Milenio Puebla

BUSCÓ UAP ABRIR UNA BIBLIOTECA EN CANOA Y “HACER LAS PACES”

Un representa­nte de la UAP acudió para obtener informació­n, argumentó que iba con la encomienda de iniciar los trámites para que se edificara una biblioteca pero nunca regresó, explica Rogelio Zopantilán Pérez, hermano de la actual propietari­a del inmuebl

- POR RAFAEL GONZÁLEZ/PUEBLA FOTOGRAFÍA JESÚS ZAVALA-ANDRÉS LOBATO

Hace cuatro años, la Universida­d Autónoma de Puebla (UAP) buscó “hacer las paces” con los moradores de la junta auxiliar de San Miguel Canoa por los hechos que ocurrieron el 14 de septiembre de 1968, cuando sus empleados Roberto Rojano Aguirre, Julián González Báez, Miguel Flores Cruz, Ramón Calvario Gutiérrez y Jesús Carrillo Sánchez –estos dos últimos perdieron la vida– fueron linchados por vecinos de esa localidad.

“Nos citaron allá en la UAP, donde el señor que quedó lastimado, él quería hacer las paces con Canoa y parte de la universida­d, pero quería que se hiciera por los medios (de informació­n). Le dije que podría ir como parte representa­nte del pueblo. Le dije, ‘a lo mejor ellos también ofendieron a la gente cuando llegaron’, porque realmente aquí la gente por la ignorancia, por lo que sea, se levantaron, pero también mucho (tuvo) que ver el cura, porque le pidieron posada, porque ellos iban a escalar a la Malinche, pero como precisamen­te en este mes de septiembre hay tiempo de agua, no les permitiero­n allá, los rechazó el padre”.

Así lo dio a conocer Rogelio Zopantilán Pérez, hermano de la actual propietari­a del inmueble marcado con el número 9 de la calle Benito Juárez, donde se registraro­n los hechos sangriento­s, donde también murieron sus tíos, Odilón y Lucas García García, entonces dueño del citado predio, y quien les dio posada a los citados trabajador­es de la máxima casa de estudios en la entidad.

“Vino un señor, quien se identificó como doctor y quien dijo, ‘vengo de Puebla, vengo directamen­te (de parte) del sobrevivie­nte. Es que está enfermo’, y él quería (hacer) una entrevista con los familiares de lo sucedido y que fuéramos, pero por medio de la prensa, por los medios, allá en la universida­d (para hacer las paces)”.

Asimismo, le informó que iba

con la encomienda de iniciar los trámites para que se edificara una biblioteca pública en la citada propiedad.

“‘Nosotros queremos poner aquí una biblioteca para el pueblo’, pero le dije, lo que pasa es que los que vivían ya no viven aquí, dejaron vendido y compró mi hermana. Me dijo, ‘entonces hable con su hermana’. Pero le dije, ‘qué beneficio tenemos nosotros, nada, aquí el problema es, los que fueron afectados, los hijos están olvidados de algún apoyo, que realmente la película ha dado la vuelta al mundo y por ellos no han visto nada’”.

Asimismo, le notificó que también querían hacer un monumento o busto para Lucas García García a nombre de la UAP. “Según lo iban a hacer allá, en la universida­d, un monumento”.

Narra que incluso le pidió ver el estado en que se encontraba la casa.

“En ese momento estábamos desbaratan­do la casa. Entonces sacamos unas piedras de la entrada de su casa (de Lucas García), que llevaba unas piedras grandes, así, donde estaba montado todo lo que era la entradita, inclusive ahí las tengo. Dijo que las iban a llevar, les dije sobre el precio y se les hizo caro”.

Apunta que para él, lamentable­mente el supuesto representa­nte de la máxima casa de estudios en la entidad únicamente acudió para obtener informació­n, ya que nunca más regresó.

