Los estudiantes que defendían el Casco de Santo Tomás se rindieron y pidieron ser considerados “prisioneros de guerra”
Ante la avanzada militar,
a llegar los militares por la calzada México-Tacuba; nosotros estábamos pertrechados en la escuela (Wilfrido Massieu). Fue una operación en pinza que abarcó cinco colonias: Santo Tomás, Nextitla, Plutarco Elías Calles, Agricultura y un Hogar para Nosotros, nos rodearon”, recuerda 50 años después Humberto Campos.
Miembro del Comité de Lucha de su escuela, sacó de su memoria otro recuerdo: “Aquí, en Salvador Alvarado y Avenida de los Maestros, con bombas molotov y demás, se quemaron tres camiones —dos de granaderos y una perrera— y una jeep del Ejército, también se quemó un transformador para que no hubiera luz, todos estaba oscuro”.
El entonces brigadista Rafael Lima Nava recuerda: “Camiones de la Montada y granaderos empezaron a sitiar las escuelas; nos toco aquí (Escuela de Economía), teníamos barricadas de bancas y mesas en el estacionamiento. Nos defendimos con bombas molotov, piedras y palos para que la Montada no entrara a la escuela.
“Cuando llegó el Ejército hubo disparos, había hoyos en las paredes. De repente, solo quedábamos seis en la azotea de la escuela, escondidos abajo de los tinacos, salíamos cuando los soldados apagaban los reflectores y entre las ráfagas de las metralletas aventábamos piedras y bombas molotov... así resistimos toda la noche.
“La madrugada del 24 de septiembre aún teníamos bloqueada la subida a la azotea, pero llegó un soldado y aventó todo. Fue cuando nos entregamos. ¿Con qué nos defendíamos?, si traían M1 y M2, levantamos los brazos y nos condujeron a culatazos a la mitad del edificio.
“Le pedí a un soldado que nos trataran como prisioneros de guerra de acuerdo con la Convención de Ginebra, pero su respuesta fue ‘soldados su chingada madre, ustedes no son soldados son guerrilleros’”.
Fueron subidos a unos camiones y trasladados a Tlaxcoaque, después a la procuraduría y por último a Lecumberri. “Estuve dos años y tres o cuatro meses preso”.
El entonces integrante del Consejo Nacional de Huelga, Luis González de Alba, afirmó en su libro Losdías y los años que “se vivía un ilegal estado de sitio no declarado”. Había escaramuzas por diferentes puntos de la ciudad. Brigadas relámpago y detenciones, protestas en provincia; paros escalonados y huelgas en universidades.
El camino al 2 de octubre quedaba pavimentado...