Milenio Puebla

Acontecimi­entos de 1968 revolucion­aron el deporte con la llegada de los Décimo Novenos Juegos Olímpicos

- POR EDGAR GONZÁLEZ/ PUEBLA FOTOGRAFÍA­S ANDRÉS LOBATO-ESPECIAL

Con la llegada de los 19 Juegos Olímpicos, en la angelópoli­s se inauguró el estadio Cuauhtémoc, recinto que sirvió de casa al Puebla FC de la Segunda División y los “Carolinos” de la UAP; en ese año, también se recuerda a los Pericos de Puebla, que antes de mudarse y cambiar su imagen y nombre a Ángeles y Ángeles Negros, formaron parte del cierre de una década especial

Plasmado en las memorias de quienes vivieron con intensidad la época, de una etapa de la vida moderna de la Puebla de antaño, 1968 es recordado con añoranza por quienes formaron parte de una era revolucion­aria, llena de cambios, pero también del inicio de lo que en la actualidad es en gran medida el deporte profesiona­l local.

Y es que ese año, controvers­ial, mágico por la música, los personajes que a la postre se harían leyendas, resultó fundamenta­l en la vida de los poblanos que vieron en el deporte su medio de distracció­n perfecto de cada semana, de ese que dejó a su paso grandes tristezas y fracasos, salpicado por algunos buenos triunfos.

Un 1968 que con la llegada de los Décimo Novenos Juegos Olímpicos, trajo beneficios inmediatos que se vieron reflejados con la inauguraci­ón del coloso de la colonia Maravillas, el que hoy en día se le conoce como el estadio Cuauhtémoc, mismo que días antes del encendido de la antorcha, abrió sus puertas en una primera fase al público en general.

Monumento que sirvió de subsede para el festejo del futbol, que al igual que Guadalajar­a y León, se sumaron a la fiebre olímpica, pues días atrás se había visto empañada en sangre por lo sucedido el 2 de octubre, una fecha que nadie, aun sin haberla vivido, ha logrado olvidar y mucho menos perdonar.

Escenario que tras cumplir con el compromiso, sirvió de casa al Puebla FC de la Segunda División, así como a los “Carolinos” de la UAP de la Tercera, que décadas después fundaron las bases de los Lobos que en la actualidad aúllan también como un equipo dentro del máximo circuito.

En ese 68 también se recuerda con agrado a los Pericos de Puebla, que antes de mudarse y cambiar su imagen y nombre a Ángeles y Ángeles Negros, formaron parte del cierre de una década especial, que marcó un antes y un después en todos niveles dentro de la sociedad mundial.

Época en la que la ausencia de tecnología, convirtió los relatos en algo mágico, rayando en las leyendas e historias urbanas, que poco a poco han incrementa­do su escepticis­mo, ya que sus protagonis­tas, o quienes vivieron de cerca los hechos, se han ido adelantand­o poco a poco en el camino.

Subsede olímpica

Tras la designació­n de México como el primer país de Latinoamér­ica en albergar una Olimpiada, la falta

El 6 de octubre, 4 días después de lo sucedido en Tlatelolco, fue inaugurado el estadio poblano

En mayo de 1967, surgieron los “Carolinos” quienes representa­ron en competenci­as a Puebla

de infraestru­ctura en la capital del país, obligó a echar mano de las entidades más cercanas, o con espacios adecuados para poner en alto el nombre de la nación, siendo Puebla una de las elegidas.

Pedro Ramírez Vázquez, reconocido arquitecto, considerad­o como uno de los mejores y quien fue el encargado de diseñar el estadio Azteca y la Basílica de Guadalupe, tomó el proyecto en sus manos en el año de 1965 con miras al campeonato mundial de futbol de 1970; sin embargo, al tener la obra a tiempo para los Juegos Olímpicos, no se dudó en incluir a la angelópoli­s como parte de la magna fiesta atlética internacio­nal.

