Acontecimientos de 1968 revolucionaron el deporte con la llegada de los Décimo Novenos Juegos Olímpicos
Con la llegada de los 19 Juegos Olímpicos, en la angelópolis se inauguró el estadio Cuauhtémoc, recinto que sirvió de casa al Puebla FC de la Segunda División y los “Carolinos” de la UAP; en ese año, también se recuerda a los Pericos de Puebla, que antes de mudarse y cambiar su imagen y nombre a Ángeles y Ángeles Negros, formaron parte del cierre de una década especial
Plasmado en las memorias de quienes vivieron con intensidad la época, de una etapa de la vida moderna de la Puebla de antaño, 1968 es recordado con añoranza por quienes formaron parte de una era revolucionaria, llena de cambios, pero también del inicio de lo que en la actualidad es en gran medida el deporte profesional local.
Y es que ese año, controversial, mágico por la música, los personajes que a la postre se harían leyendas, resultó fundamental en la vida de los poblanos que vieron en el deporte su medio de distracción perfecto de cada semana, de ese que dejó a su paso grandes tristezas y fracasos, salpicado por algunos buenos triunfos.
Un 1968 que con la llegada de los Décimo Novenos Juegos Olímpicos, trajo beneficios inmediatos que se vieron reflejados con la inauguración del coloso de la colonia Maravillas, el que hoy en día se le conoce como el estadio Cuauhtémoc, mismo que días antes del encendido de la antorcha, abrió sus puertas en una primera fase al público en general.
Monumento que sirvió de subsede para el festejo del futbol, que al igual que Guadalajara y León, se sumaron a la fiebre olímpica, pues días atrás se había visto empañada en sangre por lo sucedido el 2 de octubre, una fecha que nadie, aun sin haberla vivido, ha logrado olvidar y mucho menos perdonar.
Escenario que tras cumplir con el compromiso, sirvió de casa al Puebla FC de la Segunda División, así como a los “Carolinos” de la UAP de la Tercera, que décadas después fundaron las bases de los Lobos que en la actualidad aúllan también como un equipo dentro del máximo circuito.
En ese 68 también se recuerda con agrado a los Pericos de Puebla, que antes de mudarse y cambiar su imagen y nombre a Ángeles y Ángeles Negros, formaron parte del cierre de una década especial, que marcó un antes y un después en todos niveles dentro de la sociedad mundial.
Época en la que la ausencia de tecnología, convirtió los relatos en algo mágico, rayando en las leyendas e historias urbanas, que poco a poco han incrementado su escepticismo, ya que sus protagonistas, o quienes vivieron de cerca los hechos, se han ido adelantando poco a poco en el camino.
Subsede olímpica
Tras la designación de México como el primer país de Latinoamérica en albergar una Olimpiada, la falta
El 6 de octubre, 4 días después de lo sucedido en Tlatelolco, fue inaugurado el estadio poblano
En mayo de 1967, surgieron los “Carolinos” quienes representaron en competencias a Puebla
de infraestructura en la capital del país, obligó a echar mano de las entidades más cercanas, o con espacios adecuados para poner en alto el nombre de la nación, siendo Puebla una de las elegidas.
Pedro Ramírez Vázquez, reconocido arquitecto, considerado como uno de los mejores y quien fue el encargado de diseñar el estadio Azteca y la Basílica de Guadalupe, tomó el proyecto en sus manos en el año de 1965 con miras al campeonato mundial de futbol de 1970; sin embargo, al tener la obra a tiempo para los Juegos Olímpicos, no se dudó en incluir a la angelópolis como parte de la magna fiesta atlética internacional.
Fue precisamente un 6 de octubre de 1968, tan sólo cuatro días después de lo sucedido en Tlatelolco, que el estadio poblano fue inaugurado, ello con una cartelera doble, en la que como preliminar apareció el Puebla de la Segunda División ante las Águilas del América, siendo los azulcremas quienes se marcharon con la victoria al son de 7-1.
El platillo estelar lo encabezaron las Selecciones Nacionales de México y Checoslovaquia, que ante una entrada menor a la que se estimaba por la importancia del acto, se brindaron al público que fue testigo del 1-1 que enmarcó el inicio de la historia del inmueble que ha vivido diversas transformaciones.
Durante la gesta olímpica, que para el futbol se desarrolló del 13 al 26 de octubre, el Cuauhtémoc vivió momentos sumamente especiales con seis trepidantes encuentros, siendo el primero de ellos el que protagonizaron los representativos de Francia y Guinea, con un saldo a favor para los galos de 3-1.
El segundo encuentro fue el que enfrentó a los conjuntos de Guinea y Colombia, lo que a los africanos sirvió de revancha, al imponerse a los sudamericanos con un 3-2 que resultó de alarido a los que ahí se dieron cita el 15 de octubre al mediodía.
Para el tercer cotejo, de los seis que ahí se disputaron, Francia y Colombia se vieron las caras en un juego espectacular que culminó sorpresivamente con la honra en la bolsa de los cafetaleros, que supieron imponer condiciones a los europeos por 2-1 en la afrenta que se desarrolló el 17 de octubre.
Aun cuando México formó parte de dicho grupo, su sede permanente fue el estadio Azteca, lo que dio pie para que el nuevo coso recibiera más encuentros, entre ellos el Japón contra Nigeria del 14 de octubre, donde el triunfo se lo agenciaron los del lejano oriente por 3-1, mismo que sentó un precedente que más adelante habrían de coronar con la medalla de bronce.
