La “cultura universitaria” del copy-paste
Qué difícil resulta “infectar” en los estudiantes universitarios la idea de que la ética no tiene fecha de prescripción, sino que se trata de una actitud continua de reflexión que inicia con el propio reconocimiento de nuestras fortalezas y debilidades como profesionales. A final de cuentas, los valores son los lentes a través de los cuales conocemos el mundo y habitamos en él. En este sentido, el plagio es la acción de hacer pasar como nuestras, ideas o textos que pensaron otros y que nos fueron transmitidas por ellos, bien por escrito, bien oralmente o por algún otro mecanismo de comunicación. El plagio se consuma en dos circunstancias bien específicas, estas son: cuando usamos las ideas textuales de otro y no las colocamos entre comillas, o cuando no damos a quien nos lee o nos escucha, la indicación suficiente como para que sepa de qué autor, libro, documento o circunstancia fue tomada la idea ajena. Entre las múltiples causas por las cuales los estudiantes cometen este error, es creer que las ideas “son de todo el mundo” y una inadecuada y pobre metodología para saber citar.
Copiar y pegar es un problema mayúsculo. Al respecto, McCabe (2003) de la Rutgers University de New Jersey reportó un estudio llevado a cabo en veintitrés facultades de los Estados Unidos, en el que concluyó que al menos cuatro de cada diez universitarios plagiaron trabajos de la red en el último año. Estos mismos estudiantes universitarios admitieron haber plagiado durante el último año en al menos una ocasión algún tipo de información procedente de Internet. Así, el 38 por ciento de los estudiantes encuestados reconocieron haber realizado algún tipo de actividad de “copiar y pegar” en la red, ya sea parafraseando, copiando algunas frases o, incluso, párrafos enteros, sin citar nunca la fuente. Uno de los hechos más relevantes del estudio de campo radica en que casi la mitad de los estudiantes consideró dicho proceder habitual o, por lo menos, banal, y no lo equiparó de modo alguno con algún comportamiento de deshonestidad académica.
El concepto de honestidad es un concepto moral, que podríamos suponer que al menos como concepto se encuentre sobre entendido en nuestros alumnos. Sin embargo, algunos años de experiencia como académico me han convencido de que esta suposición no es del todo acertada. ¿Cómo les hablo de honestidad académica a mis alumnos? Los maestros moralistas nunca me han impresionado, no obstante, la brillantez y pureza de sus ideas y sus palabras. Maestros que han apelado a mi capacidad para aprender y sobre todo a mi responsabilidad humana de luchar por desarrollar lo mejor de mí mismo en cualquier circunstancia permanecen en el archivo de mis memorias significativas como un tesoro. Ojalá los educadores no limitemos nuestra función educativa al apego a diseños policiaco-educativos que traten, más que enseñar, asegurar que ningún alumno actúe fraudulentamente y transitemos a inspirar con erudición, amor al trabajo pedagógico, compromiso profesional, y confianza en las capacidades de aprendizaje de nuestros estudiantes.