PARA GRABAR PELÍCULA DE CANOA TUVIMOS QUE ESTAR CUSTODIADOS
A pesar de que la película se grabó 7 años después, se tuvo que filmar en otros municipios pues integrantes de la Iglesia, trataron de impedir que se levantaran tomas en los recintos religiosos, recuerda Lourdes Flores, quien participó como extra en la pe
Lourdes Flores Cansino, quien participó como extra en la película “Canoa: memoria de un hecho vergonzoso”, recuerda que a pesar de que se filmó siete años después del linchamiento de los trabajadores de la Universidad Autónoma de Puebla (UAP) en el poblado de San Miguel Canoa en 1968, el rodaje se desarrolló en medio de un ambiente tenso por la molestia e incomodidad que este generó.
“Los de Canoa todavía se enojaron porque decían que no era cierto lo que había pasado”, comenta quien estuvo presente en el desarrollo del film a invitación de su cuñado, Julián González Báez, uno de los tres sobrevivientes y a quien acompañó durante todo el proceso.
Indica que fue por ello que “no pudieron hacerla ahí, porque todos los del pueblo estaban enojados”.
Asimismo, tiene presente que ante los rumores de una posible venganza o atentado, mezclados entre los técnicos, estuvieron siempre atentos unos hombres que siempre llevaban unas grandes mangas, lloviera o no, quienes tenían escondidas unas armas.
También hace mención que la película de Felipe Cazals originó malestar entre algunos integrantes de la Iglesia, quienes trataron de impedir levantaran las tomas en los recintos religiosos.
“A Canoa no (fuimos a filmar). Jamás. Porque como hubo problemas no se pudo hacer allá la película. Fue todo más, más, en San Martín Texmelucan. En varios pueblos de alrededor de Puebla”.
Por otra parte, apunta que supo que al ser removido el sacerdote Enrique Meza Pérez de la Iglesia de San Miguel Arcángel, le encontraron tres toneles llenos de dinero y algunos documentos de las propiedades que les quitó a los moradores de la citada junta auxiliar.
Por lo que respecta a la película, señala que le sorprendió la participación del estadounidense Alex Philipps, quien, en su decir, también participó con los productores de la película El Exorcista.
De igual forma, que estuvieran presentes e incluso aparecieran en algunas escenas los tres sobrevivientes del linchamiento: Miguel Flores Cruz, Julián González Báez y Roberto Rojano Aguirre.
“Ellos salen primero en una toma en Nevados Hermilo e incluso Roberto Rojano prestó su mano para la escena del machetazo donde Julián pierde los tres dedos”.
Tampoco olvida que tras el levantamiento de las tomas les realizaron a todos los que participaron una comida en hotel El Royalty, donde les llevaron mariachis a los entonces trabajadores de la UAP.
“Convivimos con los artistas, incluso a algunos por su mismo papel hasta como que les había llegado lo que había pasado. Al terminar la película ya fue un evento que nos hicieron para todos los extras y los artistas”.
Estrenada el 7 de diciembre de 1975, la película, que ganó el Oso de Plata del Festival de Berlín y del Ariel al mejor argumento, asegura les fue proyectada de forma privada a los supervivientes en las instalaciones del desaparecido Cine Puebla.
“Al ver la película, (sentí) a la vez coraje, tristeza, fue muy triste, todos salimos, los familiares, todos llorando porque (Julián) vivió una experiencia muy fuerte, muy fuerte. Mi cuñado se puso a llorar. Él sólo sabe lo que vivió. Nosotros vimos y quedamos espantados,
con mucho más naturalidad que él, que lo vivió y con sus amigos, que los mataron, y la gente que les dio hospedaje y que falleció por darles asilo a ellos. Fue triste, ese señor, que les dio el hospedaje, el señor Lucas, murió por auxiliarlos a ellos. Fue muy triste, yo me salí llorando y pues todos”.
Apunta que en ese evento en el cine Puebla estuvieron los artistas y los familiares.
