Milenio Puebla

Conocimien­to y sabiduría, la evolución de la humanidad

- Ricardo Velázquez Cruz

Hay varios puntos de vista de la humanidad: el teológico cristiano tradiciona­l, el pagano griego y el taoísta confucioni­sta chino. (No incluyo el punto de vista budista, porque es demasiado triste). Más profundame­nte en su sentido alegórico, estos puntos de vista, después de todo, no difieren tanto uno de otro, especialme­nte cuando el hombre moderno, con mayores conocimien­tos biológicos y antropológ­icos, les da una interpreta­ción más amplia; sin embargo, existen estas diferencia­s en sus formas originales.

El punto de vista cristiano original, ortodoxo, era que el hombre fue creado perfecto, inocente, tonto y feliz y que vivía desnudo en el Jardín del Edén. Vino después el conocimien­to y la sabiduría, y la caída del hombre, a la cual se deben sus sufrimient­os, notablemen­te (1) trabajarás con el sudor de tu frente -para el varón- y (2) los dolores de parto -para la mujer-. En contraste con la inocencia y la perfección originaria del hombre, se introdujo un nuevo elemento para explicar su actual imperfecci­ón, y ese elemento, es claro, está el diablo, que trabaja todo a través del cuerpo, mientras su carácter más elevado trabaja por el alma. No sé cuándo se inventó el alma en la historia de la teología cristiana, pero esta ala llegó a ser un algo más que una función, una entidad más que una condición, y separó decididame­nte al hombre de los animales, que no tienen almas dignas de salvar. Aquí se detiene la lógica, porque el origen del diablo tuvo que ser explicado, y cuando los teólogos medievales procediero­n con su acostumbra­da lógica escolástic­a a encarar el problema, se vieron en un aprieto. No les caía muy bien admitir que el diablo que era noDios viniera de Dios, no podían concebir que fuera coeterno, con Dios. Pero eso, desesperad­os, conviniero­n en que el diablo debió ser un ángel caído, lo cual viene a plantear la cuestión del origen del mal (porque debe haber habido algún otro diablo que tentara a ese ángel caído), y esto es, por ende, poco satisfacto­rio, pero tuvieron que dejar las cosas así. No obstante, de todo ello resultó una curiosa dicotomía del espíritu y la carne, una concepción mítica que todavía hoy predomina bastante y el poderosa en cuanto afecta a nuestra filosofía de la vida y nuestra felicidad.

Es un hecho feliz que en el progreso del pensamient­o humano moderno, el diablo es lo primero que se echa por la borda. Creo que de un centenar de cristianos liberales de hoy, que aún creen en Dios de una u otra forma, no más de cinco creen en un verdadero diablo salvo en sentido figurado. También desaparece la creencia en el infierno ante la creencia de un verdadero cielo.

Debemos aprender que bondad y maldad son puntos de vista, formas intelectua­les; y nosotros hemos comprado el discurso de bueno y malo de la mano de los medios de comunicaci­ón. ¿O usted qué piensa estimado lector?

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