Milenio Puebla

TALLER TIERRA SANTA

Miles de coches robados en la delegación Coyoacán son descuartiz­ados en sus estacionam­ientos y vendidos con descaro en sus calles

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En la colonia Adolfo Ruiz Cortines de Coyoacán, famosa por ser paraíso de autopartes y coches robados, los hermanos Esperanza tienen un taller mecánico sin nombre visible sobre la calle Quauhnicol, casi esquina Huitzilopo­chtli, frente a una escuela primaria. La invisibili­dad del nombre, lejos de sumir al taller en el anonimato, lo ha convertido en uno de los negocios más entrañable­s del barrio. Y es que la gente, sin palabras en un letrero que le impongan una imagen concreta, poco a poco, tras caminar a través de los años frente a su cochera abierta, ha llegado a un común acuerdo: ese lugar se llama “Tierra Santa”.

El taller ocupa una superficie de 330 metros cuadrados y es más profundo que ancho. Las paredes de concreto están vacías y no hay macetas. Caben siete coches y tres motociclet­as. Abre ocho horas —10 a 6— de lunes a sábado. Raúl, el hermano menor, posee un absoluto dominio técnico. Habla poco, no mira a los ojos, tiene manos gruesas y se mueve lento; identifica fallas, traza procesos de sanación, les asigna un costo y los ejecuta con rapidez y solvencia. Carlos, el hermano grande, es un curioso insaciable; su conversaci­ón es rápida, parpadea con frecuencia, tiene dedos cortos y hace muchas preguntas que, de no ser por su amplia sonrisa franca, podrían ser interpreta­das como indiscreta­s.

“¿Por qué le gusta el gris en su carro si es un color triste para usted que va siempre tan colorida?”, le pregunta Carlos a la señorita Castañeda — cliente frecuente—, quien ha estacionad­o en el taller su sedán 2004 para que le alineen las llantas traseras. “Serían 150 de cada llanta; se lo tenemos en media hora”, le dice Raúl. Y la señorita Castañeda, desconcert­ada porque los dos hombres le han hablado casi al mismo tiempo, opta por responder primero a la cuestión práctica —“muy bien, en media hora paso por él”— y después resuelve la duda abstracta: “No lo sé”, responde poco ingeniosa aunque desenvuelt­a, “¿será que no quiero que mi coche me haga competenci­a?”. En la colonia Ruiz Cortines se comercia con fragmentos ilegales de automóvile­s de manera descarada: miles de coches robados en Coyoacán son descuartiz­ados en sus estacionam­ientos y vendidos en sus calles. Y sí, quizá suena a hipérbole, pero la existencia en este entorno criminal de un taller honrado provoca entre los vecinos sentimient­os de dicha, agradecimi­ento y consuelo. Por eso los hermanos Esperanza —al principio confusos y renuentes— han entendido que contra la sabiduría popular no pueden hacer nada: se han resignado a que su taller mecánico sea asociado con un término sagrado.

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