“(Así como) Los más allegados del Carolino. Estaban sus amigos y la exhibieron para que vieran cómo había pasado todo y contar la película cómo se había filmado”.
Narra que ni ella ni su familia nunca han ido a Canoa, pero a pesar de ello conocieron a los familiares del señor Lucas García García.
“Pero acá. Nunca fuimos para allá. Ahora ya cambiaron, pero antes eran muy duros, muy duros. Gente que llegaba dicen que salían con miedo porque comenzaban a agredirlos, era lo que decían. Yo nunca estuve ahí. Conocí a su esposa, pero aquí”.
Lamenta que ni ella ni sus familiares hayan conocido a la persona que ayudó para que su cuñado salvara su vida.
“Tampoco conocí a la que mandó a llamar a la ambulancia. Si entró la ambulancia fue porque la llamó una maestra de acá de Puebla, porque la maestra fue la que pidió que fueran porque estaban linchando a unos trabajadores y por ella fue que llegaron, porque no los dejaban. Dicen que en el momento que iba a entrar la ambulancia pusieron piedras para que no entrara. Por eso fue el Ejército por ellos, porque si no, no hubieran entrado. Los policías no pudieron, tuvo que llegar el Ejército”.
Expresa que desconoce el nombre de la maestra. “Pero tal vez esté en alguno de los libros que se escribieron”. “ENTRE LA ROPA ENSANGRENTADA IBAN LOS DEDOS DE MI CUÑADO” A pesar de que suma ya medio siglo el linchamiento de los trabajadores de la Universidad Autónoma de Puebla (UAP) por parte de algunos pobladores de la localidad de San Miguel Canoa, para Lourdes Flores Cansino, cuñada del único sobreviviente que se mantiene con vida, Julián González Báez, sigue vigente la imagen de cuando a ella y a su hermana Pilar –esposa del citado Julián–, les entregaron la ropa de éste en el Hospital Universitario (HU).
“Mi hermana estaba embarazada. Ahora sí que le entregaron la ropa con sangre. Era basta, basta. Como si la hubieran metido en un bote. Ya cuando se la entregan a ella, no sabía y se caen los dedos que iban en una bolsita y pues la verdad sí fue muy impresionante, porque
Al ser removido el sacerdote Enrique Meza Pérez, le encontraron tres toneles llenos de dinero
ella no sabía, sólo le dijeron, ‘acá está la ropa de su marido’. Cuando ella la recibió cayeron los dedos”.
Cuenta que cuando les avisaron vía telefónica les indicaron que se habían caído al momento de hacer el ascenso.
Recuerda que tanto Julián González como sus compañeros de trabajo cada año se iban de campamento.
“Nosotros no sabíamos lo que había pasado, lo del linchamiento, ya cuando vimos la ropa fue diferente, ya fue cuando le explicaron a mi hermana lo que había pasado. A nosotros nos habían dicho que se habían desbarrancado, que se habían caído y que nada más había pasado eso y ya. Después fuimos y vimos lo que había pasado y fue muy fuerte”.
Agrega: “Incluso yo pasé a verlo y sentí que me desmayaba, fue algo muy fuerte. Eran golpes por todas partes. Las rajadas de su cabeza eran con machetes, golpes se ve que con martillos, palos, piedras, porque todo su cuerpo era negro. Horrible. Hasta pensamos que de su cabeza no iba a quedar bien, porque era muy impresionante, que ahora sí que gracias a Dios que él vivió y acá está”.
Apunta que en esa sanación que su cuñado realizó, les contaba lo que había sucedido y les refería que tras recibir el machetazo en la mano izquierda y perder el conocimiento por unos segundos y al reaccionar lo que vio, le impactó todavía más.
“Él nos dijo que abrió los ojos y vio a un lado al padre que estaba ahí y todavía pidió que le dieran el tiro de gracia (que lo remataran). Pero ya no hubo tiempo, porque como estaba todo el pueblo alocado con todo lo que estaba pasando, pues ya lo dejaron y a él lo que le sirvió es que se desmayó por el dolor de lo que le pasó de los dedos”.