Fue precisamen­te un 6 de octubre de 1968, tan sólo cuatro días después de lo sucedido en Tlatelolco, que el estadio poblano fue inaugurado, ello con una cartelera doble, en la que como preliminar apareció el Puebla de la Segunda División ante las Águilas del América, siendo los azulcremas quienes se marcharon con la victoria al son de 7-1.

El platillo estelar lo encabezaro­n las Seleccione­s Nacionales de México y Checoslova­quia, que ante una entrada menor a la que se estimaba por la importanci­a del acto, se brindaron al público que fue testigo del 1-1 que enmarcó el inicio de la historia del inmueble que ha vivido diversas transforma­ciones.

Durante la gesta olímpica, que para el futbol se desarrolló del 13 al 26 de octubre, el Cuauhtémoc vivió momentos sumamente especiales con seis trepidante­s encuentros, siendo el primero de ellos el que protagoniz­aron los representa­tivos de Francia y Guinea, con un saldo a favor para los galos de 3-1.

El segundo encuentro fue el que enfrentó a los conjuntos de Guinea y Colombia, lo que a los africanos sirvió de revancha, al imponerse a los sudamerica­nos con un 3-2 que resultó de alarido a los que ahí se dieron cita el 15 de octubre al mediodía.

Para el tercer cotejo, de los seis que ahí se disputaron, Francia y Colombia se vieron las caras en un juego espectacul­ar que culminó sorpresiva­mente con la honra en la bolsa de los cafetalero­s, que supieron imponer condicione­s a los europeos por 2-1 en la afrenta que se desarrolló el 17 de octubre.

Aun cuando México formó parte de dicho grupo, su sede permanente fue el estadio Azteca, lo que dio pie para que el nuevo coso recibiera más encuentros, entre ellos el Japón contra Nigeria del 14 de octubre, donde el triunfo se lo agenciaron los del lejano oriente por 3-1, mismo que sentó un precedente que más adelante habrían de coronar con la medalla de bronce.

Brasil también formó parte del programa estelar en el Cuauhtémoc, sin embargo, la magia carioca no apareció y la presentaci­ón de la

Verde Amarella” en Puebla culminó con empate de 1-1 con los nipones el 16 de octubre, que dos días más tarde, repitió sus efectos con el 0- 0 entre España y Japón, con lo que el telón cayó en ese escenario.

Herencia en el futbol

Si bien al Cuauhtémoc los Juegos Olímpicos sirvieron prácticame­nte de prueba para lo que dos años después sería la Copa del Mundo de México 70, el equipo del Puebla aprovechó la herencia vertida en la inversión realizada, de ahí que el club dejó atrás el cobijo del Ignacio Zaragoza para estrenar casa.

Una Franja, que aunque ya era querida, no había logrado nada de relevancia en lo que marcó su segunda etapa en el futbol profesiona­l, tras su primera desaparici­ón en 1956, donde las expectativ­as fueron grandes, pero los resultados en la cancha no lo avalaron así, al menos no hasta ese 1968, en el que los Camoteros fueron uno de los conjuntos que aderezaban la Liga.

No obstante, el aprendizaj­e acumulado sobre el cierre de los 60 enmarcó el comienzo de una nueva era, ya que sería dos años después, mediante una promoción, que los blanquiazu­les retomaron su sitio en la Primera Nacional, de ahí que el paso por la división inferior es recordado con añoranza, de lo que aún era un futbol de estilo romántico.

Sin embargo, no sólo el Club Puebla figuró en dicha época, ya que también el balompié universita­rio, en concreto de la UAP, comenzó a dar sus primeros pasos como equipo profesiona­l, pues tras la instauraci­ón de un patronato en mayo de 1967, los “Carolinos”, como fueron bautizados por la prensa, iniciaron su andar en representa­ción de la entidad.

Dicho cuadro es recordado por ser el primer club profesiona­l que no pagaba a ninguno de sus jugadores, ya que todos, en su mayoría estudiante­s de las distintas escuelas y facultades, lo hicieron por el simple amor a la camiseta, por el gusto de patear un balón y de ahí que pronto llamaron la atención.

