ADN, resentimiento social e impunidad
El jueves pasado, durante mi escape semanal en busca de aire limpio, mucha naturaleza y olor a tierra mojada (siguiendo “la escondida senda por
donde han ido/ los pocos sabios que en el mundo han sido”) escuché por radio a José Cárdenas y Francisco Martín Moreno condenar a las turbas endemoniadas que,
por rumores en redes sociales, lapidan y queman vivos a supuestos robachicos, ladrones y secuestradores.
Son jaurías de bestias que recrean —según Martín Moreno— la Piedra de los Sacrificios de los aztecas y la Santa Inquisición de los conquistadores.
En días recientes los medios reportaron —imágenes incluidas— la cobardía y barbarie de ese “pueblo bueno y sabio” que tortura y reduce a carne quemada y pestilente a seres indefensos que el Estado no quiso o no pudo defender. Trátese de Puebla, Hidalgo, Baja California y otros lugares más, lo cierto es que la historia patria registra muchos de esos casos que horrorizan al mundo.
Los narcotraficantes hacen lo mismo peleando rutas, plazas y dinero; pero estos imbéciles ni siquiera tienen un móvil claro. Son turbamultas justicieras que, sin pruebas ni juicios de por medio,
actúan por rumores, envalentonadas en el anonimato y respondiendo a sus patologías congénitas y ancestrales.
Martín Moreno sugiere que para enfrentar tamaña perversidad se deben considerar múltiples factores, entre ellos el ADN nacional, el resentimiento social y la impunidad rampante en el país.
El primero, porque la violencia corre por las venas del mexicano, herencia de aborígenes y de peninsulares europeos. El resentimiento social lo vincula a la impunidad, que ronda en 99 por ciento de los delitos denunciados. Cuando las instituciones encargadas de prevenir, investigar y sancionar los delitos son incapaces y/o corruptas, la justicia por
propia mano termina constantemente en hechos abominables.
Esto me hace recordar lo que destaqué hace un año en el mismo programa de José Cárdenas: Luis Raúl González Pérez, presidente de la CNDH, al rendir su informe anual afirmó que SOLAMENTE UNIENDO ESFUERZOS SOCIEDAD Y GOBIERNO PODREMOS ABATIR LA CANTIDAD Y GRAVEDAD DE LAS VIOLACIONES A LOS DERECHOS HUMANOS, PORQUE LA RAÍZ DEL PROBLEMA SE HALLA EN LA DESCOMPOSICIÓN INSTITUCIONAL Y SOCIAL QUE IMPIDE LA VIGENCIA DEL ESTADO DE DERECHO. Ni más ni menos.
Ojalá se olvide pronto esa expresión embustera de pueblo bueno y sabio, que cuidará al próximo presidente; mensaje que halagó y atrapó recientemente a un gran número de votantes; pues subyacen la frustración y el resentimiento que hacen estallar fácilmente los instintos individuales y colectivos más bajos.
Y ¡qué ironía!, después de un proceso electoral democrático ES URGENTE RESCATAR LA DEMOCRACIA, para salud de la población y vigencia de las instituciones.