Margarita Peña, mi amiga (1937-2018)
Debió haber sido allá por 1985, el mismo año que apareció mi primer libro de cuentos en la editorial Premiá “Lo terrible ya ha pasado”, título que tomé prestado de R.D, Laing, cuando conocí a Margarita Peña, entonces columnista del desaparecido diario Uno más Uno. Si mal no recuerdo fue en La Casa del Lago durante un encuentro de narrativa joven de México, auspiciado por la el departamento de literatura de la UNAM que estaba bajo la conducción del poeta Marco Antonio Campos.
Margarita Peña era una crítica implacable e impecable. Leí un texto dedicado a una actriz venezolana muy admirada por mí, Leonor Benedetto porque en Televisa estaban de moda las entregas de “Rosa de Lejos” (versión de la peruana “Simplemente María”) y yo la seguía precisamente para redactar aquel texto.
“Yo y la señora Benedetto” se llama ese cuento que, a la distancia, en algún momento de neurosis reciclaré, aunque lo incluí en “Lo terrible...”
Total: Margarita Peña consignó aquella lectura en su entrega semanal del medio periodístico con una inaudita generosidad. La conservo.
Hacía 1987 el rector de la UAP, Samuel Malpica Uribe, me pidió un proyecto para dirigir la editorial universitaria. Lo entregué y me nombró director. Era yo muy joven pero gracias a eso conocí a muchos escritores, editores e investigadores. En ese preciso momento reencontré a Margarita Peña porque había dejado en la imprenta, a medias, un fascimil del libro de Pedro Ciruelo “Tratado de las supersticiones que ella había encontrado en la biblioteca Lafragua”. Esa edición nos tocó concluirla respetando la página legal de la administración anterior.
Con el tiempo Margarita Peña se incorporó como maestra en la FFyL y seguido nos veíamos para tomar un café, había adquirido una casa en Xanenetla y frecuentemente invitaba a un grupo de compañeros a tomar oporto o vino tinto y aceitunas de Navarra que nunca supe dónde las conseguía.
No hace mucho se le hizo un homenaje en la UNAM por los 40 años de su trayectoria académica, para ser exacto en el 2009.
Y hace poco hablé con ella vía telefónica: amable como siempre, prometió venir a Puebla (ya radicaba definitivamente en la CDMX) porque me confesó que tenía muy abandonada su casa.
A Margarita Peña le encantaba creer en el zodiaco.
En uno de sus numerosos viajes a Europa encontró en una biblioteca “El Oráculo de Lorenzo Spirito” libro que trajo en filminas y que le editó la Ed. Martínez Roca (2002), bajo el subtítulo de “El juego de las suertes”, un libro escrito en 1534.
Dueña de numerosas investigaciones sobre Literatura Novohispana y del siglo XIX, conocía (su memoria era asombrosa) mucho de Literatura Medieval y organizaba las jornadas alarconianas.
Margarita Peña murió el domingo 7 anterior.
Su muerte súbita me ha llenado de estupor y de tristeza.
Extrañaré, como tantos otros, a mi mordaz crítica literaria.