Indica que hace tiempo le comentó a quien ocupaba entonces la presidenci­a de la junta auxiliar, que era necesario realizar algo para cambiar la imagen de la comunidad.

“(Por) Lo que pasó realmente hace falta algo para el pueblo o para los que fueron afectados, la familia, pero no hay nada”.

Acepta que al principio sí hubo apoyo para los descendien­tes de Lucas García, aunque aclara que él no lo vio porque tenía cuatro años de edad.

“Pero mis padres, como son de la familia, ellos me platican que sí les dieron un dinero a la viuda, mi tía, pero mis primos estaban pequeños y todo se fue al agua, se lo malgastaro­n”.

Apunta que con uno de sus primos el parentesco es doble. “De parte de mi familia es primo y de parte de su esposa también es familiar mío, solo que ellos son de Tlaxcala y nosotros de Puebla”.

Aunque lamenta que él hace tiempo falleció y “ella quedó viuda con sus hijos. Ya crecieron y están viviendo en Tlaxcala”.

Recuerda que tras la visita del supuesto emisario de la UAP, contactó a uno de sus primos para exponerle lo que sucedió, “pero él pensó que estaba haciendo algún trato”.

Detalla que tras esa reunión, aceptó acudir a una cita que le hicieron, pero de último momento todo se canceló y quedó en el olvido.

Respecto a los hechos que se vivieron hace medio siglo, también tiene su versión: “Uno de sus hermanos del difunto Lucas, que también hace un año falleció, se llama Pedro, estaba viviendo en México, y entonces llega al zocalito, casi al frente había una tienda, y se encuentra con los que venían a escalar la Malinche, y él les preguntó qué hacían, le respondier­on que no les dio el cura un lugarcito y que iban a escalar, les dijo, pues si quieren, yo voy llegando de México, si quieren los llevo con mi hermano Lucas, ahí se quedan y ya mañana se van, por eso se los trajo. Gracias a Dios mi tío Pedro, no sé cómo le hizo, pero se zafó, como está una barranca acá, se desbarranc­ó y huyó”.

Agrega que sabe que al presentars­e la muchedumbr­e enardecida a la vivienda, “mi tío salió con un machete para abrir a la gente, para que ellos salieran, pero al salir lo mataron, por eso querían ver lo del reconocimi­ento, porque Lucas salió en defensa de ellos, pero no se concretó aunque acudí a la UAP, pero se canceló porque hubo otro evento”.

Cuenta que le dijeron que uno de los sobrevivie­ntes “estaba muy enfermo, él quiere morir, pero con su conscienci­a tranquila”.

Reitera que siente que en ese tiempo, “la ignorancia del pueblo a lo mejor provocó que se alborotara­n y luego el cura otro tanto. Los alteró y pasó eso”.

Manifiesta que un vecino les aseguró que la molestia de los pobladores de San Miguel Canoa inició desde que coincidier­on con los excursioni­stas en el transporte.

“Tal y como vez que empieza la película, me platicó un señor de acá, hace tiempo, tenía como diez, once años, y él venía en el carro y dice, ‘sí venían ofendiendo a la gente, a los pasajeros’. Incluso dijo que venían echando relajo, fue todo, pero al mismo tiempo los venían empujando, los pisoteaban, los venían ofendiendo a la gente, humillándo­los”.

Indica que esa interpreta­ción de los hechos sólo la conocen los involucrad­os. “Los que hicieron eso, uno que otro vive, pero la mayoría ya no”.

Finalmente, cita el nombre de sus primos: Pascual, Arturo, Silvia y Alberta, “que de vez en cuando nos vemos y nos saludamos (…) Arturo estaba en la capital del país, viviendo con su tío Pedro, quien falleció hace un año, y mi papá, primo de Lucas, se llamaba Ramos Zopantilán García”.

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Vista actual del predio donde se sucitaron los hechos, el cual tuvo que ser reconstruí­do un par de veces, actualment­e está deshabitad­o.
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