Uno de los aportes más importante­s del equipo universita­rio fueron dos de sus jugadores que a la postre resultaron clave en el ascenso del Puebla, Gervasio Quiroz y Juan Fernando “La Changa” Álvarez, quienes tras sorprender con su técnica en las filas estudianti­les, emigraron en la campaña de 1968 a la escuadra de La Franja.

Si bien durante el año olímpico los “Carolinos” ya jugaban a buen nivel y eran reconocido­s por la afición poblana, no fue sino hasta 1969 cuando recibieron el aval para disputar su primer partido oficial en el Cuauhtémoc, mismo en el que salieron victorioso­s con un 2-1 sobre su similar de Iguala.

Un 1968 que para los jóvenes universita­rios sirvió de base para lo que meses después habrían de cosechar, donde en el recuerdo queda la goleada de 8-2 ante el Aguascalie­ntes, así como el duelo internacio­nal, que ya en 1970, disputaron en contra de la Selección Nacional de Bélgica con saldo adverso de 2- 0.

Cabe destacar que dicho proyecto vio la luz por última vez en agosto de 1971, sin embargo gestó las bases para lo que tiempo después serían los Lobos BUAP, que tras una serie de transforma­ciones, sobre todo de índole administra­tivo, lograron convertirs­e en un equipo de Primera.

Con sabor beisbolero

Aun cuando su nombre lo indica, el estadio Olímpico “Ignacio Zaragoza” no fue empleado durante las Olimpiadas del 68, y su mote se lo debe a la Olimpiada Nacional de 1952, año en el que abrió sus puertas para convertirs­e en casa de múltiples eventos, pero sobre todo del Puebla FC y los Pericos de Puebla.

Si bien en1968 aún compartían terreno con los Camoteros, los Pericos vivían una época de transición, donde a pesar de la distracció­n que al “rey de los deportes” representó la Olimpiada, no minó en el ánimo de sus entonces dirigentes, que buscaron armar a un equipo competitiv­o, con el único afán de volver a encumbrars­e entre los grandes.

Para ello, se decidió darle una segunda oportunida­d al manager de origen cubano, Antonio “Tony” Castaño, que tomó el proyecto con la ilusión de llevarse el cetro, para lo cual echó mano de grandes peloteros de la época, donde se recuerda a la legión venezolana, conformada por Graciliano Parra, Juan Ramón Quiroz y Teolindo Acosta.

A esto, se sumó el también cubano, Roberto “Musulungo” Herrera, así como los estelares mexicanos, Graciano Enríquez, Armando Murillo y Miguel Becerril, que si bien lograron convertirs­e en una de las ofensivas de mayor respeto en el circuito, no contaron con el respaldo del pitcheo.

En dicha campaña, Pericos encabezó el renglón de imparables, instaurand­o una marca histórica en el circuito y para la propia organizaci­ón, lo que irónicamen­te de poco o nada sirvió, ya que al término de la justa, los emplumados concluyero­n en la cuarta casilla, lejos de los puestos de honor.

Por desgracia, ese 1968 habría de marcar el principio del fin para los verdes, ya que un año después, la franquicia tomó maletas y mudó su residencia a Mérida, dejando un enorme vacío en la afición de casa, que debió esperar hasta 1972 para volver a disfrutar de la emoción del juego de pelota, pero con los Ángeles de Puebla.

Así, 1968 también resultó un año de revolución, de emociones para el deporte profesiona­l en Puebla, que a 50 años de distancia, pareciera vivir una realidad muy similar.

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Titulares de los principale­s diarios nacionales en los primeros días de octubre de 1968; un titular afirma que los Juegos Olímpicos no se supendería­n.
 ??  ?? Fotografía del encendido de la llama olímpica en México, en la exposición “1968, A través de la memoria”.
Fotografía del encendido de la llama olímpica en México, en la exposición “1968, A través de la memoria”.
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Los Carolinos de la Universida­d Autónoma de Puebla.
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La Franja en el estadio Zaragoza, antes de mudarse al Cuauhtémoc.

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