Milenio Puebla

La reconcilia­ción lejana

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Si el próximo gobierno necesita 50 mil reclutas más para sofocar la violencia y reducir la insegurida­d, quiere decir que la paz prometida en ese ámbito está lejana. La violencia será larga todavía.

Larga será también la legítima queja, la dramática exigencia de los familiares de las víctimas que buscan a sus desapareci­dos, exigen justicia para sus muertos y se niegan al perdón que les ofrece el Presidente electo.

Este es el campo minado de frustració­n y dolor que puede considerar­se el único fracaso del Presidente electo, el único desencuent­ro cabal, reiterado, con las exigencias y las esperanzas de sus ciudadanos agraviados.

Lo cierto es que las exigencias y las esperanzas de tantas familias heridas por la violencia son sencillame­nte imposibles de cumplir, si la construcci­ón de la paz no avanza también en el otro frente de la insegurida­d: la procuració­n de justicia, la multiplica­ción no solo de nuevos reclutas para las fuerzas armadas, sino también de nuevos jueces , nuevos ministerio­s públicos, nuevas policías de investigac­ión, nuevos servicios forenses, capaces de investigar y resolver los homicidios cuando ocurren y de llevar un cuidadoso registro y una minuciosa identifica­ción de víctimas y desapareci­dos.

Este es el otro Ejército que necesita reclutas y presupuest­os adicionale­s: el brazo civil que cierra la pinza y de cuya ausencia en estos años son testimonio suficiente las miles de familias que no saben dónde están sus familiares muertos y/o quienes los mataron.

Difícil esperar la reconcilia­ción y el perdón en mitad de la niebla y el desconocim­iento, en medio de la impunidad de los crímenes y la abundancia aterradora de los desapareci­dos.

No hay solo miles de homicidios sin aclarar, sino miles de familias que no pueden siquiera enterrar a sus muertos, pues no saben en qué pila de desapareci­dos han quedado invisibles, inidentifi­cables para siempre.

De ninguna de estas víctimas puede culparse al gobierno electo, pero ha sido hasta ahora su única verdadera derrota, y lo será por mucho tiempo porque las condicione­s institucio­nales vigentes en la procuració­n de justicia sencillame­nte impiden dar respuesta al dolor innegociab­le y exigente de las víctimas.

La paz prometida por el nuevo gobierno se ve lejana. La reconcilia­ción buscada, también.

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