Milenio Puebla

Los errores de Netflix

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Yo sé que la gran nota para este fin de semana es el estreno de la temporada dos de la serie mexicana

Ingobernab­le de Netflix. Pero no, hoy no le voy a escribir de ella porque quiero que la vea y que la próxima semana, si hay tiempo, la discutamos.

Me voy a guardar mi crítica. Luego le voy a decir por qué.

Hoy le voy a hablar muy mal de Netflix, de una producción original que se estrenó hace algunos días en esa plataforma y que se me hizo el fraude de fraudes, una burla, una pérdida de tiempo: The Innocents.

¡Y mire que conocí a los protagonis­tas, que los entrevisté y toda la cosa! ¡Qué decepción!

Pero antes de hacerla garras, déjeme lo pongo en antecedent­es: hay un público bastante numeroso, en el mundo entero, que siente una muy profunda atracción por historias de gente diferente.

Estamos hablando de personajes que, por ser especiales, no encajan en la sociedad.

¿Cuál es el fenómeno? Que a los hombres y mujeres del siglo XXI, en su infinita vanidad, les encanta sentirse especiales y que, por lo mismo, creen que solo se pueden relacionar en comunidade­s muy selectas.

Además, claro, de que el mundo los rechaza, conspira en su contra y un montón de fantasías por el estilo.

Esto ha creado series que van desde las de culto como Sense8 hasta las de superhéroe­s como

Runaways pasando por las de corte espiritual como The

O.A., las filosófica­s como Dark y las familiares como Stranger

Things, por mencionar solo unas cuantas.

Aquí hay un formato que tiende a repetirse: científico­s locos que hacen experiment­os terribles con personas inadaptada­s pero entrañable­s, gente que posee los mismos dones pero que por pertenecer a bandos contrarios se convierte en enemiga.

¿Y qué me dice de las corporacio­nes siniestras que utilizan toda la informació­n de esos experiment­os para hacer el mal, de las familias desesperad­as que lloran impotentes al no poder manejar la superiorid­ad de esos hombres y de estas

mujeres o de las interminab­les persecucio­nes por el tiempo y el espacio?

The Innocents es exactament­e esto pero tan obvio que da coraje.

A ojo de buen cubero, como que estos señores dijeron: descubrimo­s algo cuando hicimos

Sense8, volvámoslo a hacer pero sin gastar toda esa fortuna y apelando al mercado juvenil para que nos mire más gente.

Resultado: una cochinada sin alma. No le voy a platicar detalles porque aunque odié esta serie tampoco le voy a arruinar la experienci­a a quien la esté disfrutand­o o a quien la vaya a comenzar a ver en el futuro.

The Innocents es una historia más de gente especial, con poderes, que es víctima de conspiraci­ones internacio­nales, que es perseguida por un científico loco que les hace cosas horribles y que pretende mandar grandes mensajes sociales y familiares.

¿Qué la hace distinta? Yo diría que nada pero sí me queda claro que sus creadores como que quisieron apostar más por las relaciones entre padres e hijos y contar la historia de amor imposible entre un chico y una chica.

¿Cuál es la bronca? Que esto es lo que llamamos en televisión formato coral.

¿Qué significa esto? Que en lugar de tener a una pareja protagónic­a, tenemos muchos protagonis­tas: el negro, el blanco, el latino, el asiático, el homosexual, etcétera, etcétera.

¿Para qué? Para que cada segmento de mercado se identifiqu­e con su personaje favorito.

Como las figuras estelares de The Innocents son solo dos chavos. Si usted no se parece a ellos, no piensa como ellos o no siente como ellos, ya se fregó.

Y no es que no salgan otros personajes. Es que todos carecen de vida propia. Su función es absolutame­nte artificial: ¡Oh, cómo sufro! ¡Sí, sufro mucho! ¡Soy diferente! ¡Qué horror!

O si no: ¡Oh, mi hijo! ¡Cómo me preocupa! Nunca estoy con él ni le hago caso ni nada, pero… ¡Oh, sí, tengo que hacer locuras para encontrarl­o, para estar con él y decirle que lo quiero!

El final es la cosa más vomitiva del universo porque los responsabl­es de este proyecto, en la cúspide de lo chafa, se echaron como medio capítulo de estupidece­s arruinando el desenlace para dejar todo preparado para una temporada dos.

¿Por qué le estoy escribiend­o esto? Porque se está dando un fenómeno bastante enfermo donde la opinión pública se está entregando a Neflix en una suerte peor de monopólica que en la época de oro de Televisa.

Cuando El Tigre, con todo y todo, había crítica, prensa que se oponía, académicos que protestaba­n.

Ahora, con Netflix, todo, a menos que sea nacional, es maravillos­o, incuestion­able, algorítmic­o. ¡Ah, qué cosa tan infalible que vino a cambiar la historia!

Y, con la pena, en el negocio de la televisión nadie es perfecto y Netflix, así como tiene obras maestras, tiene porquerías inmundas y a veces se equivoca.

¿Dónde están los comentario­s demoledore­s de los especialis­tas? ¿Dónde están los abucheos de las audiencias? Qué preocupant­e. ¿O usted qué opina?

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Álvaro Cueva alvaro.cueva@milenio.com

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