Brasil también formó parte del programa estelar en el Cuauhtémoc, sin embargo, la magia carioca no apareció y la presentación de la
Verde Amarella” en Puebla culminó con empate de 1-1 con los nipones el 16 de octubre, que dos días más tarde, repitió sus efectos con el 0- 0 entre España y Japón, con lo que el telón cayó en ese escenario.
Herencia en el futbol
Si bien al Cuauhtémoc los Juegos Olímpicos sirvieron prácticamente de prueba para lo que dos años después sería la Copa del Mundo de México 70, el equipo del Puebla aprovechó la herencia vertida en la inversión realizada, de ahí que el club dejó atrás el cobijo del Ignacio Zaragoza para estrenar casa.
Una Franja, que aunque ya era querida, no había logrado nada de relevancia en lo que marcó su segunda etapa en el futbol profesional, tras su primera desaparición en 1956, donde las expectativas fueron grandes, pero los resultados en la cancha no lo avalaron así, al menos no hasta ese 1968, en el que los Camoteros fueron uno de los conjuntos que aderezaban la Liga.
No obstante, el aprendizaje acumulado sobre el cierre de los 60 enmarcó el comienzo de una nueva era, ya que sería dos años después, mediante una promoción, que los blanquiazules retomaron su sitio en la Primera Nacional, de ahí que el paso por la división inferior es recordado con añoranza, de lo que aún era un futbol de estilo romántico.
Sin embargo, no sólo el Club Puebla figuró en dicha época, ya que también el balompié universitario, en concreto de la UAP, comenzó a dar sus primeros pasos como equipo profesional, pues tras la instauración de un patronato en mayo de 1967, los “Carolinos”, como fueron bautizados por la prensa, iniciaron su andar en representación de la entidad.
Dicho cuadro es recordado por ser el primer club profesional que no pagaba a ninguno de sus jugadores, ya que todos, en su mayoría estudiantes de las distintas escuelas y facultades, lo hicieron por el simple amor a la camiseta, por el gusto de patear un balón y de ahí que pronto llamaron la atención.
Uno de los aportes más importantes del equipo universitario fueron dos de sus jugadores que a la postre resultaron clave en el ascenso del Puebla, Gervasio Quiroz y Juan Fernando “La Changa” Álvarez, quienes tras sorprender con su técnica en las filas estudiantiles, emigraron en la campaña de 1968 a la escuadra de La Franja.
Si bien durante el año olímpico los “Carolinos” ya jugaban a buen nivel y eran reconocidos por la afición poblana, no fue sino hasta 1969 cuando recibieron el aval para disputar su primer partido oficial en el Cuauhtémoc, mismo en el que salieron victoriosos con un 2-1 sobre su similar de Iguala.
Un 1968 que para los jóvenes universitarios sirvió de base para lo que meses después habrían de cosechar, donde en el recuerdo queda la goleada de 8-2 ante el Aguascalientes, así como el duelo internacional, que ya en 1970, disputaron en contra de la Selección Nacional de Bélgica con saldo adverso de 2- 0.
Cabe destacar que dicho proyecto vio la luz por última vez en agosto de 1971, sin embargo gestó las bases para lo que tiempo después serían los Lobos BUAP, que tras una serie de transformaciones, sobre todo de índole administrativo, lograron convertirse en un equipo de Primera.
Con sabor beisbolero
Aun cuando su nombre lo indica, el estadio Olímpico “Ignacio Zaragoza” no fue empleado durante las Olimpiadas del 68, y su mote se lo debe a la Olimpiada Nacional de 1952, año en el que abrió sus puertas para convertirse en casa de múltiples eventos, pero sobre todo del Puebla FC y los Pericos de Puebla.
Si bien en1968 aún compartían terreno con los Camoteros, los Pericos vivían una época de transición, donde a pesar de la distracción que al “rey de los deportes” representó la Olimpiada, no minó en el ánimo de sus entonces dirigentes, que buscaron armar a un equipo competitivo, con el único afán de volver a encumbrarse entre los grandes.
Para ello, se decidió darle una segunda oportunidad al manager de origen cubano, Antonio “Tony” Castaño, que tomó el proyecto con la ilusión de llevarse el cetro, para lo cual echó mano de grandes peloteros de la época, donde se recuerda a la legión venezolana, conformada por Graciliano Parra, Juan Ramón Quiroz y Teolindo Acosta.
A esto, se sumó el también cubano, Roberto “Musulungo” Herrera, así como los estelares mexicanos, Graciano Enríquez, Armando Murillo y Miguel Becerril, que si bien lograron convertirse en una de las ofensivas de mayor respeto en el circuito, no contaron con el respaldo del pitcheo.
En dicha campaña, Pericos encabezó el renglón de imparables, instaurando una marca histórica en el circuito y para la propia organización, lo que irónicamente de poco o nada sirvió, ya que al término de la justa, los emplumados concluyeron en la cuarta casilla, lejos de los puestos de honor.
Por desgracia, ese 1968 habría de marcar el principio del fin para los verdes, ya que un año después, la franquicia tomó maletas y mudó su residencia a Mérida, dejando un enorme vacío en la afición de casa, que debió esperar hasta 1972 para volver a disfrutar de la emoción del juego de pelota, pero con los Ángeles de Puebla.
Así, 1968 también resultó un año de revolución, de emociones para el deporte profesional en Puebla, que a 50 años de distancia, pareciera vivir una realidad muy similar.