El alto vacío
Peña Nieto es un presidente saliente especialmente impopular. López Obrador es un presidente electo especialmente popular. Lo cual explica el fenómeno pero —¡ay!— sólo en parte. Estalla una crisis en la Universidad Nacional y su rector propicia a los pocos días una reunión con el Presidente electo, a quien acude a visitar en sus oficinas, lo que reporta la prensa. Y otro tanto sucede con los gobernadores, juntos o separados, en público o en privado. Se trata de una práctica necesaria: indispensable les es ir construyendo interlocución con el nuevo Ejecutivo. Sin embargo, llama la atención que, en el mismo plazo, las reuniones de los principales actores políticos con Peña Nieto se hagan raras, que desestimen la interlocución con el todavía Presidente de la República en favor de un diálogo con quien todavía no ostenta esa investidura legal.
Muchos pensarán que no hay aquí problema político sino meros formalismos, que la ciudadanía se ha pronunciado ya por un nuevo gobernante y que éste es quien encabeza ya de facto los destinos del país. De facto, concedido, pero no de
jure: hasta el próximo 1º de diciembre, a quien corresponde decidir sobre las instituciones del Ejecutivo es a quien fue electo para encabezarlo por seis años exactos; eludir su interlocución, más allá de minar su liderazgo personal, mina su investidura y el Estado de derecho mismo, lo que preocupa en una sociedad en que tantas decisiones pasan por canales paralegales y en que con frecuencia actuamos como si la Ley fuera optativa.
Necesitamos pensar lo político en términos más jurídicos y menos mediáticos, realizar las necesarias modificaciones a la legislación para que prive ese espíritu. ¿Tiene sentido un periodo de transición de cinco meses? En Estados Unidos, el lapso que transcurre entre el resultado final de la elección y la toma de posesión del nuevo presidente es de dos meses y días, en Francia apenas de una semana. Acaso haya ahí una lección que aprender —y una reforma legislativa a efectuar— en aras de evitar vacíos de poder como el que vivimos.