Juan Gerardo Sampedro Historias médicas
T uve una formación --si la tengo-- demasiado ecléctica (concepto chocante que usan los profesores para referirse a lo variopinto) y es por eso que, aunque no fui un desertor de carreras universitarias, frustré la mejor de las mejores: la medicina. Esas preparatorias tipo colegio de ciencias y humanidades que le exigían al estudiante la definición de una área específica ya entrando a cursar el tercer semestre.
Entonces tarde me di cuenta que me equivoqué como un ser humano cualquiera se equivoca para siempre en muchas cosas más. Se puede decir que también me hubiera arrepentido viéndome encerrado en los hospitales haciendo internados y guardias. No lo sé en realidad, por eso dejo las cosas ya como están.
Descubrí, con el paso del tiempo, que si esa es era mi inquietud, teóricamente debía ir aprendiendo solo, por mí mismo (revistas especializadas en el tema, programas de TV, etcétera) todo lo que pudiera de medicina. Así lo hice.
Cuando cursaba la secundaría un humano maestro me dijo que me dedicara a escribir porque, a decir de él (no lo digo yo) me veía más posibilidades contando historias que como dibujante.
Total: entré a la preparatoria y atendí los consejos de mi maestro de secundaria. Escribía todo en cuadernos de cuadrícula y con pluma fuente. Ecléctico: me inscribí al área social.
El tiempo que no perdona siguió corriendo cual conejo sobre el campo y encontré el para mí sorprendente paralelismo entre la medicina y la literatura; nada nuevo, está claro: me imaginé que muchos otros habían estudiado lo mismo.
El periodista de la revista Siempre!, Alberto Domingo, era invitado como jurado de los concursos de crónica que organizaba el gobierno del estado allá al inicio de los noventa. Un paréntesis (...) hay quienes aún en sus pobres cartas curriculares siguen anotando que obtuvieron un premio nacional para no mencionar que era sólo una convocatoria estatal. Conversé en varias ocasiones con Alberto Domingo y él mismo estaba muy consciente de todo eso.
Me he desviado un poco pero retorno al tema: Alberto Domingo me dejó una de sus primeras publicaciones sobre los grupos AA y una más acerca de los grandes médicos literatos. Menciona a muchos a lo largo de la historia.
Ya lo decía Oliver Sacks: no sabemos en qué momento se perdió la buena costumbre de llevar al plano de la literatura lo que se plasmaba en los expedientes hospitalarios hasta el siglo XIX, más o menos.
Quiero suponer que hubo excelentes médicos literatos.
Ahora hay una nueva ciencia: la Bioética, asunto del que no debemos olvidarnos: ¿Cuál es o debe ser la relación ética entre médico y paciente?
Los expedientes deben salir de las frías cajoneras de metal y transformarse en verdaderas historias donde exista la compasión, en el entendido de “estar con”.
Es por eso que digo que no me arrepiento de haber recibido una ecléctica formación. Lamento, en todo caso que en ese mundo ecléctico, sólo haya contemplado el aprendizaje de la medicina de manera tal elemental y rústica, no como una plena formación. Sí, lo he lamentado pero ahora es demasiado tarde, como cantaba Carol King.