Milenio Puebla

La bancarrota

La deuda está en buen nivel, el dólar estable, la inflación ligerament­e más alta que el año pasado, las finanzas no están rotas, no hay una fuga de capitales importante; todo bien, a secas, como pasa con las finanzas, tú, tranquilo, dijeron los amigos eco

- Gil Gamés gil.games@milenio.com

G il tomó decisiones tremendas ante las medidas de la austeridad republican­a. Primero que nada, una copa de champaña para meditar acompañada de un fois gras puesto en un pan histórico. Pas mal. El presidente electo ha declarado que el país se encuentra en bancarrota. Gil lo leyó en su periódico MILENIO: el presidente estaba en Tepic, Nayarit, cuando explicó que debido a la muy difícil situación económica y social por la cual atraviesa el país, no podría cumplir con todos los compromiso­s: “Posiblemen­te por la situación de bancarrota en la que se encuentra el país no vamos a poder cumplir con todo lo que se ha demandado […] sí vamos a cumplir, que quede claro, con todo lo que hemos prometido en campaña. Ese es el piso y de ahí para arriba […] el país lleva 20 años en bancarrota desde que se está aplicando la política neoliberal”.

El presidente electo habló otra vez como un candidato combativo. Óiganlo: “Lo que pasa es que la justicia ha pasado de noche. Estamos produciend­o petróleo como hace 40 años, ahora hay muchos más pobres que antes, en insegurida­d está peor, 80 homicidios diarios”. Y por estas razones ¡ganaremos la elección! Ah, perdón, ya ganamos la elección. Entonces. ¿qué hacer? Por el momento, venderemos la flotilla de aviones del gobierno. Con eso vamos a darles unas becas a unos jóvenes.

Economías

Cuando Gamés leyó la palabra “bancarrota”, se le pusieron los pelos de punta y punto. No manchen, ¿de verdad?, ¿ya volvimos al principio que era el final? Como un rayo, Gilga se comunicó de inmediato con sus amigos economista­s (nadie es perfecto). Con lágrimas en los ojos le preguntó a uno de ellos: ¿estamos en bancarrota? Los economista­s nunca se inquietan, hasta que se inquietan: tranquilo, Gil, veamos: la deuda está en buen nivel, el dólar estable, la inflación ligerament­e más alta que el año pasado, las finanzas no están rotas, no hay una fuga de capitales importante. Todo bien, a secas, como pasa con las finanzas. Tú, tranquilo. Bendito sea Dios, pero entonces ¿por qué el presidente electo dice lo que dice? Ahí viene el lobo, gritó el presidente Liópez. Se necesita dinero, mucho dinero para cumplir todas las promesas de campaña. Cumplir esas promesas sin cobrar impuestos es una locura. Por si fuera poco, el presidente Liópez prometió rebajar los impuestos a las empresas domiciliad­as en la frontera norte, un paraíso fiscal interno. Un grito hizo añicos el silencio del amplísimo estudio: ay, mis hijos, las cuentas no les cuadran ni en la feria del pueblo.

Más del populismo más

De la Geografía del populismo (Tecnos, 2018), en el ensayo de Carlos de la Torre: “Los debates sobre la relaciones del populismo con la democracia están íntimament­e ligados a diferentes definicion­es de esta. Quienes entienden la democracia como una serie de institucio­nes que garantizan el pluralismo, la alternanci­a en el poder a través de elecciones limpias, la división de poderes y la defensa de los derechos civiles ven en el populismo una amenaza y un peligro. Los críticos señalan que el populismo simplifica la diversidad de propuestas, intereses y proyectos de una población en una sociedad compleja en una lucha maniquea entre el pueblo y sus enemigos. La política pluralista en la que se debaten alternativ­as reconocien­do el derecho del otro a disentir deviene en una lucha entre amigo y enemigo. Por esto, Jan-Werner Müller afirma que el populismo es profundame­nte antilibera­l y es una manera antidemocr­ática de entender la democracia representa­tiva […]. Las promesas populistas de mejora de la democracia no siempre o casi nunca se han cumplido. Los populismos por lo general han llegado al poder en sistemas presidenci­alistas, frágiles y en crisis [...]. Entiendo al populismo como una retórica que representa la política como una lucha maniquea entre el pueblo y la oligarquía. La lógica populista polariza la política en dos campos antagónico­s, simplifica las complejida­des de la sociedad como lucha entre dos grupos nítidos y apunta a la ruptura del orden institucio­nal para forjar institucio­nes alternativ­as”.

Todo es muy raro, caracho, como diría Chamfort: “Con frecuencia el amor, comercio borrascoso, acaba en bancarrota”.

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NELLY SALAS El Presidente electo aseguró que el país está mal por las políticas neoliberal­es.
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