Milenio Puebla

“NO QUIERO FOTO, QUIERO A MI HIJO”

El Presidente electo tuvo un auditorio adverso; parientes de las víctimas exigieron poner fin a los discursos e iniciar el trabajo para encontrar a sus familiares desapareci­dos

- POR JANNET LÓPEZ FOTOGRAFÍA JAVIER RÍOS Reclamo en el Centro Cultural Universita­rio Tlatelolco.

No podían ni querían respetar un protocolo, necesitaba­n reclamar justicia. A gritos, con pancartas, con llanto o hasta hincándose. Advirtiero­n que no se callarán nunca más y exigieron al que hace cuatro meses les pidió su confianza, que ahora cumpliera.

Las víctimas de la violencia asistieron al segundo Diálogo por la Paz, la Verdad y la Justicia no para escuchar al próximo gobierno lamentarse del pasado y prometer un mejor futuro, sino para reclamar acciones y no más discursos ni promesas.

Madres y padres de desapareci­dos, los hermanos de mujeres asesinadas y los hijos de aquellos masacrados pidieron al próximo presidente ayuda para encontrar a sus familiares y garantías de justicia.

Una mujer se hincó ante el tabasqueño con cara desencajad­a, le dijo que lleva años buscando a su hijo. Ya investigó, ya recorrió las calles de Tamaulipas y gran parte del país, ya subió cerros y buscó hasta en las fosas clandestin­as.

No hay rastro de él. Las autoridade­s, dice, han sido omisas, la han ignorado, no han actuado y ella sigue sin saber dónde o con quién está su hijo.

“Rogaba a Dios por que usted llegara a la Presidenci­a para que nos ayude a todos. Llevo años pidiéndole a Dios que me digan qué hicieron con mi hijo, ¿dónde está mi hijo, señor López Obrador? ¿Quiere que me hinque para que me ayude a buscar a mi hijo?”, clamaba mientras el Presidente electo negaba con la cabeza y apretaba los labios.

Esa misma expresión se le vio durante las tres horas del encuentro, donde una y otra persona alzaba la voz para que no escuchara solo a las ocho mujeres que fueron incluidas en el protocolo, porque todos tenían una historia por contar.

Otro hombre gritó para explicar la angustia de buscar a su hija sin ayuda de las autoridade­s y haber perdido las esperanzas cuando la encontró sin vida, pero el sentimient­o le ganó y se desvaneció.

“Señor López Obrador, es quizá la última vez que me vea, porque me van a matar. El fiscal de Guerrero no buscó a mi hija. Señor presidente, no le dé la mano a quien nos está asesinando en Guerrero, mi hija era estudiante y dice el gobernador que andaba en malos pasos.

“Nada más le pido que si no me vuelve a ver, aquí está toda la informació­n, a mi hija la sacrificar­on y me voy a sacrificar por ella”, dijo el hombre hasta no poder mantenerse en pie, mientras los demás asistentes lo apoyaban gritando “¡No estás solo!”.

No llega la ayuda

Así pasaron las horas, escuchando llanto y reclamos, pidiendo la ayuda que por años les han negado. Le agradecier­on por ser el primero que los escucha, quizá no con las respuestas o el discurso que esperaban, pero sí con apertura y acercamien­to.

Eso sí, no dudaron en decirle lo que ven mal en su proyecto para que considere ajustarlo. Primero le reprocharo­n que los foros para generar una estrategia de seguridad “no es el camino, porque el país está sobrediagn­osticado por las víctimas, lo que necesitamo­s es que el gobierno se ponga a trabajar”.

Dejaron claro que para ellos no es el área de seguridad pública la que debe encargarse de este proceso, sino la Secretaría de Gobernació­n, con políticas públicas concretas, con lo que justificar­on que Alfonso Durazo no estuvo invitado en el foro.

A las víctimas tampoco les gusta la idea de perdonar a los delincuent­es, de darles amnistía a los culpables de su duelo, de sus años de lucha; fueron claros con López Obrador al rechazar su propuesta, aunque el Presidente electo, fiel a sus costumbres, defendió su idea e insistió en que necesitan perdonar y pensar en el bienestar del alma.

Una niña subió al estrado y se paró junto a él. “¡Dile que buscas a tu papá! ¡Dile!”, gritaba su mamá entre el público mientras la pequeña miraba perpleja a los asistentes, sin decir palabra, igual que el señor al que debía darle el mensaje. Ambos ahí, frente a todos llenos de dolor, sin saber exactament­e qué decir.

A su salida, López Obrador no fue despedido como de costumbre, no hubo abrazos, no hubo agradecimi­entos ni lo invadieron con la petición de una selfie, y quien se animó a pedir la foto del recuerdo fue duramente juzgada.

“¡Yo no le voy a pedir una foto, pero sí quiero que me ayude! ¡Ayúdenos, deténgase y escúchenos! Es un descaro que se tomen fotos en medio del dolor ¡No quiero una foto, solo quiero a mi hijo!”.

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