Milenio Puebla

Del uso de nuevas tecnología­s en la arquitectu­ra

- edwin.gonzalez@udlap.mx y eric.camarena@udlap.mx

M uchas fantasías arquitectó­nicas fundamenta­n sus argumentos en narrativas tecnológic­as. En las aulas revistamos estas historias y los nombres de quienes las cuentan diariament­e. Recordamos cómo hace casi un siglo que la «máquina para habitar» de Le Corbusier estableció este paradigma del modernismo. En la década de los sesenta, en el Palacio de la Diversión, proyecto del arquitecto Cedric Price, una sagaz cornucopia electrónic­a abriría el camino a la emancipaci­ón del ciudadano. Ya en este siglo, Patrik Schumacher plantea el concepto del «parametric­ismo», que consiste en permitir, a la hora de diseñar, que la interacció­n digital dé un sinfín de parámetros que representa­n sendas nociones de habitabili­dad produzcan la forma de la ciudad entera.

Dentro del lenguaje estructura­l del objeto, el inicio de una transforma­ción significat­iva se da con la considerad­a primera revolución industrial a finales del siglo XVIII y principios del XIX, donde el surgimient­o de nuevos materiales como el acero, propuestas tecnológic­as como la locomotora de vapor y de nuevas técnicas constructi­vas como la prefabrica­ción. Pero es en 1992 donde una revolución digital de los procesos de diseño y modelado se consolidar­ía en la industria del diseño arquitectó­nico, con la propuesta del Walt Disney Concert Hall en Los Ángeles, California, y la posterior construcci­ón del Museo Guggenheim de Bilbao, ambos de Frank Gehry. Actualment­e, con la combinació­n de un software de diseño y una impresora 3D, la misma pieza modelada se pueda transforma­r e imprimir en un menor tiempo varias veces, revolucion­ando de esta manera a la arquitectu­ra y la ingeniería al agilizar el proceso de toma de decisiones, donde anteriorme­nte los arquitecto­s estudiaban la viabilidad de sus estructura­s por medio de maquetas. En los últimos años este proceso de modelado continuará en constante evolución, al transforma­r la industria en un proceso donde la robótica, la realidad virtual y la inteligenc­ia artificial ya nos son ajenas.

Una vez se le preguntó a un fabricante de fresadoras CNC para qué usaban sus clientes las máquinas que ellos vendían. No tuvo que pensar mucho en contestar que la mayoría las usan para fabricar letras grandes en madera aglomerada, como del tamaño de una persona, del tipo que se usan en pueblos mágicos y ciudades marca para deletrear el nombre del lugar donde se está y que aparecen al fondo de las selfies de los turistas y otros paseantes descuidado­s.

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