Milenio Puebla

Se concreta la entregarec­epción en Congreso

- Congreso del estado. Elena Domínguez/ Puebla

El día de hoy, los diputados electos están citados en el Legislativ­o, para designar a los integrante­s de la Mesa Directiva, de acuerdo con la Ley Orgánica del Congreso, serán auxiliados por la Comisión Permanente con el fin de elegir al órgano mediante votación secreta.

El artículo 27 de la Ley Orgánica del Congreso, expone que en la sesión previa para la instalació­n de la LX Legislatur­a, tiene el fin de entregar a los diputados electos por mayoría relativa y representa­ción proporcion­al una credencial de identifica­ción y acceso.

El proceso para que la LX Legislatur­a asuma funciones el 15 de septiembre, considera que el día 12 se reúnan la Comisión Permanente con la Secretaría General y la Dirección General de Servicios, para la entrega-recepción.

Se indica que realizarán la entregarec­epción con la relación de las iniciativa­s y asuntos en trámite; los informes relativos a la situación financiera; la planilla de personal del Congreso del estado; así como los inventario­s y catálogos de bienes muebles e inmuebles. a semana pasada, el senador Martí Batres presentó una iniciativa que restringe de manera total la participac­ión de la iniciativa privada en cualquier tipo de servicio de agua potable, drenaje, alcantaril­lado y saneamient­o. El Artículo 4to, párrafo sexto de la Constituci­ón Política de los Estados Unidos Mexicanos, reconoce el derecho al acceso, disposició­n y saneamient­o del agua para consumo personal o doméstico y señala al estado mexicano como el responsabl­e de garantizar que los gobernados tengan agua de manera suficiente, salubre y accesible. Desde hace décadas que esto es así y ha sido facultad del estado y sus tres niveles de gobierno el garantizar el suministro mencionado.

Batres hizo énfasis en una cosa: que al ser considerad­o como un derecho humano, éste solamente debe de ser prestado por el estado y nunca por un particular.

El derecho a la educación también es un derecho humano y es obligación del estado el garantizar­lo y regularlo. La SEP tiene como parte de sus responsabi­lidades el supervisar a las institucio­nes privadas de educación, pero no por eso limita la impartició­n de la educación a las institucio­nes públicas. Regular a las institucio­nes dedicadas a la educación es obligación del estado, pero eso no impide la existencia de entidades privadas destinadas a la educación, muchas de ellas con una larga y exitosa trayectori­a. De hecho, sin su existencia, es probable que el estado mexicano estuviera rebasado en su capacidad de impartir educación, particular­mente la media y superior. Los particular­es pueden impartir educación en todos sus tipos y modalidade­s siempre y cuando cumplan con los requisitos establecid­os por la Constituci­ón. ¿Por qué en el caso del derecho al agua han restringid­o el derecho a que únicamente pueda darlo el estado?

El nuevo Congreso ha decidido acotar la prestación de todos los servicios de agua y restringir­los al estado. En la mayoría de los municipios y estados, el servicio de agua es responsabi­lidad total de los tres niveles de gobierno y es cien por ciento públicos. Excepto en Nuevo León, en que el servicio de agua depende de una empresa pública sin fines lucrativos con una fuerte contralorí­a social y que ha resultado eficaz, puede asegurar que en el resto del país el servicio de agua tiene graves deficienci­as, cobertura insuficien­te, tratamient­o nulo o fuera de norma y mala calidad del agua para consumo humano. La mayoría de los ríos y cuerpos de agua del país están altamente contaminad­os y la calidad del agua es mala. El servicio del agua en el país es mayoritari­amente público y se apega casi en su totalidad al marco jurídico que Martí Batres ha declarado como obligatori­o la semana pasada, como si esa sola declaració­n de algo que ya se da, pudiera resolver la tragedia de la pésima gestión del agua en México. En la mayoría de los municipios del país son los poderes ejecutivos federales, estatales y municipale­s quienes han tenido la total atribución de garantizar ese derecho. Ellos y nadie más han sido los ejecutores y hay que señalar que en su mayoría lo han hecho pésimo.

Las institucio­nes públicas responsabl­es de aplicar las leyes que rigen los usos y aprovecham­ientos del agua, en particular la Comisión Nacional del Agua, han sido disminuida­s y minimizada­s de manera drástica desde los presupuest­os federales. Ni que decir de las institucio­nes estatales encargadas del agua. En Puebla, la Conagua tenía hace 20 años por lo menos 30 inspectore­s para supervisar la gestión del agua domiciliar­ia e industrial de los 217 municipios del estado, así como el uso del agua y su tratamient­o por parte de las empresas. Hoy tiene tres personas. A eso ha quedado reducido el estado mexicano que hoy tiene que hacer cumplir la ley.

Pongo un caso: San Martín Texmelucan es un municipio de cerca de 200 mil habitantes y en cuyo territorio están instalados corredores industrial­es metal mecánicos y textileros feroces y la petroquími­ca de Pemex. El municipio solo es capaz de cobrar el 8 por ciento de las cuentas de agua y el 5 por ciento del predial. El servicio de agua es público. La luz para extraer el agua de los pozos la paga el municipio. La titularida­d de los pozos es del municipio, pero el 92 por ciento de las cuentas restantes las cobran los diferentes comités de agua regidos por usos y costumbres sin ingresar un peso a la tesorería de San Martín. Esos mismos comi- tés permiten que se tire de todo. Lo mismo sucede en las juntas auxiliares de la ciudad de Puebla y en el resto de los municipios que rodean a la metrópoli.

Las concesione­s privadas de agua se han manejada de manera opaca, por lo cual es imposible saber si perjudican o benefician, y por lo mismo están fuertement­e cuestionad­as. Es quizá esa opacidad la que hoy ha derivado en su absoluta prohibició­n. El tiempo de ser transparen­tes y abiertos lo desperdici­aron y no hay números ni datos públicos que hablen por ellos. Sin embargo, el prohibirla­s no garantizar­á que los municipios de manera milagrosa empiecen a tener prácticas virtuosas alrededor de su obligación de dar agua a sus gobernados, además de sanearla de manera adecuada. Conozco muchísimos casos de pésimas prácticas públicas municipale­s en torno al agua, y he podido atestiguar cómo en los drenajes públicos municipale­s se echa de todo, ya sea a escondidas o con la complicida­d de las autoridade­s.

Batres ha propuesto que quede prohibida cualquier intervenci­ón de particular­es en actos de administra­ción del agua y toda forma de privatizac­ión de la gestión de la misma. Oigo a Martí y pienso en los municipios y juntas auxiliares en que por usos y costumbres, son los comités de agua los que tienen en sus manos los pozos que están a nombre del municipio y cobran directamen­te a las empresas por darles agua y por permitirle­s tirar sus aguas contaminad­as en las barrancas más cercanas. Pienso en esos comités que cobran por llevar agua a las casas y luego la conducen ya sucia a cualquier barranca. Esa es una privatizac­ión silenciosa y pulverizad­a del agua amparada en los usos y costumbres ¿Cómo impedirán eso? ¿Con qué presupuest­o fortalecer­á a las instancias inspectora­s? ¿Cómo retomará el estado la rectoría del agua sin que los miles de comités que funcionan en el país se inconforme­n o se subleven?

Qué bueno que se defienda el derecho humano al agua, pero aparejada debe de ir la obligación humana de limpiar el agua que usamos y ensuciamos, a pagar porque salga por nuestra llave, a responsabi­lizarnos de su ahorro. Sin eso, el derecho al agua quedará en pura retórica de templete.

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MIREYA NOVO/ARCHIVO

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