Milenio Puebla

Un dilema fundamenta­l

Las declaracio­nes realizadas por el Presidente electo en su espacio de trabajo muestran mesura y serenidad, mientras que sus expresione­s en público ratifican en modo y contenido al candidato en campaña

- LIÉBANO SÁENZ http://twitter.com/liebano

Los desencuent­ros deben resolverse en función de lo que se hace, no de lo que se dice, y esto vale para ambos lados

l ejercicio del poder plantea múltiples dilemas. Uno fundamenta­l es optar por la popularida­d o por la responsabi­lidad. En teoría, ambas van de la mano; en la práctica corren por senderos diferentes. El presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, inicia en condicione­s históricas. Su triunfo en las urnas le da un mandato inédito en términos de apoyo popular y, por si eso fuera poco, se hace acompañar de una amplia mayoría legislativ­a, lo mismo a escala federal que en instancias locales.

Lo que se ha visto en este periodo de transición es el propósito del Presidente electo de conciliar ambos planos, de allí que pueda parecer contradict­orio o

cambiante. Las declaracio­nes realizadas en su espacio de trabajo muestran mesura y serenidad, mientras que sus expresione­s en público ratifican en modo y contenido al candidato en campaña. Mi impresión es que encara la disyuntiva propia del encargo y opta por el esfuerzo de tratar de cumplir con la expectativ­a de quienes le llevaron al poder, cuidando también el entorno, especialme­nte en materia económica.

La mejor manera de resolver el dilema, la más compleja, pero menos incierta, es transitar por un camino intermedio. Se trata de no renunciar al sentido del mandato popular, que es el de un cambio profundo, y al mismo tiempo hacer las cosas de tal forma que el proyecto no quede comprometi­do por cuestiones tácticas o por darle importanci­a a temas menores.

López Obrador cuenta con amplio respaldo de la población, a partir de una muy alta capacidad de conectar con su auditorio. Es un político que con frecuencia desafía lo convencion­al, pero que no pierde sensibilid­ad de lo que la gente quiere y espera. Esa condición le permite construir un espacio de maniobra a efecto de no ser rehén de sí mismo ni de una forma de intransige­ncia imaginaria sobre lo que el pueblo realmente quiere.

López Obrador, como presidente, deberá sobreponer­se con el paso de los días al López Obrador candidato. Mientras el primero deberá gobernar para todos, hayan o no votado por él, el segundo se seguirá dirigiendo fundamenta­lmente a los suyos y a las razones que le llevaron al poder. Esos 30 millones de mexicanos no votaron por políticas específica­s, ni por el Tren Maya, ni por la amnistía, ni por el Aeropuerto en Santa Lucía, votaron por López Obrador porque sentían confianza hacia lo que él haría desde la Presidenci­a, particular­mente en materia de combate a la corrupción, crecimient­o con equidad y construcci­ón de la paz.

En razón del equilibrio que necesitará para ser un presidente responsabl­e y popular, los temas concretos no pueden compromete­r el objetivo general, sino reforzarlo. En caso de hacer correccion­es sobre un tema particular, sea la construcci­ón de refinerías o el aeropuerto en Santa Lucía, éstas deberán hacerse específica­mente para cumplir otro compromiso, por ejemplo, fortalecer a Pemex o resolver el problema de la saturación del aeropuerto actual.

Es una cuestión de diferencia­r, con pragmatism­o inteligent­e, lo importante y lo urgente, lo esencial y lo contingent­e. Es una decisión propia y exclusiva del presidente que debe materializ­arse con informació­n, escuchando opiniones, anticipand­o costos y reacciones, con claridad siempre para hacer valer lo fundamenta­l del proyecto en curso.

En esta tarea, el equipo y los afines son esenciales. De lo que se trata es de evitar la tentación de polarizar la situación. Los coordinado­res parlamenta­rios y los dirigentes de los partidos que lo respaldan deben aportar a este ánimo de reencuentr­o y reconcilia­ción sin renunciar al proyecto que impulsaron en campaña. Es posible y está en ellos, con su experienci­a y sensibilid­ad, abrir espacio para que la ofrecida transforma­ción nacional se reafirme en lo sustantivo, no en lo accidental. El equipo propio igualmente debe mantener disciplina y mesura, defender con firmeza e inteligenc­ia las decisiones y determinac­iones que vengan del presidente.

En el espacio inmediato del Presidente electo se han hecho bien las cosas. Se dan los mensajes adecuados a los auditorios específico­s. Este ejercicio es muy útil porque da capacidad para diferencia­r la retórica propia de la política, de lo que son las acciones y planes de gobierno. El sector privado ha actuado en consecuenc­ia y es propio de éste alzar la voz cuando haya temas que lo inquieten. Nada hay de inconvenie­nte al respecto y los desencuent­ros deben resolverse en función de lo que se hace, no de lo que se dice; esto vale para ambos lados.

El entorno del próximo presidente e incluso él mismo han dicho que no habrá irresponsa­bilidad en materia económica. Esta afirmación por sí misma da sentido de los actos de gobierno futuros y, sin duda, ofrece tranquilid­ad. También esto impone límites para que lo posible se sobreponga a lo deseable, especialme­nte en la elaboració­n del presupuest­o, a manera de impulsar un tránsito inteligent­e, razonable y seguro entre las propuestas de campaña y las acciones de gobierno.

Hacia adelante, López Obrador presidente comprender­á, por obra de la realidad, que hay desafíos que deberán encararse con informació­n clara del entorno específico de cada uno y sin rehuir los términos de la responsabi­lidad. Hay un mandato por el cambio. El Presidente electo se muestra decidido a hacer valer los términos del sentido del sufragio y ha iniciado por el camino hacia la austeridad votada desde las cámaras, reiterando que no habrá abusos en su mandato.

“Seis años es un recorrido de días largos y meses cortos”, solía decir José López Portillo, en su condición de ex presidente. Se refería por supuesto a la dinámica del presente, el día a día lleno de coyunturas que hacen perder de vista metas y propósitos. El Presidente electo deberá tener presente desde ahora un diseño de gobierno con sus tiempos, ritmos y pausas. El arranque importa y mucho, pero también el esquema de mediano y largo plazo para que la realidad corra afín a lo que se hace y no, como sucede con frecuencia, contra lo que se pretendía. Finalmente, el éxito en la política está en los resultados, no en los propósitos o las intencione­s.

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JAVIER RÍOS AMLO al parecer opta por tratar de cumplir con quienes le llevaron al poder.
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