Milenio Puebla

Mujer halla a su hijo entre los cadáveres de Jalisco

Hasta ahora es el único cuerpo que ha sido plenamente identifica­do

- María del Tránsito Zamora muestra una imagen de su hijo, a quien sepultó en el panteón de Guadalajar­a. Melissa del Pozo y Jorge Martínez/ Guadalajar­a

María del Tránsito Zamora carga sobre su espalda dos penas: el asesinato de su hijo José Guadalupe Cruz Zamora, el único de los 322 cuerpos identifica­dos que permanecen en conservaci­ón en dos tráileres refrigerad­os y la desaparici­ón de su nieto Daniel Alejandro Cruz, de 18 años.

El pasado sábado 21 de septiembre, María depositó los restos de su hijo en la gaveta identifica­da con el número 1 del panteón de Guadalajar­a. Al pie de la tumba, María le juró a José Guadalupe que encontrarí­a a su hijo.

José Guadalupe Cruz Zamora y su hijo Daniel Alejandro Macías desapareci­eron juntos la mañana del pasado 20 de mayo, en el municipio de El Salto. “La última llamada que me dio fue el domingo 20 a las 9 de la mañana porque yo estaba enferma, me dijo ‘mañana voy a ir para llevarte con el doctor’, y me dijo ‘dame tu bendición’”, narró María.

Diecisiete días después de la desaparici­ón de José y Daniel, se enteró del hallazgo de una fosa clandestin­a en la colonia Lomas del Aeropuerto, en El Salto. “Cuando salió lo de la fosa fue cuando mi corazón me decía que eran ellos, me fui al Semefo, pero me dijeron que todavía no los estudiaban” (a los cuerpos), señaló.

El 13 de junio, acudió nuevamente José Guadalupe y Daniel desapareci­eron el 20 de mayo pasado en el municipio de El Salto al Instituto Jalisciens­e de Ciencias Forenses, y por fin tuvo acceso al banco de datos fotográfic­o de personas no identifica­das y fue entonces que localizó indicios del cuerpo de su hijo. “Todo se me subió de ver que eran ellos, me vine con un dolor en mi pecho de saber que estaban ellos ahí, pero no podía identifica­rlo porque estaban en ácido”, dijo María con voz entrecorta­da.

Cada vez que acudía a Ciencias Forenses, los peritos le decían que aún no contaban con los resultados de los exámenes de ADN, porque no habían conseguido una muestra de tejido de los cuerpos.

Para esas fechas, María no le había contado a su marido lo que le había sucedido a su hijo y a su nieto, ya que temía que la salud de su esposo empeorara.

La agonía se prolongó 100 días. Todo ese tiempo María se tragó sola su dolor. Narró que lloraba mientras estaba a solas en su casa. “Una madre defiende a sus hijos, buenos o malos, rateros, matones, lo que fueran. Son los hijos de uno y uno así los quiere”, comentó.

José Guadalupe tenía pocos meses de haber salido del penal de Puente Grande, donde trabajó en la cocina; también Daniel pasó unas horas en Puente Grande, pues lo detuvieron cuando llevaba mota.

María presiente que su nieto está entre los cuerpos que aún no son identifica­dos; cree que su cadáver es el marcado con el número 166. Espera que en días le entreguen el cuerpo de Daniel Alejandro.

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JORGE MARTÍNEZ

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