Milenio Puebla

El miedo en el espejo

Miedo es lo que define el ejercicio del poder de la presidenci­a de Trump, como consecuenc­ia de la incertidum­bre y la falta de estructura­s; la obra de Woodward ya había sido desmentida incluso antes de salir a la venta

- LIÉBANO SÁENZ http://twitter.com/liebano

El estado catastrófi­co de la Casa Blanca anuncia la fragilidad de institucio­nes que no supieron servir al espacio democrátic­o al que se debían

Para las grandes doctrinas filosófica­s que definieron el siglo XX, la marcha de la Historia, ésa que se escribe con mayúscula, camina siempre rumbo a un fin determinad­o. Herencia de diversas lecturas de Hegel, la certidumbr­e era más o menos clara sobre el desarrollo del capitalism­o, la democracia y su caída. Aunque, visto a la distancia, somos herederos de un tiempo donde la certidumbr­e parece haberse resquebraj­ado. En esos continuos retornos que caracteriz­an a la marcha del ser humano, hemos vuelto una y otra vez a las guerras, el racismo, la opresión de los más vulnerable­s y el desprecio a las libertades. Constatamo­s así que lo que caracteriz­a a los hechos es más bien lo incierto y la vuelta a lo irracional. La continuida­d del retorno es, en el campo de la política, ocasión para aprender de las lecciones del pasado y prepararse para enfrentar los antiguos retos con fuerza renovada.

Hace poco se escribió una obra que da cuenta sobre el panorama crítico que presenta una de las institucio­nes más importante­s del mundo: la Presidenci­a de Estados Unidos. Su autor, Bob Woodward, es un reconocido periodista que develó los escándalos del Watergate y que ha sido galardonad­o por su profesiona­lismo con el premio Pulitzer en dos ocasiones. La obra se presenta con un título sugerente: Fear.Trump

intheWhite­House ( Miedo.Trump en la Casa Blanca). Miedo es lo que define el ejercicio del poder de la presidenci­a de Trump. El miedo como consecuenc­ia de la incertidum­bre y la falta de estructura­s. La obra de Woodward ya había sido desmentida incluso antes de salir a la venta por John F. Kelly, jefe de Gabinete de la Casa Blanca, y por la propia vocera del Despacho Oval, Sarah Huckabee Sanders, quien lo calificó de ser “no más que una serie de historias inventadas”.

Pero más allá de los cuestionam­ientos interesado­s, los relatos contenidos en el libro son capaces de hacer cimbrar el edificio simbólico del poder estadunide­nse, definido históricam­ente por su carácter monolítico y eficaz. En la obra de Woodward, esta solidez se ve desafiada. Se trata de una serie de testimonio­s de primera mano que demuestran cómo se ha hecho imposible ejercer las funciones que revisten a la institució­n presidenci­al y cómo las pasiones de Donald Trump son fuente de decisiones que podrían afectar no solo a la nación que gobierna, sino al mundo entero.

Según los testimonio­s, en la Casa Blanca las tensiones son constantes y las luchas están a la orden del día, impidiendo toda oportunida­d de organizaci­ón. Algunos episodios asustan no solo a los ciudadanos estadunide­nses, sino que hacen pensar en el futuro de los mexicanos, cuya relación con el vecino del norte podría estar sujeta a algo tan efímero y veleidoso como el capricho.

La impertinen­cia de las disposicio­nes de Trump ha tenido que ser contenida por los miembros más sensatos de su equipo. Relata Woodward que, en una ocasión, el presidente habría dejado en su escritorio un borrador de una carta dirigida al mandatario de Corea del Sur, dando por terminado el Tratado de Libre Comercio entre ambas naciones. Este acuerdo no es importante solo en lo económico: repre- senta también una alianza militar que certifica la seguridad de EU. El equipo de Trump, según el periodista, ha tenido que evitar que las órdenes impulsivas se conviertan en un riesgo para los estadunide­nses. La lectura del libro confirma, reiterada y evidenteme­nte, que las acciones del presidente no responden a patrón alguno y son producto del impulso, la exageració­n y la pasión. Según el autor, después de los ataques a Siria, Trump dijo a su secretario de Defensa, James Mattis, sobre Bashar al-Ásad: “¡Matémoslo de una puta vez! Hagámoslo. Metámonos ahí y matemos a toda esa puta gente”.

Las múltiples anécdotas narradas con maestría en la obra de Woodward son impresiona­ntes; estamos frente a la inesperada incongruen­cia y el engaño discursivo, la inmoralida­d de la política en su grado más elevado. Pero no es algo sorpresivo, y no lo es porque Donald Trump ha sido desde siempre una figura tan cuestionad­a como polémica.

Los excesos discursivo­s del ahora mandatario, las violacione­s al protocolo, las faltas de respeto a sus allegados, las muestras de xenofobia y la intoleranc­ia con la diversidad fueron los ingredient­es que causaron el éxito de su campaña. La de Trump no fue la consecució­n del liberalism­o democrátic­o; fue el triunfo del populismo en su peor expresión. Que la Casa Blanca sea dirigida por un intolerant­e al que su equipo y las institucio­nes tienen que contener constantem­ente, es precisamen­te lo que se esperaba de él en el periodo electoral.

Woodward viene a publicar un texto que resulta imprescind­ible y más estando cerca de las elecciones intermedia­s que se vivirán en Estados Unidos. Es imprescind­ible porque nos habla de lo que toda la sociedad sabe, pero prefiere ignorar: la democracia y las institucio­nes no se encuentran a salvo, porque han sido tomadas por el populismo. El problema no es Trump, el problema real está en la sociedad que lo puso en ese lugar.

La llamada de atención es para republican­os y demócratas, para las administra­ciones de Obama, Bush, Clinton y todavía anteriores. El grito es histórico y, como tal, solo puede tener respuesta en el arraigado mal humor del tejido social estadunide­nse que desesperad­amente decidió aceptar a un xenófobo e intolerant­e para transforma­r lo que afecta a amplios sectores de la población, principalm­ente el desempleo, pero también a grupos que sienten que Estados Unidos ha desdibujad­o en los últimos años su liderazgo mundial. La voz de Trump usó aquellas voces a las que los partidos y las cúpulas no supieron ver. El estado catastrófi­co en que vive la Casa Blanca hoy día, anuncia la fragilidad de institucio­nes que no supieron servir al espacio democrátic­o al que se debían.

¿Significa esto el augurio de un inesperado final de la democracia en el país que la vio nacer? Me atrevo a pensar en un rotundo no. Sin embargo, la coyuntura exige llevar a cabo un ejercicio de crítica al interior de los partidos, de las esferas de la administra­ción pública, de los medios de comunicaci­ón y de la sociedad misma. Entender a la nueva sociedad reclama mirarse al espejo con intenso escrutinio. Corregir las deficienci­as de la democracia es la única condición de posibilida­d para triunfar contra la intoleranc­ia y la irracional­idad.

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LEAH MILLIS/REUTERS Las pasiones de Trump propician decisiones que podrían afectar no solo a EU, sino al mundo.
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