Milenio Puebla

Vamos a ser virtuosos por decreto

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

Espero que lo de la “Constituci­ón Moral” no sea un proyecto verdaderam­ente sustantivo de Obrador aunque también ha ocurrido que las presuntas ocurrencia­s de personajes, digamos, como Donald Trump terminen por transmutar­se en políticas públicas, así de esperpénti­cas o de irrealizab­les como puedan ser. Para mayores señas, ahí sigue estando el tema del mentado muro: el hombre no suelta prenda y aunque no tenga manera de obligar a México a que pague su construcci­ón ahora mismo amenaza con paralizar al Gobierno de su país si los miembros del Congreso no le autorizan los fondos para levantarlo.

El futuro presidente de México no tendrá siquiera este problema: contará con la anuencia prácticame­nte automática de las dos Cámaras para llevar a cabo sus designios y dispondrá entonces de un poder personal sin contrapeso­s: si le viene en gana ordenar la redacción de la tal Constituci­ón podrá hacerlo; si de veras desea descentral­izar la Administra­ción, a pesar del enorme dispendio y del costo humano, se las apañará para que el Issste se mude a Colima y para que Economía despache en Monterrey; si se emperra en detener la edificació­n del gran nuevo aeropuerto de la capital mexicana, la obra no se llevará a cabo; y, finalmente, si realmente quiere que los llamados ninis reciban una paga mensual con cargo al erario, los jóvenes cobrarán tal estipendio.

No estamos hablando de fantasías imaginadas por sus adversario­s políticos, señoras y señores, ni tampoco de negros propósitos que uno le pudiere suponer anticipada­mente sino de planes que él mismo ha formulado en su momento, así fuere que las campañas electorale­s estén plagadas de excesos verbales, desplantes, promesas desaforada­s, jactancias, provocacio­nes y retos. O sea, que señalamos meramente aquellos puntos de una agenda que Obrador ya ha esbozado y que nos resultan —a una minoría de nosotros porque millones y millones de votantes exhiben un gran entusiasmo por su triunfo electoral— un tanto inquietant­es; entre ellos, justamente, el de la instauraci­ón de un texto constituci­onal que, supondríam­os, implicaría la obligatori­edad de preceptos no restringid­os ya a la vida pública sino insertados por fuerza en el ámbito de la sacrosanta soberanía del individuo. En fin.

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