes!, ¡qué nalgas tan hermosas!, preguntarle seriamente ¿ese trasero es real, imaginario o simbólico? o finalmente sugerirle que, empoderarse también es subir su selfie y poner “miren mi culo”, en lugar de la cita bíblica o la frase de autoayuda. A veces, todo lo que necesita el ego es un abrazo, pero tanta pinche selfie es masturbación de la identidad, sin que nadie se tape los ojos ni se queje de los gemidos. Cuando uno se ama demasiado es imposible amar a otro.
Sólo recordemos algo: selfies vemos, heridas emocionales que hay que trabajar no sabemos Nada es como padece y por ello, no se confundan, las selfies no son una app psicoterapéutica.
Una investigación psicológica reciente (Chae, 2017) encontró que sus fans editan las selfies no para estar “guapos” sino para estar “más guapos” que los demás, es decir, el autoconcepto se asocia positivamente con la comparación social de la apariencia y denotan una vía de consolidación de la identidad e indicadores de autoestima y de aprobación del grupo de pares, ya que al mostrarles sutil y eróticamente el cuerpo, la intención no es solo estética sino narcisista. Así, las redes sociales asumen la forma de pasarelas digitales que exponen una competencia a ultranza de poses, vestuarios, miradas, rostros, senos, nalgas y piernas en los más diversos contextos. Lo preocupante es que, la posmodernidad ha viralizado y legitimado a las selfies como la muestra ad hoc del hedonismo efímero, el individualismo, la sustitución del intelecto por la estética, la superficialidad, la belleza sin contenido y la obtención de algún tipo de capital (laboral o relacional) a través de la mera anatomía o en palabras simples: mucha selfies, poco self.